Las nanas de la cebolla

Algo sí que tengo por cierto, mi Jesús regresa pronto ¡Maranatha!

29 DE AGOSTO DE 2020 · 13:00

Fotografía de Miguel Hernández desde la prisión. / Wikimedia Commons,
Fotografía de Miguel Hernández desde la prisión. / Wikimedia Commons

Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del sur como los poetas rectilíneos de Andalucía; sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!

Pablo Neruda

 

El día de ayer, fue uno de esos días  con una pesada niebla y sopor espeso… hacía calor al mismo tiempo que la niebla lo mojaba todo, y por razones personales tuve que salir a la calle bastante y repetidas veces; algo con lo que todos soñamos a la vez que tememos en estos tiempos brutales. Parecía que todo lo rodeaba y encerraba   una pandemia que no cesa, una pandemia que nos rodea y envuelve de un modo demasiado brutal.

En la mañana tuve que pasar por un lugar muy céntrico de mi ciudad, A Coruña, por delante del colegio donde estudiaron mis hijos, un mítico lugar siempre lleno de niños, gente, risas y alegría; aun en el mes de agosto... un lugar amado por mi, siempre lleno de risas infantiles y reencuentros  hermosos. No había ruido ni algarabía… sólo silencio entre la poca gente que pasaba por aquel lugar, mascarillas blancas, distancia y silencio.

Esta mañana me he levantado con unas palabras preciosas…. Las nanas de la cebolla, el precioso poema de Miguel Hernández que nada tiene que ver con los tiempos y circunstancias que estamos viviendo ¿o tal vez si?

Cuando leía los periódicos a primera hora, no me sorprendió la noticia del Presidente del Gobierno español de que se están ofreciendo a todas las comunidades ayudas por parte del ejército para detección rápida del Covid-19, y ayuda de todo tipo en aislamientos, cuarentenas y todo lo necesario, dado el aumento por muchísimos  lugares.

Nanas de la cebolla es un poema escrito por Miguel Hernández en 1939, en la Guerra Civil Española.

Miguel Hernández, autor de la Generación del 36 (aunque muchos lo consideran de la generación anterior, como Dámaso Alonso, que lo llamó "genial epígono" de la Generación del 27) le dedicó estas “canciones de cuna” a su segundo hijo, Manuel Miguel, mientras se encontraba el poeta preso en la cárcel de Torrijos (lo que hoy es la calle del Conde de Peñalver, esquina con la calle Juan Bravo). Después de que el poeta recibiera una carta de su mujer, donde contaba que solo tenían pan y cebolla para comer, escribió las Nanas de la cebolla, que mandó como respuesta.​

Este poema cierra el Cancionero y romancero de ausencias, que el autor empieza en la cárcel, en trozos de papel higiénico, en 1938, y que se publicó en Buenos Aires, Argentina, después de su muerte en Alicante.

El tema principal es la familia, a la que no puede proteger ni ayudar por estar encarcelado, el desánimo por encontrarse lejos, y por temerse que no volverá a verlos. Además, el poema es un mensaje de ánimo para su hijo, para que siga adelante, ría y tenga esperanza.

En el texto se pueden diferenciar dos partes:

En la primera, hasta el verso 49, se ve la impotencia por no poder ayudar a su mujer y a su hijo recién nacido, mezclado con ánimos para continuar, a pesar de todo lo que están viviendo.

En la segunda parte, Miguel Hernández anima a su hijo a superarse, a reír y aprovechar la niñez y la vida; le recuerda que a él le está ayudando a seguir adelante.

Y el caso es que , por esas cosas raras de la mente, hoy no me podía sacar de la mente, y quizá también del corazón, este precioso poema de hace tanto y en circunstancias que no tienen , aparentemente, nada que ver.

Esta pandemia genera muerte, hambre, dolor, tristeza y preocupación por familiares y seres queridos…. Y por nosotros mismos; y sinceramente, creo que la salida tardará lo suyo.

Estoy cansada de escuchar miles de veces que si hubo pestes, enfermedades y pandemias de todo tipo y más brutales, a lo largo de la historia de la humanidad… ¡realmente cansada! Esto es algo distinto y para mi con muchos tintes espirituales y escatológicos, algo que no puedo probar, pero es como si lo pudiera oler. Y algo sí que tengo por cierto, mi Jesús regresa pronto¡ Maranatha!

Puede que algunos penséis que poco tiene que ver el poema de Miguel Hernández con esta pandemia y menos con la Biblia ¡Lo siento, soy poeta! Algo nimio al lado de la gran razón de mi vida, servir a Dios por todos los medios que Él me ha dado, y no puedo de dejar de ver la relación.

El precioso poeta de Orihuela murió en la cárcel, y no sé lo que nos puede suceder a cada uno de nosotros en la situación que estamos viviendo; pero quiero terminar este artículo con una nota de esperanza, el inmensamente bello y consolador Salmo 91:

“El que habita al abrigo del Altísimo

se acoge a la sombra del Todopoderoso.

Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio,

mi fortaleza, el Dios en quien confío».

Solo él puede librarte de las trampas del cazador

y de mortíferas plagas,

pues te cubrirá con sus plumas

y bajo sus alas hallarás refugio.

¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte!

No temerás el terror de la noche,

ni la flecha que vuela de día,

ni la peste que acecha en las sombras

ni la plaga que destruye a mediodía.

Podrán caer mil a tu izquierda,

y diez mil a tu derecha,

pero a ti no te afectará.

No tendrás más que abrir bien los ojos,

para ver a los impíos recibir su merecido.

Ya que has puesto al Señor por tu[a] refugio,

al Altísimo por tu protección,

ningún mal habrá de sobrevenirte,

ninguna calamidad llegará a tu hogar.

Porque él ordenará que sus ángeles

te cuiden en todos tus caminos.

Con sus propias manos te levantarán

para que no tropieces con piedra alguna.

Aplastarás al león y a la víbora;

¡hollarás fieras y serpientes!

«Yo lo libraré, porque él se acoge a mí;

lo protegeré, porque reconoce mi nombre.

Él me invocará, y yo le responderé;

estaré con él en momentos de angustia;

lo libraré y lo llenaré de honores.

Lo colmaré con muchos años de vida

y le haré gozar de mi salvación».

¡La bendición del Todopoderoso sobre cada uno de vosotros!

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