Las siete fiestas de Jehová, de Eduardo Cartea Millos

Es un libro lleno de tipos y símbolos cuya aplicación espiritual está desplegada en las grandes verdades para la Iglesia del Señor en el Nuevo Testamento, donde existen de él unas noventa menciones.

25 DE NOVIEMBRE DE 2021 · 18:00

Detalle de la portada.,
Detalle de la portada.

Un fragmento de “Las siete fiestas de Jehová – Un estudio basado en Levítico 23”, de Eduardo Cartea Millos (Clie, 2021). Puede saber más sobre el libro aquí.

 

Introducción

Seguramente has contemplado muchas veces paisajes preciosos. También yo lo he hecho. Pero ¿no es cierto que algunos te han dejado extasiado? En mi caso, en este maravilloso país que es Argentina, las cataratas del Iguazú, el glaciar Perito Moreno, la incomparable belleza de los cerros jujeños de siete colores de Purmamarca, las imponentes alturas de la cordillera de los Andes, y tal vez un par más, son para mí paisajes supremos. Su contemplación me dejó pasmado y me hizo elevar himnos de alabanza al Creador. Así nos pasó junto a mi esposa más de una vez, y no hay forma de impedir que brote del corazón aquella antigua canción: Cuán grande es El...

Así también ocurre con la Biblia, ese libro fascinante, único, que contiene tesoros insondables que asombran a todo aquel que aborda sus páginas. Toda ella es maravillosa. Pero hay ciertos capítulos, ciertos fragmentos que son sublimes. Este libro trata de uno de ellos.

Cristo es el cumplimiento del eterno plan de Dios. En él Dios escogió a los que habían de ser salvos (Ef. 1.4; Hch. 13.48; 2.47); en él realizó la obra de la redención (2Co. 5.19); en él unió a judíos y gentiles en uno, reconciliando con Dios a ambos en un solo cuerpo, y “haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col. 1.20; Ef. 2.13-16); en él, la plenitud de la iglesia, cuando el último salvo sea agregado (Ro. 11.25); en él, su recogimiento en las nubes, cuando venga a buscar a los suyos y sean con él glorificados (1Ts 4.14-18); en él, todos los juicios sobre hombres y ángeles ( Jn. 5.22; Hch. 10.42); en él, la consumación de todas las cosas, cuando “entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia”, cuando “el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1Co. 15.24, 28).

De modo que toda la Escritura, toda la revelación, todos los eternos propósitos de Dios tienen su cumplimiento en Cristo, en el hombre Jesús, en el Mesías, en el Señor y Rey. Bien lo expresa el Apóstol Pablo en Efesios 1.7-10: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”.

Las verdades de Dios escritas en el Antiguo Testamento están muchas veces escondidas detrás de tipos, de figuras, de símbolos, cuya realización se explica conociendo la revelación del Nuevo Testamento. Indudablemente, nosotros somos bienaventurados por acceder a verdades a las cuales los santos de la antigüedad no podían. La revelación de Dios ha sido progresiva y nos ha tocado a nosotros, los santos del “nuevo pacto”, recibir la Palabra de Dios en forma completa, que, por efecto de la iluminación del Espíritu Santo en nuestras mentes espirituales, nos llegan haciéndonos conocer los grandes misterios de Dios, las cosas profundas de Dios. Así lo dice el Apóstol Pablo en 1 Corintios 2.7-13 […].

Así que los tipos o figuras del Antiguo Testamento tienen su concreción, su realidad, su “anti-tipo” en las verdades del Nuevo Testamento, muchas de ellas en la Persona de Cristo y en su Iglesia. Colosenses 2.17 dice: “todo lo cual es sombra de lo que ha de venir, pero el cuerpo es de Cristo”. Hebreos 10.1 agrega: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas...”. El cuerpo, la realidad, cuya sombra es proyectada en el Antiguo Testamento anticipando tipológicamente lo que habría de venir, está en el Nuevo Testamento. Así pues, el Nuevo Testamento es la explicación y la aplicación del Antiguo. […]

Sin caer en la espiritualización del texto, es decir, en una caprichosa alegorización y misticismo, es necesario y muy provechoso descubrir en la Biblia su tipología, particularmente desplegada en el Antiguo Testamento pues, como dice E. Trenchard “la verdad encarnada en Cristo aún no se había manifestado”, pues los tipos más prominentes son aquellos que tienen su realización en la Persona y la Obra de Jesucristo. […]

Las grandes verdades de la Palabra no están en la superficie. Las perlas, las piedras preciosas o los tesoros tampoco lo están. Es necesario profundizar, penetrar en las entrañas de la roca, bucear en el océano insondable de la sabiduría divina expresada en la Revelación. ¡Y allí están! ¡Allí podemos encontrar esos tesoros! ¡Vale la pena hacerlo!

Lo importante es la lección que los tipos dejan y la profunda aplicación espiritual para la vida cristiana y la iglesia del Señor.

 

El libro de Levítico

Es probable que este sea un libro muchas veces salteado al leer la Biblia. Tal vez porque es algo difícil de entender. O porque se puede pensar: ¿qué tiene para enseñarnos una serie de leyes ceremoniales y morales dadas a Israel hace tres mil quinientos años? ¿Quieres sorprenderte? Ora al Señor y comienza a leer este breve libro de la Palabra de Dios. Recuerda lo que dice el apóstol Pablo en 2 Timoteo 3.16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir —reprender— para corregir, para instruir en justicia —para mostrar cómo se debe vivir— a fin de que el hombre de Dios sea perfecto —maduro— enteramente preparado para toda buena obra”.

Levítico, el tercer libro del Pentateuco, cuyo título en español derivado de la Septuaginta o traducción al griego de las Escrituras significa “acerca de los levitas” (1), es una colección de instrucciones ceremoniales para el sacerdocio aarónico, proveniente de la tribu de Leví, y morales para todo el pueblo, que Dios dio a Moisés después de que Israel construyera el tabernáculo en el desierto (Éx. 40.17; Lv. 1.1). No solo fue escrito para que los sacerdotes supieran cómo debían celebrar el culto, sino para conocer el estado espiritual que ellos y el pueblo necesitaban para adorar a Dios.

Así que, el gran tema de Levítico es la santidad de Dios (Lv. 11.44). Por un lado, la provisión que Él hizo para que el pecador pueda tener acceso a Su presencia santa, y por otro, los requisitos que Su pueblo tiene para acercarse a Él, para tener comunión con Él, para adorarle en “la hermosura de la santidad” (Sal. 110.3).

Es un libro lleno de tipos y símbolos cuya aplicación espiritual está desplegada en las grandes verdades para la Iglesia del Señor en el Nuevo Testamento, donde existen de él unas noventa menciones. El sacerdocio, los sacrificios, el culto del santuario, etc., contienen profundas enseñanzas espirituales para el creyente, y su mejor comentario explicativo es la epístola a los Hebreos.

Antes de seguir adelante, permíteme un consejo: lee el libro de Levítico. Léelo con oración, pidiendo que el Señor abra tus ojos y te muestre las maravillas de su ley. Léelo con mente espiritual, tratando de aprender las lecciones que contiene, léelo a la luz del Nuevo Testamento. Léelo con un corazón dispuesto a obedecer los mandamientos del Señor. Tal vez, muchos de ellos pertenecen a la ley ceremonial para el Israel bíblico, pero su valor moral y espiritual, permanecen inalterables para la vida cristiana. Finalmente, léelo con deseos de que Dios te hable profundamente. Él lo hará y cada lección de este bendito fragmento de la Sagrada Escritura será para ti una fuente de bendición y progreso espiritual para conocer al Señor. Para amarle más. Para servirle mejor.

Los grandes capítulos de Levítico, del 1 al 7 —las leyes de los sacrificios— del 8 al 10 —la consagración y pureza de los sacerdotes—; el 16 —el día de la expiación— el 23 —las fiestas solemnes de Jehová— etc., son caudales de riquísima enseñanza que solo el creyente iluminado por el Espíritu Santo es capaz de comprender, pero que requieren al mismo tiempo humildad, interés y dedicación para apreciar lo que la mente del Soberano ha vertido a través de la pluma inspirada de su siervo Moisés.

Justamente el capítulo 23 es la base temática de este libro. Un capítulo que recorre el propósito divino “de eternidad a eternidad”. Es el capítulo que trata sobre las fiestas de Jehová, el Señor. Y el contenido tipológico y alcance profético de cada una de ellas es tal, que comprende todo el proyecto de Dios, desde la designación del Cordero de Dios en el consejo trinitario, antes de la fundación del mundo —del universo— hasta la consumación de todas las cosas en su Reino milenial, preludio de su Reino eterno.

¡Un solo capítulo resume sus eternos designios! Un solo capítulo para permitirnos contemplar el pensamiento de esa Mente excelsa, a la cual, a pesar de nuestra abrumadora limitación, nos permite penetrar por la iluminación que el Espíritu Santo produce en nuestras mentes.

Un fascinante viaje por los siglos, contemplando la sabiduría y la gracia de Dios. […]

 

(1) En hebreo el libro se titula “Vayikra”, que significa “y Él llamó”, y deriva de las primeras palabras del libro (cp. 1.1): “Llamó Jehová a Moisés... ”.

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