Su gracia es mayor. El evangelio en la vida de José, de David Barceló

Existen “astrónomos de la gracia” que son capaces de teorizar mucho sobre la gracia de Dios, pero solo la observan desde lejos.

30 DE JULIO DE 2020 · 22:25

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Un fragmento de “Su gracia es mayor. El evangelio en la vida de José”, de David Barceló ( B&H, 2020. Distribuido por Editorial Peregrino ). Puede saber más sobre el libro aquí.

José es uno de los personajes más relevantes de la Biblia. El Génesis es un libro de suma importancia. Relata el origen de la tierra, el origen del pueblo de Dios, y el origen de nuestra fe.

Dentro del Génesis, catorce capítulos están dedicados a describir con detalle la vida de José y las circunstancias que le llevaron desde su hogar en Canaán a su trono en Egipto.1

Pero José no es tan solo un personaje clave para comprender el relato bíblico. José es además un precioso anticipo del evangelio del Señor Jesucristo.

Te invito a que viajes conmigo por estas páginas, acompañando a José desde Canaán hasta Egipto, desde su hogar hasta el trono, desde la prisión hasta el palacio, viendo la mano poderosa de Dios guiándolo todo.

Caminemos junto a José para ver el evangelio en su vida, y así poder comprobar que, a pesar de las pruebas, las tentaciones, los sufrimientos, los abandonos, o las traiciones, la mano soberana de Dios guía todo para nuestro bien, y en medio del dolor Su gracia es mayor.

En el Génesis escuchamos de la promesa que Dios hizo a Abram, de una tierra para su descendencia.2 Dios también le prometió que esa descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo, o como la arena del mar.

En su vejez, Dios le concedió a Abram un hijo: Isaac. Y a Isaac dos hijos: Jacob y Esaú. A Jacob le dio doce hijos y una hija: Rubén, Simeón, Levi, Judá, Isacar, Zabulón, Gad, Aser, Dan, Neftalí, José, Benjamín y Dina.

Y es en este punto de la historia bíblica cuando José aparece en Génesis 37. Las promesas de Dios se están cumpliendo. Los biznietos de Abram están formando un pueblo numeroso y habitan en la tierra que Dios les prometió.

Habitó Jacob en la tierra donde había morado su padre, en la tierra de Canaán. Ésta es la historia de la familia de Jacob: José, siendo de edad de diecisiete años, apacentaba las ovejas con sus hermanos…. (Génesis 37:1,2)

Pero al ir avanzando en nuestra historia, da la impresión de que todo se tuerce. Es como si Dios se hubiera olvidado de repente de todas sus promesas. Como si hubiera retirado su mano protectora.

Los hijos de Jacob entran en pleitos constantes, José es vendido como esclavo, Israel pasa hambre en Canaán, y todos emigran a Egipto buscando alimento, así como Abram en el pasado tuvo que emigrar.3

Aunque José no lo verá con sus propios ojos, el pueblo de Israel acabará siendo esclavo en manos de Faraón. ¿Se habrá olvidado Dios de sus promesas? ¿Ha abandonado a los suyos a su suerte?

Sería fácil para nosotros, sabiendo el desenlace de todas las cosas, decirle en ese momento a los hebreos:

No deben preocuparse. El Señor los sacará de la esclavitud por mano de un tal Moisés, y todos los hijos de Abraham regresarán a la tierra de Canaán. Si bien es cierto que para entonces ya habrá muchos reyes allí y tendrán que echar a los jebuseos, los amorreos, los ferezeos y los filisteos; sin duda Dios estará a su lado y los derrotarán a todos. ¡Tengan fe! ¡Confíen! ¡Ya verán lo que sucederá!

Desde nuestra óptica no es difícil ver las promesas de Dios cumplidas, pero en medio de las adversidades se requiere de mucha fe.

Qué fe tan grande para creer que esas promesas de Dios hechas a Abram tendrían su cumplimiento. Así lo creía José. Creía en Dios y confiaba en sus promesas.

Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos. (Hebreos 11:22)

José, por fe, mencionó que el pueblo un día regresaría a Canaán, y dio instrucciones para que en ese día sus huesos fueran llevados de allí para ser enterrados en la tierra que Dios les prometió.

Recordemos esto siempre. Dios cumple sus promesas. Aunque parezca no haber progreso. Aunque parezca que al enemigo le va bien.

Aunque parezca que Dios tarda en responder, o se ha olvidado de lo que había dicho que haría. Aunque parezca que todo se complica demasiado. Dios siempre cumple sus promesas.

Y Dios cumplirá también las promesas que te ha hecho a ti. ¿Qué te ha dicho Dios? ¿Que te ama? ¿Que te cuida? ¿Que no te dejará ni te desamparará? ¿Que todas las cosas ayudan a bien a los que a Dios aman? ¿Que formará en ti al Señor Jesucristo? ¿Que está preparando para ti una morada celestial? ¿Que regresará por ti?

Entonces, ¡confía! Dios cumple sus promesas. No será a tu manera, ni será en tu momento, sino a la manera de Dios y en el tiempo de Dios.

Pero puedes estar convencido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.4

Estudiemos juntos la vida de José, porque José representa para nosotros un ejemplo vivo de las verdades bíblicas.

Un ejemplo de la confianza en las promesas de Dios a pesar de las dificultades, y un ejemplo del carácter del cristiano en medio de la adversidad. José es un personaje modélico. Un referente de lo que ha de ser el testimonio del creyente.

¡Mira a José! Su amor por sus hermanos y su capacidad de perdón.

¡Mira a José! Su integridad en el trabajo y su lealtad a su amo.

¡Mira a José! Su capacidad de resistir la tentación y ser fiel a Dios.

¡Mira a José! Su inteligencia, su entereza, su sabiduría para administrar.

¡Imita a José! ¡Cuántas virtudes en un solo hombre!

En efecto, José es un ejemplo a seguir. Su vida está llena de magníficas lecciones éticas y de los valores más puros: amor, trabajo, lealtad, integridad, paciencia, perdón.

José es un ejemplo para nosotros y para nuestros hijos de una vida dedicada a Dios. Pero no debemos contentarnos con eso. Es muy bueno ser personas íntegras, llenas de perdón y de paciencia como José.

Pero nadie va al cielo por haber imitado a José, y nadie obtiene el perdón de sus pecados por los méritos de José. Necesitamos ir un paso más allá.

Si en el Antiguo Testamento solo somos capaces de ver lecciones morales para niños, muy pronto nos convertiremos en los fariseos de nuestra época:

Sé obediente como Noé, sé fiel como José, sé paciente como Job, sé sabio como Salomón, sé valiente como Josué.

Aquellos que tenemos el privilegio de discipular a los más pequeños, debemos apuntar a Alguien más grande al explicar las historias bíblicas.

No basta con nuestro propio esfuerzo para agradar a Dios. Debemos fijar los ojos en Cristo Jesús y hablar a nuestros niños acerca de la cruz.

La vida de José, como la Biblia entera, nos habla de aquellas virtudes que son dignas de imitar, pero sobre todo nos habla del Señor Jesucristo.

Toda la Biblia habla del Señor Jesús, tal como escucharon aquellos dos que andaban hacia Emaús.5 El Antiguo Testamento también habla de Él. Cristo es nuestro «Noé», quien construye un perfecto plan de salvación.

Cristo es nuestro «Josué», quien nos conduce hacia la Tierra Prometida. Cristo es nuestro «David», que corta la cabeza de nuestro enemigo y en su victoria somos más que vencedores.

Cristo es nuestro «José», por cuyos méritos somos salvos a pesar de nuestras ofensas y somos invitados a sentarnos a su mesa.

Podemos ver el evangelio en la vida de José. Los paralelismos entre José y Jesús son enormes: amado por el padre, rechazado por sus hermanos, vendido por unas monedas, echado a lo más profundo, ascendido a lo más alto, salvador de aquellos que le habían traicionado. Arthur Pink observa hasta 110 comparaciones entre José y Cristo. Y Juan Calvino dice sobre la vida de José:

En esta historia, no solo tenemos un hermoso ejemplo de la Providencia Divina, sino que además encontramos otros dos puntos dignos de mencionar: primero, que el Señor realiza su obra de formas maravillosas e inusuales; segundo, que Él lleva a cabo la salvación de su Iglesia, no a través de un magnífico esplendor, sino a través de la muerte y la tumba… en la persona de José, se nos presenta la imagen viva de Cristo…6

Así como una maqueta describe en detalle, pero en menor medida, cómo será el edificio que se va a construir, del mismo modo José anuncia al Mesías y su obra perfecta en nuestro favor.

La entrega de José, su sufrimiento, sus pruebas, su integridad y su testimonio hicieron posible la salvación de sus hermanos. La entrega de Cristo, Su cruz, Su sepulcro, Su obediencia y Su resurrección hicieron posible la salvación de Su Iglesia.

Cristo es nuestro «José». Quien, habiendo sido justo, es tratado injustamente, y a pesar de nuestra injusticia es exaltado a la diestra del Padre para ser nuestro benefactor.

Por esta razón, en este libro no solo vamos a estudiar la vida de José. Vamos a contemplar el evangelio en la vida de José.

Muchas veces la Biblia nos ofrece historias reales para ilustrar doctrinas. Si necesitas saber lo que es el perdón, mira la vida de Pedro, su negación, su arrepentimiento y restauración.

Si necesitas saber lo que es la paciencia mira a Moisés, guiando al pueblo, intercediendo delante de Dios por él. José es un ejemplo vivo, en este caso, de la gracia de Dios.

La gracia de Dios es un tema central en la historia de José. Como creyentes, somos miembros de una iglesia redimida por gracia. Creemos en las doctrinas de la gracia.

Pero la gracia de Dios no debiera ser entre nosotros algo meramente teórico, difuso, etéreo. La gracia de Dios ha de ser algo práctico, vivo, auténtico, vivencial.

De poco sirve que nos convirtamos en grandes teólogos, o que sepamos recitar Efesios 2:8 en griego (Porque por gracia sois salvos por medio de la fe…), si esa misma gracia no inunda nuestras vidas con su fragancia.

De nada sirve hablar de la inmerecida gracia de Dios hacia personas en las cuales no vio nada digno de Su favor, si hacemos acepción de personas al acercarnos solo a los que pensamos que son dignos de nuestra compañía.

En palabras del apóstol Pablo, si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.7

Conocer la gracia de Dios implica encarnar Su gracia en nuestras vidas. De este modo, José se presenta ante nosotros como un auténtico monumento de la gracia de Dios.

Esta es la razón de estudiar la vida de José. José experimentó en carne propia la gracia de Dios para con él, y José sobreabundó también en gracia para con sus hermanos.

A veces podemos ver en algunos cristianos la misma diferencia que hay entre un astrónomo y un astronauta. El astrónomo sabe la órbita de la Luna, su tamaño, su gravedad, y su composición; y te puede hablar de todo ello de forma teórica. Sin embargo, el conocimiento del astronauta es diferente.

Es experiencial. También te puede hablar de la Luna, pero no por lo que otros dicen sobre ella, sino porque él mismo ha estado allí.

Del mismo modo, existen astrónomos de la gracia qe son capaces de teorizar mucho sobre la gracia de Dios, pero solo la observan desde lejos.

Han leído mucha teología, saben de memoria las confesiones históricas, pero no saben lo que es la compasión. Si hemos de escoger, mejor elegimos ser astronautas de la gracia de Dios.

Conozcamos la gracia de Dios porque la hemos experimentado personalmente. Que podamos decir Yo sé lo que es la gracia. Yo he estado allí.

¡Hemos de conocer la gracia de Dios, hemos de explicar la gracia de Dios, pero sobre todo hemos de vivir la gracia de Dios! José es un verdadero astronauta de la gracia.

Y lo vamos a acompañar en su viaje porque no solo sabe lo que la gracia es, sino que además la vive. En nuestro periplo con José, estaremos tan cerca de la gracia de Dios que la podremos ver, oír, oler, gustar y abrazar.

Esa misma gracia que Dios tuvo para con José, en su amor, su protección, su cuidado, su guía, José la tuvo también para con los demás, y Dios la tiene para contigo.

 

1 Génesis 37 al 50

2 Génesis 12

3 Génesis 12:10 20

4 Filipenses 1:6

5 Lucas 24:13 35

6 Calvin, John. Calvin’s Commentaries, vol. I (Grand Rapids: Baker Books, 2003), p. 260 261

7 1 Corintios 13:2

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