‘El culto protestante: un abordaje teológico’, editado por C. Chalamet y F. Dermange (III)
En la crisis mundial presente, es importante recordar que el culto, centrado en Dios y tomando en serio la predicación y la escucha de la Palabra.
09 DE JULIO DE 2021 · 10:15

La Reforma Protestante no se trató solo de teología o eclesiología. De manera más amplia, ha contribuido a renovar toda la vida religiosa, incluida la forma de venerar al Dios de los cristianos y, por tanto, de celebrar el culto. En efecto, la intuición fundamental de Lutero y luego de los demás reformadores no iba a poder desplegarse sin consecuencias sobre la comprensión del culto: dado que la Misa ya no podía entenderse como un acto meritorio, apto para garantizar la salvación de aquellos y, para los beneficiarios, era importante repensar todo el culto, reorganizar la vida religiosa cotidiana y, en adelante, colocar en el centro de la espiritualidad la Palabra predicada como fuente de fe y guía de salvación.
Michel Grandjean y Ueli Zahnd
Estas palabras del texto “Herencias medievales”, con el que abre el volumen colectivo El culto protestante: un abordaje teológico, expresa muy bien el tono que predomina en el conjunto de textos recopilados puesto que retoma los elementos de la tradición antigua del cristianismo, los coloca en el horizonte de las reformas religiosas del siglo XVI y dialoga con lo que sucede actualmente en el ambiente litúrgico. Todo ello, a sabiendas de las profundas transformaciones acaecidas en la comprensión de la fe individual y comunitaria. Y es que, en efecto, las reformas de la iglesia impactaron hondamente en la vida litúrgica, al grado de que hoy no sería reconocible el cristianismo sin esas modificaciones.
Dermange y Chalamet, editores de la obra, en “La invención del culton reformado” apuntan hacia el hecho de que los reformadores actuaron, en el ámbito litúrgico, con la fuerte “convicción de que [Dios] no fue honrado como él quería y como debía” (p. 33), por lo que resultaba indispensable acometer un conjunto de serios cambios para restablecer el culto deseado por Dios. Para analizar ese propósito, ambos autores enfocan diversas obras clásicas de la época de la Reforma escritos por Lutero, Zwinglio, Bucero y Calvino, a fin de encontrar en ellas los fundamentos de dichos cambios. Nacería así el orden litúrgico reformado como una derivación de los elementos antiguos, pero con nuevas aportaciones centradas todas en la importancia de la Palabra predicada y en una nueva visión sacramental. Como ejemplo, citamos estas palabras de Calvino en un sermón sobre el Deuteronomio:
Dios no quiere ser servido por no sé qué supersticiones. Cuánta pompa y fanfarria harán los hombres para servir a Dios en hermosos templos, en hermosos cuadros, en hermosos tapices, en perfumes, en campanas, en luces y en todo este pequeño bagaje. Les parece que Dios se alegra con esto y, cuando hacen sonar los órganos, lo harán bailar como si fuera un niño pequeño. Sin embargo, no nos divirtamos con todo este pequeño bagaje, porque Dios quiere ser servido con verdad, con rectitud y con amplitud de corazón. Y luego tratemos de servir al prójimo, que él no tiene nada que ver con lo que le podemos dar […]. He aquí, pues, el medio de servir a nuestro Dios como él quiera, para que no lo transfiguremos con nuestras vanas locuras, haciéndonos creer que será bien honrado, cuando le hayamos traído algo de nuestro pequeño equipaje, como si quisiéramos. deslumbrar sus ojos (p. 42).
Con base en estos planteamientos se abordan, en la segunda sección, cada uno de los elementos del culto reformado, sin dejar resquicios para el análisis, y en todos los casos se sitúa el contexto original de las prácticas litúrgicas, además de su evolución y relevancia para la iglesia y fe. Se concluye aquí con las palabras introductorias del secretario general de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), en las que saluda este volumen como una magnifica aportación para la discusión litúrgica actual.
PREFACIO
Chris Ferguson
La Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR) es una familia que reúne más de 100 millones de creyentes en 233 iglesias y denominaciones diversas —presbiterianas, congregacionales, reformadas, valdenses, unidas y en vías de unión, hermanos checos y otras iglesias de la Primera Reforma—. Todas viven, confiesan, testifican y celebran en 110 países, por lo menos.
Estos cristianos y cristianas tienen en común el hecho de pertenecer a una iglesia que quiere ser “reformada” y sabe que está llamada a reformarse siempre de nuevo, según la palabra de Dios.
La tradición reformada debe ser consciente hoy de que la gran mayoría de las iglesias miembros tiene su vida, su movimiento y su ser en el Sur; ella confiesa al Dios de la vida en un mundo donde los bandidos llevan a menudo la delantera. La familia reformada expresa su fe, en la fidelidad a la tradición, de una manera ecuménica y a través de las dinámicas propias de cada uno de sus contextos. Inscribir esta tradición en el presente implica tener en cuenta las tensiones que caracterizan nuestro tiempo.
La vocación de la familia reformada es continuar la agenda aún inconclusa de la Reforma Protestante, de confrontar las exigencias de las Escrituras, de confesar al Dios vivo por encima de todo y de reconocer a Dios como un Dios de justicia. Esto fue retomado con vigor por las confesiones de Belhar (1982) y de Accra (2004). Estas confesiones, elaboradas desde el Sur, ahora son una parte integral de la CMIR.
Es en esta perspectiva que doy la bienvenida con entusiasmo y reconocimiento al presente volumen que trae a la luz las dimensiones teológicas, éticas y litúrgicas del culto reformado y que, al mismo tiempo, coloca la tradición recibida en diálogo dinámico con los contextos específicos no europeos.
De manera feliz, la metodología y los abordajes seguidos por las diversas contribuciones muestran la diversidad de expresiones del culto reformado, después de Calvino y los reformadores del siglo XVI hasta la pluralidad y la complejidad de los diferentes contextos actuales.
En la crisis mundial presente, es importante recordar que el culto, centrado en Dios y tomando en serio la predicación y la escucha de la Palabra, siempre nos conduce a servir al mundo, porque en la tradición reformada el culto y el testimonio, la liturgia y la ética no pueden jamás ir el uno sin el otro. El presente volumen lo recuerda de una manera clara y teológicamente precisa.
Recomiendo entonces este libro a todos los miembros de la tradición reformada y de la familia ecuménica en general, mientras buscamos juntos superar las divisiones confesionales y a sumarse al llamado divino a ser testigos confesantes y unidos del Dios de la vida, y a ser discípulos de Jesucristo en el poder del Espíritu Santo.
(Versión: LC-O)
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