Hulda

¡Busquemos en las páginas de la Biblia a las mujeres anónimas que sin ser estrellas, si fueron lámparas!

17 DE JUNIO DE 2020 · 09:30

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Foto de Birmingham Museums Trust en Unsplash.

Propongo un ejercicio. En una reunión de adultos dedicada al estudio de la Biblia pregúntese cuántos conocen el nombre y la función de Hulda, pero que lo hagan de manera espontánea, sin abrir la Biblia.

Buscad a vuestra madre anónima”, decía el poeta Virgilio en el primer siglo de nuestra era.

¡Busquemos en las páginas de la Biblia a las mujeres anónimas que sin ser estrellas, si fueron lámparas! Algunos hombres cuyos nombres reconocemos fácilmente alcanzaron fama porque tuvieron a su lado mujeres inteligentes y fuertes. A ellos los ensalzó la historia, ellas quedaron en el anonimato.

Una de estas mujeres fue Hulda. De ella sólo tenemos breves versículos en el segundo libro de los Reyes, capítulo 22, y en el segundo de Crónicas, capítulo 34. Vivía en el segundo distrito de Jerusalén, un barrio nuevo que se extendía al oeste del templo. Estaba casada. De su esposo sólo sabemos que se llamaba Salum. La Biblia dice de ella que era profetisa. A mujeres con este don, pocas en el Antiguo Testamento, se les reconocía la capacidad de profetizar. También se llamaban profetisas a mujeres de profetas. El género profético abunda en la primera parte de la Biblia. La razón es evidente. Todo el Antiguo Testamento mira hacia el futuro, en espera del cumplimiento de las promesas de Jehová. Aunque en otros pueblos y otras religiones también existían los profetas, en ninguno de ellos se daba la profundidad e influencia del profeta o la profetisa de la Biblia.

Hulda pasaba tiempo en el majestuoso templo construido por Salomón. Dice la Biblia que era “guarda de las vestiduras”. Se trataba de vestimentas consideraras sagradas que utilizaban sacerdotes y mayormente el sumo sacerdote cuando oficiaban las ceremonias sagradas.

Hulda vivió en tiempos del rey Josías. Este rey asumió el trono cuando sólo tenía ocho años de edad. Gobernó durante 31 años. Estuvo considerado como el más recto y más justo de los reyes de Judá.

Josías promovió una reforma religiosa de grandes alcances, con algunas implicaciones políticas. Extirpó las prácticas cananeas y la adoración de divinidades extrañas al pueblo hebreo. Según 2º de Crónicas 34:4, “derribó los altares de los baales, e hizo pedazos las imágenes del sol; despedazó también las imágenes de Osera, las esculturas y estatuas fundidas, y las desmenuzó, esparció el polvo sobre los sepulcros de los que les habían ofrecido sacrificios”.

Tenía Josías 18 años cuando mandó reparar desperfectos del templo que habían sido abandonados por su malvado padre Amón y su doblemente malvado abuelo Manasés. Entre las obras que los albañiles estaban llevando a cabo el sumo sacerdote Hilcias encontró un libro cubierto de polvo en la tesorería del templo. Hilcias le pidió al escriba Safán que lo leyera y le diera su opinión. Safán acudió al rey y lo puso al tanto del descubrimiento. Era el libro de la ley, tal como lo define la Biblia. Cuando el rey Josías “hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos”.

¿De qué libro se trataba? Sobre la cuestión del contenido al volumen se ha discutido mucho. Según unos era el Pentateuco completo, otros, que suman mayoría, sostienen que se trataba del Deuteronomio, último de los cinco libros del Pentateuco.

En este punto, se ignora porqué, el autor del libro de Reyes da un giro brusco al relato. El rey Josías, impresionado por la lectura del libro hallado en el templo y por los castigos que anunciaba al pueblo hebreo, manda consultar a la profetisa Hulda. Aquí cobra importancia la persona de esta mujer de la Biblia. Todo un rey de Judá pide su opinión sobre las calamidades qué había de sufrir su pueblo. Si en un estudio dominical de la Biblia los adultos presentes ignoran quien fue Hulda, como escribí en otras letras de este artículo, aquí tienen un motivo para conocer su grandeza. Mujeres de la Biblia han desempeñado en la historia papeles más importantes que los hombres, pero ellas y sus obras han quedado silenciadas.

Cuando las cinco altas personalidades del reino llegan donde habitaba Hulda, hablan con ella y les dan a conocer el motivo de su visita, la acción de la mujer sigue a su pensamiento. Hablando en nombre de Jehová pronuncia una profecía que abarca los últimos cinco versículos en el capítulo 22, primer libro de los Reyes.

Hulda asegura a los enviados del rey el cumplimiento de los males que habrían de venir contra todos los judíos idólatras. Pero el rey se salvaría de esos males a causa de su rectitud ante Jehová. La profecía de Hulda concluye con la absolución de Josías: “Dice Jehová: He aquí que yo te recogeré con tus padres, y serás recogido en tu sepulcro, y tus ojos no verán el mal que yo traigo sobre este lugar y sobre los moradores de él”.

La historia de Judá corrobora las palabras de Hulda. Durante los años siguientes cayeron sobre el pueblo hebreo todos los males que ella había profetizado.

Por aquellos tiempos profetizaban también Sofonías y Jeremías. No obstante, el rey Josías prefirió consultar a Hulda, quien tenía un largo ministerio profético, a pesar de ser mujer. Conforta saber que de vez en cuando una mujer se impone al hombre en las páginas de la Biblia.

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