El triunfo del crucificado
Su muerte vicaria nos redime de la esclavitud moral del pecado y nos otorga libertad para poder vivir una vida nueva.
06 DE ABRIL DE 2023 · 12:00

La muerte de Jesucristo en el monte Calvario viene a ser la gran paradoja divina para la redención de la humanidad.
El hecho de la muerte de Jesús en la cruz se convierte en una ofensa para la razón humana porque la cruz supone una locura para quienes se pierden, porque la muerte de una víctima humana para salvar a la humanidad es inconcebible para el hombre y la mujer contemporáneos, siendo lo más asombroso de todo que quien tenía que morir era nada más y nada menos que el mismo Hijo de Dios, éste es el Dios que se hizo hombre por amor a nosotros.
Uno de los reproches más frecuentes contra la fe cristiana es la de admitir una experiencia salvacionista como si ésta fuera una especie de escapismo o huida de las realidades humanas, o también por su tremendismo religioso.
Los días de la llamada semana de la pasión de Jesucristo son enormemente llamativos, además de dramáticos, por su exacto cumplimiento profético, predicho por las Sagradas Escrituras cientos de años antes de que sucedieran los hechos.
Pero lo que no deja de impresionarnos después de tantos años y de tantas versiones realizadas en el cine en el arte y en la literatura es el hecho de la crucifixión en sí misma.
El Hijo de Dios agonizaba lentamente y, mientras tanto, a su alrededor se producían efectos especialmente llamativos como fue el súbito rasgado del velo del templo de Jerusalén, el terremoto en el preciso momento del óbito y la gran oscuridad que se produjo en aquellos momentos; era como si la misma creación rugiera de dolor por la muerte del Salvador del mundo.
El efecto soteriológico de la muerte de Cristo en la cruz tiene un alcance cósmico, además de redentor: “Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; (…) mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo por nuestra paz cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados” (Isaías 53:4-5).
Jesús también triunfó sobre los poderes de las tinieblas en la cruz, destruyendo el infernal poderío satánico al que estaba sometida toda la humanidad (Colosenses 2:15, 20).
Su muerte vicaria nos redime de la esclavitud moral del pecado y nos otorga libertad para poder vivir una vida nueva y plena aquí en la tierra y, ante todo, nos concede el impagable don de la vida eterna.
Son muchos los beneficios actuales y eternales de la muerte de Jesucristo a nuestro favor. Y este hecho solo tiene una única explicación, el gran amor de Dios hacia todos nosotros, porque cuando aún éramos débiles, Cristo murió por nosotros. ¡Bendito sea su Nombre!
Por ello, quiero invitarte a que celebres conmigo el triunfo del crucificado sobre aquella maldita cruz que, por momentos, se convirtió en el símbolo de bendición más grande de todos los tiempos.
Jesús sufrió la cruz hasta las últimas consecuencias y, tal como estaba escrito, al tercer día resucitó de entre los muertos y vive para siempre, ¡amén, aleluya!
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - El triunfo del crucificado