Todas las novelas de Unamuno: “Abel Sánchez” (1917)

De esta, dijo el propio Unamuno que era “la más trágica de sus novelas”.

09 DE JULIO DE 2020 · 21:20

Detalle de la portada de la edición de Alianza Editorial.,
Detalle de la portada de la edición de Alianza Editorial.

En Abel Sánchez, que el autor subtitula Una historia de pasión, Unamuno utiliza dos técnicas literarias: el diálogo y fragmentos de un supuesto diario íntimo de uno de los protagonistas, Joaquín. Refiriéndose al supuesto diario en el prólogo a la segunda edición de la novela, fechado en Hendaya en 1928, Unamuno confiesa que la primera edición no tuvo mucho éxito en España, y lo justifica diciendo que al público “no gusta que se llegue con el escalpelo a hediondear simas del alma humana y que se haga saltar pus”, como él lo hace en el manejo del fingido diario.

De Abel Sánchez dijo el propio Unamuno que era “la más trágica de sus novelas”. Tal vez por eso la subtítuló Una historia de pasión.

Eugenio de Nora, autor de La novela española contemporánea, encuentra dos motivos de referencia a lo trágico de la obra. Primero, “que la pasión del protagonista surge y crece con fijeza de destino”. Segundo, que Unamuno, “a través de su desventurado y patético personaje, no escudriña en un hombre solo: está historiando la pasión negra española por excelencia, la envidia”. Ya en el prólogo lo denuncia: “Esta terrible envidia de los griegos, pueblo democrático y más bien demagógico, como el español, ha sido el fermento de la vida social española”. Añade en la misma página: “La envidia nació en Cataluña, me decía una vez Cambó en la plaza Mayor de Salamanca”. Agrega: “¿De dónde nació la vieja Inquisición? Lo supo Quevedo; lo supo Fray Luis de León; la soberbia de Felipe II no fue más que envidia”.

En esta novela de Unamuno, Joaquín Monegro es Caín y Abel Sánchez el segundo hijo de a Adán y Eva. Unamuno conocía perfectamente la historia del Génesis, libro que había leído mucho y frecuentemente citado en sus novelas. Pero ignoro si llegó a comprender la mirada futura del libro y su doctrina mesiánica. La poderosa mente del gran vasco siempre se inclinaba por interpretaciones propias. Como ocurre en el capítulo XI de la novela, donde Unamuno se extiende sobre el Caín del Génesis y el Caín de Lord Byron: “No se te ha ocurrido pensar que si Caín no mata a Abel habría sido éste el que habría acabado matando a su hermano? El agraciado, el favorito de Dios era Abel, el desgraciado, Caín… Los que se creen justos suelen ser unos arrogantes que van a deprimir a los otros con la ostentación de su justicia… Los abelitos han inventado el infierno para los cainitas porque si no su gloria les resultaría insípida. Su goce está en ver, libres de padecimiento, padecer a los otros”.

El tema de Caín, presente a lo largo de Abel Sánchez, inquietaba a Unamuno. Confiesa que le impactó el libro del poeta inglés George Gordon Byron titulado Caín, tragedia en verso, publicado en 1821, 43 años antes de que Unamuno naciera. Confiesa el gran vasco: “Fue terrible el efecto que la lectura de aquel libro me hizo. Sentí la necesidad de desahogarme y tomé unas notas que aún conservo, y las tengo ahora aquí presentes. La lectura del Caín de Lord Byron, me entró hasta lo más íntimo”.

En su libro de 1953 Temas de Unamuno, Carlos Clavería dedica todo un capítulo a demostrar la influencia que la figura de Caín ejerció en la obra unamuniana. “Bien pronto debió Unamuno –dice– en sus lecturas de la Biblia, sentirse atraído por el pasaje del Génesis que relata el drama de los hijos de Adán, que trae por primera vez la muerte a la tierra”.

Dos veces he leído Abel Sánchez. La primera fue en Marruecos. En la última página de la novela, la 759 en el segundo tomo de las Obras Completas consta esta anotación: “Leída en Agadir, agosto de 1953”. La segunda vez ha sido ahora, antes de redactar las primeras páginas de este artículo.

Joaquín y Abel, amigos desde la infancia, toman caminos distintos. Dios, la suerte o el destino favorece a Abel y desfavorece a Joaquín. Este estudia para médico y Abel sigue su vocación de pintor. Joaquín presenta a Abel su prima Helena. Al día siguiente pregunta a Abel que le ha parecido.

Abel: “Hombre ¿quieres la verdad?” Joaquín, moralizante: “La verdad siempre, Abel; si nos dijéramos siempre la verdad, esto sería un paraíso”.

Discrepo. Sería un infierno. Abel: “La verdad es que tu prima y futura novia, acaso esposa, Helena, me parece una pava real, es decir, un pavo real hembra”.

Joaquín lo ignora. Está perdidamente enamorado de su prima. Consciente de que Abel la corteja con éxito, le suplica: “Déjame a Helena, Mira que no sabré dirigirme a otra”. El hermano menor no cede.

Abel y Helena contraen matrimonio. Joaquín acude a la ceremonia “con el alma escarchada de odio”. De Abel y Helena nace un hijo, al que ponen por nombre Abel, abelito. Estudia medicina, se convierte en el discípulo preferido de Joaquín, al que llega a querer más que a su propio padre. A su vez, Joaquín contrae matrimonio con Antonia. Engendra una hija, a la que llaman Joaquina. Planeando venganza, casa a su hija con el hijo de Abel. “Así su odio le sobrevivirá y penetrará en la sangre de su rival”.

Muere Abel tras una fuerte amenaza de Joaquín. También éste muere, después de pedir perdón por la muerte de su amigo. Julián Marías cree que el odio de Joaquín a su amigo existe y tiende a perseverar en la vida de los pueblos. En un momento de la novela Joaquín dice en un grito: “¿Por qué nací en tierra de odio?”, refiriéndose a España.

El argumento general de Abel Sánchez es devorador. En palabras del poeta y crítico literario Eugenio de Nora, citado en otras letras mías, “Se trata de un relato escueto, descarnado, brutalmente pre-literario, acelerado todo él en un personaje de jadear angustioso y decisivo, sin matices ni gradacciones”; la proyección de la pasión intima de un personaje sobre el conjunto de la vida social española, tema reflejado en la confesión final de Joaquín: “¿Por qué he sido tan envidioso, tan malo? ¿Qué hice para ser así? ¿Qué leche mamé? ¿Por qué nací en tierra de odio? En tierra en que el precepto parece ser: odia a tu prójimo como a ti mismo. Porque he vivido odiándome; porque aquí todos vivimos odiándonos”. (Obras Completas, página 758)

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