Reaviva el fuego de tu matrimonio

Decisiones que restauran lo que parece perdido.

30 DE OCTUBRE DE 2025 · 13:30

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Foto de Oziel Gómez en Unsplash

Muchas parejas que atiendo en consulta me preguntan: «¿Y entonces, qué hacemos para salvar la relación?» La razón de esta pregunta radica en una confusión común: muchos creen que la terapia de pareja es como un acto mágico, donde movemos una varita y todo cambia. Pero no. La terapia se parece más a la remodelación de un edificio que a un encuentro fantástico. Hay que revisar los cimientos, reparar lo dañado y comprometerse con el proceso.

Para salvar una relación, primero debemos comprender qué la une realmente. Todos responderíamos: “el amor”. Por supuesto. Pero la pregunta más profunda es: ¿qué es el amor?

Porque según sea nuestra comprensión de esa palabra, así será nuestra disposición para luchar por la relación. Sin una comprensión madura, esperarás que los cambios vengan de fuera, del otro, cuando en realidad comienzan dentro de ti.

El amor en el matrimonio no es un capricho de juventud ni una emoción pasajera. Tampoco son mariposas en el estómago, poemas de Shakespeare o flores en San Valentín. Esas expresiones pueden acompañarlo, pero no lo sostienen. El amor, cuando es verdadero y está cimentado en Dios, se convierte en un acto directo de la voluntad, una responsabilidad profundamente espiritual que se manifiesta en una decisión consciente hacia el prójimo.

Como escribió el apóstol Pablo al respecto:

“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso. El amor no es engreído ni orgulloso. No actúa con bajeza ni busca su propio bien; no se irrita ni piensa mal; no se alegra con la injusticia, sino que se alegra con la verdad.Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser…” 1 Corintios 13:4-8a, RVR 2020.

El matrimonio no se apaga porque el amor desaparezca, sino porque dejamos de alimentarlo. No es un fuego eterno que arde sin cuidado, sino una lámpara que Dios encendió al inicio, y que debemos mantener viva con nuestras decisiones y acciones diarias.

Esto no va de sentimentalismos ni promesas vacías, sino de una responsabilidad sagrada: elegir cada día cuidar, proteger y reconstruir.

Amar es más una responsabilidad que un sentimiento.

Por eso, cuando me dicen: «Ya no siento lo mismo que al principio», suelo responder: el amor no se mide por lo que sientes, sino por lo que decides hacer aunque no lo sientas.

Los sentimientos cambian; las decisiones, cuando se fundamentan en Cristo, permanecen.

“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Mateo 6:21, RVR 2020.

Muchas parejas me dicen: «Nos seguimos queriendo, pero la pasión ya no está». Esa frase no es una sentencia, es un diagnóstico. La chispa se ha apagado por la rutina, por heridas no resueltas o por expectativas equivocadas. Pero con Cristo como ancla del amor, ese fuego puede volver a arder —más profundo y más real—, y convertirse en testimonio de gracia.

La desconexión suele acumularse con los años: trabajo, hijos, estrés, silencios. Como explica John Gottman, los matrimonios se desgastan cuando dejan de tener “momentos de giro”: instantes de atención y empatía. Creer que el amor fluye sin esfuerzo es un mito peligroso. El amor verdadero exige intención, límites sanos y búsqueda de reparación.

“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella”. Efesios 5:25, RVR 2020

Ese es el modelo: amor activo, sacrificial y perseverante.

 

Siete ingredientes para reavivar la chispa

1.    No escondas lo que duele. Las heridas no tratadas apagan la llama. Dilo con respeto: «Me dolió cuando…». Practica la Pelea Limpia (ver artículo anterior). Confesar con humildad abre la puerta a la sanidad. Almacenar las heridas las convierte en rencor que solo alimenta las raíces de amargura (Hebreos 12:15). Cuando el dolor es profundo o hay existencia de traumas difíciles de perdonar, busca acompañamiento pastoral o terapia EMDR para liberar lo reprimido.

2.    Mira con ojos nuevos. La rutina nos ciega a la belleza del otro. Cambiar la percepción altera la dinámica relacional. Redescubre lo que admirabas: “Eres toda hermosa, amada mía, y no hay en ti mancha” (Cantares 4:7). Escribe tres cualidades que te enamoraron y compártelas hoy. La admiración es el oxígeno del amor.

3.    Expresa gratitud con intención. Aplica el principio 3x1 (Pelea Limpia): por cada crítica, malestar, inconformidad o descontento, ofrece tres afirmaciones. «Valoro tu esfuerzo, admiro tu paciencia, agradezco tu risa, pero hablemos de cómo organizarnos mejor con la limpieza en casa». La gratitud cambia la mirada, disminuye la hostilidad y crea espacio para el afecto, porque reconfigura la mente para ver lo bueno en el otro. (Filipenses 4:8).

4.    Prioriza momentos de conexión. Dedica tiempo exclusivo cada semana como una cita sin distracciones. No hacen falta lujos: un paseo por la playa, una cena sencilla o un café, una conversación sin pantallas. Estos pequeños encuentros construyen un “banco emocional” que sostiene la relación en tiempos difíciles.

5.    Cultiva la intimidad espiritual. La intimidad espiritual no es un ritual ocasional, sino una decisión constante de ambos cónyuges que ancla su unión en Cristo. Como compartí en los artículos El hombre ame a su mujer y La mujer respete a su marido, hablé sobre la importancia de esta decisión: hacer de la fe una práctica diaria que fortalezca el vínculo y mantenga viva la presencia de Dios en el hogar. Oren juntos, lean la Palabra, sirvan como equipo. La espiritualidad compartida ancla el matrimonio en Dios y multiplica la gracia. “Someteos unos a otros en el temor de Dios”. (Efesios 5:21) Cuando ambos se rinden a Cristo, el hogar se convierte en altar, y cada acto cotidiano en adoración.

6.    Redescubre la intimidad física con ternura. La sexualidad es un don de Dios para el matrimonio (esto hablaremos en un artículo futuro: Sexo vs Sexualidad”, 1 Corintios 7:3–5). Hablen con honestidad sobre deseos y límites. A veces, un toque suave, una mirada o un abrazo sincero pueden reencender la pasión y llegan a comunicar más que mil palabras.

7.    Busca apoyo profesional cuando sea necesario. Si la desconexión persiste, buscar ayuda no es debilidad, es madurez. Un terapeuta puede identificar patrones sistémicos —como roles desequilibrados o estrés familiar— y, mediante EMDR, ayudar a sanar barreras emocionales profundas que bloquean la intimidad. Cuando este acompañamiento se complementa con una guía pastoral, el potencial de sanidad y restauración es aún mayor. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados”. (Santiago 5:16)

 

Una imagen para llevar: el kintsugi divino

El matrimonio no es perfecto; cuando el dolor y las heridas se hacen presentes, se asemeja a un lienzo roto que solo Dios puede restaurar. Como en el arte japonés del kintsugi, donde las grietas se sellan con oro, las fisuras de la rutina y del sufrimiento, al ser tocadas por la gracia divina, se transforman en testimonio de una belleza nueva y fortalecida. Esa unión, ahora reconstruida, brilla más precisamente por las marcas que antes la hicieron frágil.

Esta transformación nace del corazón mismo de Dios, quien nos invita a vivir el perdón no como un acto puntual, sino como un estilo de vida que refleja Su misericordia infinita. Cada herida sanada no solo cierra un capítulo del pasado, sino que abre un futuro de resiliencia, donde el amor —purificado por la prueba— se revela más auténtico, maduro y profundo.

¿Estás dispuesto a dejar que Dios toque tus heridas y las llene de Su gloria?

“He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”. Apocalipsis 21:5

 

Preguntas para reflexionar

            • ¿Qué me enamoró de mi cónyuge y cómo puedo redescubrirlo hoy?

            • ¿Qué heridas necesitan ser sanadas para que nuestra chispa vuelva a brillar?

            • ¿Cómo podemos crear momentos de conexión esta semana?

            • ¿Qué temores me impiden buscar ayuda profesional o pastoral?

            • ¿Cómo puedo asumir más responsabilidad en cultivar nuestro amor diario?

 

Cierre y llamado pastoral

El amor matrimonial es un fuego que Dios enciende, pero que nosotros debemos avivar con actos concretos desde nuestra voluntad. No dejes que las tormentas apaguen lo que el Señor encendió. Con Cristo al centro, cada palabra amable, cada oración compartida y cada gesto de ternura reconstruyen lo que parecía perdido.

Desde Valencia, mi esposa y yo seguimos acompañando a matrimonios que buscan sanar y reencontrar propósito. No te rindas. Da el primer paso hoy: mira, ama, reconecta.

Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.

 

Advertencia: seguridad y dignidad primero

Si hay desprecio, manipulación o abuso, la prioridad es la protección.

La chispa solo puede reavivarse en un entorno de respeto y seguridad.

Busca ayuda pastoral, profesional o legal.

El perdón no es impunidad.

Es poner la justicia en manos de Dios y la seguridad en manos sabias.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Entre la Tormenta y la Roca - Reaviva el fuego de tu matrimonio