¡Dios soñó contigo!

Valoremos este maravilloso don de la vida terrenal que puede convertirse para muchos de nosotros en el preámbulo de la vida eterna.

17 DE AGOSTO DE 2025 · 08:45

Foto: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@ninni_mastrorilli"> Ninni Mastrorilli</a>, Unsplash CC0.,
Foto: Ninni Mastrorilli, Unsplash CC0.

Es realmente fascinante descubrirnos a nosotros mismos y darnos cuenta del grandioso hecho de ser quienes somos. Tenemos vida propia, somos una entidad singularmente inteligente, con todas las facultades y posibilidades inherentes a nuestra privilegiada humanidad. ¡Estamos vivos!, esto es un maravilloso regalo de la Divinidad y de su asombrosa ingeniería genética.

Por eso quiero que celebres hoy conmigo la maravillosa experiencia de existir y de ser quien eres. Tal como diría el rey David en uno de sus salmos, "Dios, tú nada desconocías de mí, que fui creado en lo oculto, tejido en los abismos de la tierra. Veían tus ojos como me formaba. En tu Libro, estaba todo escrito; estaban ya trazados mis días cuando aún no existía ni uno de ellos".

Estoy completamente seguro que Dios soñó contigo y conmigo, pensó exactamente en ti y en mí y en cada ser humano singularmente, ¡no es realmente extraordinario a la vez que maravilloso!.

Solo por el hecho de tener la oportunidad de nacer y de vivir y poder emprender la aventura de la vida, con todos los riesgos que ello conlleva, nos puede resultar verdaderamente emocionante.

Y esta afortunada, a la vez que irrepetible experiencia de vivir, nos da la oportunidad de poder tener un encuentro con nuestro Creador en algún momento de nuestro peregrinaje humano; porque vivir posibilita el reencontrarnos con nuestro Hacedor, el que nos diseñó en su soberano designio y determino que fuéramos exactamente quienes somos.

Si tenemos la dicha de conocer a tiempo al Dios que nos creó en vida, podemos llegar a tener la inmensa bendición de experimentar su impresionante amor y de llegar a aceptar por voluntad propia a Jesucristo como nuestro Único y suficiente Salvador, él es el mejor médico para nuestras perturbadas almas, heridas por el mortal virus del pecado, que ha deformado la imagen de Dios en el ser humano y ha malogrado muchas de nuestras potencialidades originales.

Por tanto, valoremos este maravilloso don de la vida terrenal que puede convertirse para muchos de nosotros en el preámbulo de la vida eterna; cuando no, en el peor de los casos, en la antesala de la perdición para muchos indiferentes, echándose a perder para siempre.

Nuestra oración final es: ¡Gracias Dios por darnos vida y de amarnos tanto como nos amas a pesar de nuestras muchas transgresiones contra tu santa ley y contra tu misma persona. Te recibo ahora mismo Jesús, como Señor y Salvador de mi vida, con sincero arrepentimiento y con una fe sincera por tu obra perfecta en la cruz. Amén

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - ¡Dios soñó contigo!