Lidia

Fueron corazones femeninos los terrenos fructíferos escogidos por Dios para sembrar la semilla del Evangelio en Europa.

25 DE NOVIEMBRE DE 2020 · 10:30

Foto de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@jeremybishop">Jeremy Bishop</a> en Unsplash CC.,
Foto de Jeremy Bishop en Unsplash CC.

El encuentro entre Pablo y Lidia estuvo preparado de antemano por el Espíritu Santo. Por dos veces se opone a las intenciones del apóstol. Atravesando la provincia de Galacia quería permanecer en el continente asiático. Pero el Espíritu Santo le prohibió seguir predicando en Asia. Luego quiso seguir a Bitinia, en la parte septentrional del Asia Menor, en la playa del Mar Negro, “pero el Espíritu no se lo permitió”.

Dios tenía otros planes misioneros para el evangelista. Quería que cambiara de continente. “Le mostró a Pablo una visión de noche: Un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Hablando Pablo con Agripa acerca de su conversión, le dijo: “No fui rebelde a la visión celestial”. En esta otra visión celestial que tuvo del varón macedonio, tampoco fue rebelde. Cuenta Lucas en el libro de los Hechos: “Cuando vio la visión, enseguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el Evangelio”. Zarpan de Troas, ciudad marítima en la parte noroeste del Asia Menor y llegan a Filipos, “que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia”, dice la Biblia. En efecto. Filipos, que tomaba su nombre de Felipe de Macedonia, estaba situada en una llanura fértil, entre dos cordilleras de montañas. Situada en Grecia, era la primera ciudad de Europa donde llegaron Pablo, Silas, Timoteo y Lucas.

Allí, en Filipos, comenzaron los triunfos del Evangelio en Europa. Más tarde veremos a Pablo discutiendo con poetas y filósofos en el corazón de Atenas.

Sigue el relato de Lucas: “Un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido”.

Puesto que en Filipos los judíos debían ser pocos, no tenían sinagoga, se reunían para la oración junto al río, que facilitaba la práctica de las abluciones. Pablo, fiel a su costumbre de reunirse con judíos en sábado empieza por ellos. Como no debía haber hombres, el apóstol se dirige a las mujeres. Lucas no especifica si las mujeres se reunían al aire libre o en un oratorio cubierto.

Tanto Pablo como sus compañeros debieron sentirse desengañados. ¿No fueron llamados en visión por un varón? ¿Dónde estaban los hombres? Fueron corazones femeninos los terrenos fructíferos escogidos por Dios para sembrar la semilla del Evangelio en Europa.

Entre aquellas mujeres destaca Lidia. Lucas la presenta así: “Una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo, y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía”.

La mujer era oriunda de la ciudad de Tiatira, célebre por sus tintorerías de púrpura, negocio al que ella se dedicaba. Parece ser que manejando estos costosos productos había conquistado un puesto importante en el negocio de la púrpura, además de una elevada posición económica. Era una mujer rica.

Cuando Lucas dice de ella que “adoraba a Dios” estaba estableciendo sus vínculos religiosos. Lidia, como otras mujeres que estaban en el río, había crecido en el paganismo, pero estaba afiliada al judaísmo, como lo demuestra su presencia en el rito de la oración judaica.

La escueta frase con que el relato bíblico dice que el Señor abrió el corazón de Lidia es un importante testimonio de su conversión.

“El que creyere y fuere bautizado será salvo”, dijo Jesús. Lidia creyó y Pablo no demoró el bautismo. “Fue bautizada y su familia”.

Lidia fue bautizada inmediatamente, sin recibir instrucción prolongada, sencillamente sobre la confesión de su fe en Cristo. Como en el caso de la conversión del carcelero en la misma ciudad de Filipos, tampoco se dice cuántos eran los miembros que componían la familia de Lidia. Los que fueron bautizados al mismo tiempo que ella tendrían que haber sido personas mayores. Con verdadero espíritu cristiano Lidia se esfuerza por convertir a Cristo a todos los de su casa. No quería guardar exclusivamente para ella la felicidad encontrada en Cristo.

Lidia, primera persona convertida en Europa se nos presenta como ejemplar ama de casa y hábil mujer de negocios. En ella se une el temor a Dios, una profunda vida interior y gran agilidad espiritual. Además, se manifiesta como una mujer generosa. El agradecimiento por haber sido partícipe de la verdadera fe era tan grande que la llevó a hospedar a los misioneros en su casa. Después de bautizada les dijo: “Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mí casa y posad”. Dice Lucas: “Y nos obligó a quedarnos”.

Era norma del apóstol Pablo no aceptar ayuda alguna de las personas evangelizadas y quería seguirla también en el caso de Lidia, pero ante la delicada insistencia de la mujer, “nos obligó a quedarnos”, fue preciso ceder. La frase bíblica está en plural. ¿Hospedó solamente a Pablo o también a Lucas, Silas y Timoteo? De ser así, la casa donde habitaba Lidia sería grande. En Filipenses 4:15 Pablo dice a los miembros de aquella congregación que sólo allí consintió en aceptar una oferta de hospedaje.

¿Cuánto tiempo permanecieron los misioneros en casa de Lidia? Parece que semanas, otros comentaristas lo amplían a meses. Del grupo se marchó Lucas, que volvería a reunirse nuevamente con Pablo en Jerusalén.

La casa de Lidia no se limitó a ser lugar de hospedaje de los misioneros. También se dice que fue el primer templo cristiano en Europa. La clientela de Lidia era de mujeres de dinero. El movimiento del negocio llevaba consigo que en su casa entrase y saliese mucha gente. Por tanto, los misioneros tenían la oportunidad de hablar constantemente de la fe en Cristo. A no mucho tardar se constituyó la Iglesia en Filipos, con un considerable número de miembros. Esto se deduce por el encarcelamiento de Pablo y Silas en Filipos. Dice Lucas que “al salir de la cárcel entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron y se fueron”. Ya había hermanos en Cristo en la ciudad.

Cuando Pablo escribe la carta a los miembros de la Iglesia en Filipos les agradece con altura y delicadeza la generosidad de su contribución: “Ninguna Iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos”.

No quiero concluir este artículo sin considerar para las mujeres algunas lecciones que se desprenden de la vida de Lidia.

Una: A pesar de estar implicada en sus negocios, los sábados, considerados sagrados para los judíos, lo dejaba todo y se reunía con otras mujeres para adorar a Dios. ¿Qué hacen las mujeres de nuestras iglesias los domingos? ¿Imitan a Lidia?

Dos: Cuando el apóstol Pablo explicaba la Biblia, Lidia estaba atenta a sus palabras. ¿Están las mujeres atentas los domingos a las palabras de los predicadores?

Tres: En cuanto creyó, Lidia pidió ser bautizada. Hay mujeres en las congregaciones que han aceptado a Jesús, pero aplazan –algunas indefinidamente– el acto del bautismo.

Cuatro: Lidia no ocultó su conversión. Inmediatamente se preocupó de la salvación de su familia. Habría que preguntar a las mujeres cristianas de nuestros tiempos qué hacen con parte de su familia aún no creyente; si hacen algún esfuerzo por llevarlas al Señor.

Cinco: En fin, Lidia es ejemplo de generosidad. Mantuvo en su casa a cuatro hombres, que con la partida de Lucas quedaron en tres, por un largo tiempo, atendiendo a todas sus necesidades. Carecer de generosidad en las Iglesias es muestra de un conocimiento incompleto de la Biblia.

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