Florence Nigthingale y la Covid-19

Estoy más que agradecida por haberme tenido por apta para servirle.

07 DE JUNIO DE 2020 · 09:00

La dama con la lámpara. Reproducción de litografía en colores de una pintura de Henrietta Rae, titulada Miss Nightingale at Scutari, de 1854. / Wikimedia Commons,
La dama con la lámpara. Reproducción de litografía en colores de una pintura de Henrietta Rae, titulada Miss Nightingale at Scutari, de 1854. / Wikimedia Commons

“Dios no es un empleador buscando empleados. Él es un Águila buscando personas a las que les dará refugio bajo sus alas. Él está buscando personas que dejarán padres, madres, tierras o cualquier cosa que los aparte de una vida de amor bajo las alas de Jesús”.

John Piper

 

Florence Nightingale, es una mujer que me fascina, ha sido una de las pocas mujeres que ya fue reconocida en su época y por su obra, como impulsora de la enfermería moderna; de ahí que sea considerada como un auténtico símbolo de lo que es una mujer excepcional. 

Florence Nightingale nació el 12 de mayo de 1820 en Florencia, en aquel momento capital del Gran Ducado de Toscana. Perteneciente a  una familia acomodada, era hija de William Edward Nightingale y Frances Smith; Frances, su hermana mayor fue escritora y periodista. Cada 12 de mayo, coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Florence, se celebra el “Día Internacional de la Enfermería”.

En 1837, impulsada por algo de lo que estaba plenamente convencida, un llamado de Dios, le comunicó a su familia la irrevocable decisión de dedicarse a la enfermería; la incomprensión y el rechazo por su determinación fue muy   fuerte por parte de su familia, de forma muy especial por parte de su madre y de su hermana.

Contra viento y marea, Florence logró formarse como enfermera; en aquella época, la profesión de enfermera estaba asociada a mujeres de la clase trabajadora, nada que ver con una joven culta como lo era ella, que además…. estaba destinada a casarse.

Florence quería trabajar, y eso era algo inaudito para las mujeres de su época, y la prensa la llegó a idealizar como “La dama de la lámpara”.

Durante los años siguientes, segura de su vocación y de manera autodidacta, se convirtió en una experta frecuentando los centros sanitarios que visitaba en cada uno de sus viajes. ¡Sí! Florence fue una gran viajera, algo muy común de la época con el objetivo de instruir a las mujeres del siglo XIX…  Francia, Italia, Suiza, Grecia o Egipto fueron algunos de sus destinos. Los escritos en su diario de viaje muestran su proceso de aprendizaje, sus habilidades literarias y su increíble modo de afrontar vida.

El 22 de agosto de 1853 asumió el cargo de superintendente en el Instituto para el “Cuidado de Señoras Enfermas”, eran mujeres sin techo en Londres, puesto que ocupó hasta octubre de 1854. En esta institución realizó algunas mejoras, como la instalación de agua caliente en las habitaciones o el emplazamiento de un ascensor. Se encargó, además, de encontrar casas de convalecencia para buscar trabajo a institutrices que salían del hospital.

Siguiendo las corrientes higienistas de un incipiente concepto de salud pública que luego arraigaría en Gran Bretaña, cambió los hospitales militares: acabó con las camas compartidas por soldados vestidos con sus sucias ropas, consiguió ropa de cama, habilitó una lavandería, hizo alejar el vertedero y logró ventilar las salas y mejorar la alimentación de los enfermos. Había pocos medicamentos y morían más soldados de infecciones y epidemias que por heridas de guerra. Nightingale mantenía que mejorar las condiciones ayudaba al organismo a curarse, ideas que formulaba desde un poso más religioso que científico, pero eran acertadas.

Sus estudios mostraron que aumentaba la supervivencia. Porque, además, introdujo en los hospitales la epidemiología y la estadística (hacía gráficas, formularios sobre las causas de enfermedad y de muerte...), otro campo en el que fue pionera. Fue la primera mujer admitida en la Royal Statistical Society británica, aunque no consiguió que se abriera una cátedra de estadística en la Universidad de Oxford.

Peleó con militares, funcionarios gubernamentales y médicos. Ella criticaba su ineficacia y mala preparación y ellos tampoco tenían buena opinión de esa mujer que se metía en sus asuntos. Pero estando en Crimea ya se hizo muy conocida, se la homenajeó y se creó el Fondo Nightingale para formar a enfermeras, lo que le permitió seguir haciendo estudios, informes, teorizando sobre cómo mejorar los hospitales, la asistencia en India, la enfermería... por ejemplo, influyó para que en 1860 se creara la primera escuela de Medicina Militar del Reino Unido.

En 1860 abrió una escuela de entrenamiento de enfermeras en el hospital Saint Thomas (hoy es la Escuela Florence Nightingale de Enfermería y Comadronas). Su escrito Notas sobre enfermería, qué es y qué no es (1859) se considera el primer plan de estudios de enfermería. A ella se debe también el código ético de la profesión y la mejora de la enfermería que atendía a domicilio, que se considera el primer paso del futuro Instituto Nacional de Salud británico. Su formación se exportó a otros países, desde India hasta Australia y Estados Unidos.

Pese a que poco después del regreso de Crimea empezó a sufrir problemas de salud (hoy se cree que pudo padecer un trastorno neurológico), se mantuvo activa incluso durante unos años que estuvo en cama. Murió a los 90 años (1910). Al parecer, su familia rechazó que se la enterrara en Westminster, donde reposaría junto a personalidades como Newton, Dickens, David Livingstone, Rudyard Kipling…

Anna Ramió apunta que, para ser justos con Florence Nightingale, hay que verla en la perspectiva de su tiempo. En esa Inglaterra victoriana rompió esquemas. “Desde luego, es de las pocas mujeres que salen en los libros de historia (al menos en los ingleses)”, comenta, aludiendo a que hay pocas figuras femeninas históricas reconocidas más allá de las reinas. Y, en ensayos suyos como Cassandra se lamenta que las mujeres eran tratadas como incapaces y reivindica que reciban una educación más amplia y puedan aplicarla, explicaba en un artículo para la UNESCO en 1998 Alex Attewell, director entonces del museo dedicado a la pionera de la enfermería.

Ramió destaca que Nightingale dio visibilidad a los cuidados a enfermos y, al estandarizar la formación, los profesionalizó. En 1887 ya habían salido de la escuela Nightingale 520 enfermeras y sus ex alumnas dirigían la enfermería de 42 hospitales. Henri Dunant reconoció que le inspiró para crear la Cruz Roja (1863) y la misma Florence fue una de las impulsoras de la filial británica de la organización. Fue una mujer especial y peculiar, gracias a Dios, no la única de su tiempo; al parecer, en su círculo de conocidos estuvo la hija de lord Byron, hoy más conocida como Ada Lovelace, pionera de la programación informática.

En 1883, la reina Victoria le otorgó la Real Cruz Roja, y en 1907 el Rey Eduardo VII le concedió la Orden del Mérito, la primera vez que se dispensaba a una mujer. En 1908, se le entregaron las Llaves de la Ciudad de Londres y, en 1910 falleció mientras dormía.

Y algo bonito, en el año en el que toda la población mundial sufre los horrores del COVID-19, el 2020, ha sido declarado Año Internacional de la Enfermera y la Comadrona por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el bicentenario de Florence Nightingale.

Me ha encantado darme un buen repaso por la vida de una mujer fabulosa, adelantada a su tiempo y que se la recuerda de forma especial en este año tan duro y difícil ¡hasta aquí llega su legado!

Muy por encima de todo lo que Florence logró, me parece precioso que todo surgiera por lo que ella creía con certeza, que era un auténtico llamado de Dios.

Cuando me miro a mí misma, al llamado precioso que Dios me hizo para servirle con todo lo que tengo y lo que soy a la misma edad que a Florence, 17 años… estoy más que agradecida por haberme tenido por apta para servirle; hasta el día de hoy lo he hecho lo mejor que he podido, y cruzando esta pandemia, en otro sentido diferente al de Florence; pero intentando servir del mejor modo posible. Pido al Dios de mi vida que me ayude a realizar mi tarea del mejor modo posible, recordando siempre…

“Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero.

A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.

Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.”

Hechos 10: 37- 42.

¡Ayúdame mi Señor a ser fiel en el trabajo que me has encomendado, y a ser como tú, en medio de los tiempos que me ha tocado vivir!

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