¿Por qué es tan difícil decir «no»?
¿De qué sirve brindar a los hijos todos los caprichos,
si no les brindamos una verdadera familia?.
S. Biffi
Pensamos que la palabra “NO” es veneno mortífero para el alma de nuestros hijos, pero el “no”, lejos de ser un desencadenante de traumas, es algo que ayuda a crecer. A muchos padres les embarga un fuerte sentimiento de culpa al negar algo a sus hijos. Queremos ser amigos de nuestros hijos. Deseamos que no
si no les brindamos una verdadera familia?.
S. Biffi
03 DE MARZO DE 2007 · 23:00
Pero todos los padres debemos entender que decir “no” a nuestros hijos no tiene nada que ver con una actitud tiránica e intransigente, sino con un deseo de educar de manera sana y eficaz. Finalmente nuestros hijos lo entienden y agradecen.
Es imposible educar sin intervenir. El niño, cuando nace, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien y lo que está mal. Dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad, es el principio de una mala educación.
El efecto de esa condescendencia equivocada es totalmente negativo; un hijo que hace "fechorías" y al que su padre no corrige, piensa que es porque su padre ni lo estima ni lo valora.
No decir nunca “no” a nuestro hijo es obligarle a crecer sin señales indicativas de dónde están los límites. Sería algo equiparable a una red de carreteras sin señales de circulación.
Cuando el niño crece sin escuchar expresiones como “Eso no debes hacerlo” o “Aquello que quieres hacer es incorrecto”, le estamos abocando a que descubra las consecuencias de sus actos por su propia experiencia, es decir, a base de golpes. Sería algo parecido a introducir a nuestro hijo en una habitación oscura, con los ojos vendados y dejarle allí dentro, sentado en una silla. Cuando el muchacho se levante y comience a caminar sin ver, se golpeará con los muebles de la habitación y con las paredes que delimitan la estancia. De ese modo irá descubriendo los obstáculos y los límites, pero lo hará a fuerza de golpes. Así es cuando los niños no reciben una instrucción de parte de sus padres y carecen de negativas en su educación.
Al detallarles cuales son los límites y al decirles que “NO” a las cosas inconvenientes, estamos introduciendo luz en la estancia oscura.
Decir “NO” fija límites y define principios. Una negativa firme no tiene por qué expresarse en un grito. El “NO” puede y debe transmitirse con calma y serenidad, pero con firmeza. Eso evita amenazas e ira y prevendrá golpes y heridas en la vida de nuestros hijos. Como padres debemos decir “NO”, sabiendo que la salud y la seguridad de nuestro hijo están en riesgo, por eso, cuando usemos la palabra debe ser con convencimiento, seguridad, firmeza y respeto.
“Educar es estimar”, decía Alexander Galí. El amor hace que las técnicas no conviertan la relación en algo frío, rígido e inflexible y, por lo tanto, superficial y sin valor a largo plazo.
Pero el amor implica, también, tomar decisiones que a veces son dolorosas a corto plazo, para los padres y para los hijos, pero que después son valoradas de tal manera que dejan un buen sabor de boca y un gran beneficio en los hijos y en los padres.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - FaMiLiA - ¿Por qué es tan difícil decir «no»?
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