La carcoma del pecado

El pecado es un virus contagioso, es una carcoma que destruye todo nuestro ser tripartito.

21 DE NOVIEMBRE DE 2021 · 10:00

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Imagen de Tengyart en Unsplash.

Filósofos como Sorën Kierkegard y David Hume en sus diferentes tratados sobre la naturaleza humana, al igual que profetas de antaño y personajes tan ilustres como el apóstol Pablo entre otros han intentado describirnos el origen del mal en el corazón humano y su corrosiva influencia moral y también el conflicto que produce el pecado en cualquiera de nosotros desestructurando la armonía entre nuestro espíritu, alma y cuerpo, quebrantando de esa manera nuestra relación personal con Dios nuestro Creador.

Santiago el hermano carnal del Señor Jesús es quien mejor describe de manera divinamente inspirada la etiología del pecado “…cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado da a luz la muerte” Santiago 1:14-15. Esta es una radiografía perfecta de la secuencia del pecado, que se produce de forma larvada en nuestro corazón carnal y sinuosamente va seduciéndonos hasta quedar atrapados en pensamientos que concluyen en pecados de facto que acaban cortocircuitando nuestra preciosa comunión con Dios cuando pecamos.

No debemos atribuirle al diablo, el tentador por excelencia, todos nuestros devaneos mentales con el pecado en sus más sofisticadas formas, si bien el pecado y Satanás son cómplices totales no solo contra el creyente sino contra toda la humanidad en sus muchas inducciones, tanto de formas sutiles como agresivas de pecado. De lo contrario anularíamos el necesario sentido de responsabilidad que el creyente debe tener ante los múltiples desafíos que nos depara el perverso tridente del mundo, la carne y Satanás; a quienes también he denominado el dragón de las tres cabezas que interactúan implacablemente contra los hijos de Dios.

Me llaman la atención las palabras del autor de la carta a los Hebreos: “Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado” Hebreos 3:13. El pecado es un virus contagioso, es una carcoma que destruye todo nuestro ser tripartito. Por eso es bueno y necesario el amonestarnos mutuamente de buena manera para no caer en las múltiples trampas del pecado. El pecado no advertido puede llegar a endurecernos y hacernos caer en la trampa del autoengaño. Existe una teología muy indulgente sobre los diferentes efectos del pecado contra el creyente timorato o licencioso en su estilo de vida.

El apóstol Pablo nos presenta un auténtico tratado teológico sobre la anatomía del pecado en los capítulos 5 al 7 de la carta a los Romanos de forma magistral y lo concluye con el capítulo 8 describiéndonos divinamente inspirado la victoria sobre el poder del pecado que mora en nosotros. Gracias a Dios estamos dotados del gran recurso divino que es la bendita presencia del Espíritu Santo en nosotros quién nos ayuda en nuestras debilidades. También nos dan esperanza las Escrituras a través del apóstol Juan “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros sino también por los de todo el mundo” de tal manera “que si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”  1ª Juan 2: 1-2 / 1ª Juan 1:9.

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