Manipular el nombre de Dios en vano
No hagamos de Él un Dios fácil, manejable, reflejo de nuestras propias ambiciones y deseos. Un dios de bolsillo, barato.
29 DE JULIO DE 2012 · 22:00

Si tuviera que detallar la manipulación que todas las religiones hacen del nombre de Dios en estos tiempos de tanta corrupción, tendría que escribir dos o tres tomos gordos.
Por otro lado, nada nuevo. Una práctica tan antigua como el cristianismo.
En los tres años que Jesús estuvo dando a conocer su doctrina, la gente intentó una y otra vez manipularlo. Le pedían señales y milagros. Algunos querían que hiciera entre ellos lo que había hecho en otras ciudades. Herodes insistió mucho para que realizara ante él milagros especiales. Quienes contemplaban su muerte le gritaban: Baja de la cruz y creeremos en ti.
La reacción de Jesús fue llamar generación perversa a quienes querían manipularle.
Incluso los de su círculo íntimo, los que estaban cerca de Él, intentaron lo mismo.
La madre de Juan y Santiago le pide privilegios para sus hijos, que entrone uno de ellos a su derecha y otro a su izquierda. Jesús rechazó tajantemente la manipulación que la mujer pretendía diciendo que aquello correspondía sólo al Padre. Quizá pensó contestar con violencia verbal, como en otras ocasiones, pero por respeto a la madre de Sus discípulos más cercanos, no lo hizo.
También nosotros manipulamos a Dios en nuestras oraciones. Valiéndonos de tal o cual promesa extraída del Viejo Testamento, tratamos de forzar Su voluntad para que nos conceda lo que queremos, que puede ser lo que Él no quiere. Insistiendo en nuestras peticiones, a veces egoístas, con aquello de “Señor, acuérdate” (como si el Señor perdiera la memoria en algún momento), estamos rebajando la grandeza de Dios a nuestros niveles humanos.
Dios sabe perfectamente lo que necesitamos. Nos conoce mejor que cada uno de nosotros a sí mismo. No intentemos manipularlo con nuestras oraciones.
Seamos pacientes. La impaciencia conduce a eso, a la manipulación al creer que tarda en responder a lo que le hemos pedido.
No impongamos a Dios nuestra forma de ver y de querer las cosas. No hagamos de Él un Dios fácil, manejable, reflejo de nuestras propias ambiciones y deseos. Un dios de bolsillo, barato, no nos sirve.
No digamos que oramos en nombre de Dios, que pensamos en nombre de Dios, que actuamos en nombre de Dios, cuando en realidad pensamos, hablamos y obramos en nombre nuestro, en nombre de nuestro propio egoísmo.
Saludos
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque - Manipular el nombre de Dios en vano
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