‘Dios lo sacó del fango. La biografía de John Newton’, de Brian Edwards
Newton vio que tal como su pródiga vida no había sido en realidad libertada sino esclavizada, así también la mano de un Dios soberano había estado trazando su paso y preparando un lugar para el arrepentimiento
05 DE JULIO DE 2018 · 12:41
Un fragmento de “Dios lo sacó del fango. La biografía de John Newton”, de Brian Edwards (Editorial Peregrino, 2014). Puede saber más sobre el libro aquí.
Durante días Newton estuvo luchando entre volver en sí y el estado de coma, mientras la fiebre atormentaba su cuerpo. Fue degradado de la oficialidad a marino raso, y aun a sus antiguos oficiales amigos les fue prohibido hablarle. De nuevo se hallaba solo y sin amigos. Únicamente su constitución férrea y su pasión por ver a Mary lo capacitaron para recuperar las fuerzas. Había fracasado en su intento de llegar adonde estaba Mary, pero «yo estaba dispuesto —dijo— a ser o a hacer cualquier cosa que pudiera hacer mis deseos realidad en algún tiempo futuro».
Newton, contento con el regalo, fue pronto abordado por un segundo desconocido que se fijó en la sortija y ridiculizó las promesas que le dieron sobre ella. Al principio Newton rechazó y luego aceptó la sugerencia de que, para demostrar su indiferencia hacia tan tontas promesas, arrojara la sortija al agua. De pronto las montañas lejanas empezaron a arder y los Alpes se convirtieron en un pavoroso infierno. Advertido por su tentador de que ya había perdido el derecho a todas las promesas de Dios, Newton vio aparecer al primer desconocido quien, al conocer la causa de su aflicción, recuperó la sortija del agua. El marino se acercó para volver a tomar la sortija, pero el desconocido la retuvo diciendo: «Si se te con- fiara otra vez esta sortija, muy pronto volverías a caer en la misma angustia. Tú no eres capaz de guardarla, pero yo la preservaré por ti. Cuando sea necesario yo la presentaré por ti». Este sueño lo turbó gravemente en aquel tiempo y durante dos o tres días apenas podía comer, dormir o continuar con sus deberes. «Pero el efecto de aquella impresión pronto desapareció y lo olvidé totalmente —dijo—. Apenas se me ocurrió pensar en él otra vez hasta transcurridos varios años». Continuó viviendo una vida que él más tarde describiría como de «libertinaje e insensatez».
Si John Newton, retorciéndose de dolor en su hamaca a bordo del Harwich y reflexionando sobre su vida, se hubiera detenido para valorar las muchas ocasiones en las que Dios había intervenido en su ella y sembrado su mente con muestras de misericordia sobre su rebelde conducta y negligente caminar, no hubiera dejado de buscar el perdón de Dios en Cristo. Pero lo que había hecho era desdeñar todas las promesas y privilegios que estaban retenidos para él. La cruz, de la que su madre tan a menudo le había hablado, no significaba nada para él; ni el amor de un Salvador crucificado ni las restricciones que entrañan el conocimiento de un Dios santo cambiarían su vida. La Rapsodia lo había hecho libre, y libre permanecería.
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