Medio siglo sin William Faulkner

Faulkner tuvo una educación protestante rayana en el puritanismo. Sin embargo, sus obras no reflejan aprecio alguno por el mensaje de la Biblia.

12 DE ENERO DE 2013 · 23:00

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El 6 de julio de 1962 moría en Oxford, ciudad enclavada al norte del estado norteamericano Mississippi, el autor de EL RUIDO Y LA FURIA, una de sus grandes novelas, William Faulkner. Sólo tenía 65 años, dos más de los que contaba al suicidarse en julio de 1961 otro grande de la literatura, Ernesto Hemingway. Ambos fueron distinguidos con el Premio Nobel de Literatura. Fueron dos grandes fumadores en pipa. Se han cumplido 50 años de su muerte. Faulkner está considerado como uno de los autores más representativos de la literatura contemporánea de Estados Unidos. Sus libros, dice Winston Manrique, penetran en las zonas de penumbra más oscuras de las emociones, los sentimientos, la razón y los instintos del ser humano. Aún cuando realizó algunos estudios universitarios, en realidad fue siempre un autodidacta. Perteneció a una familia de tradición protestante fuertemente enraizada en el sur del país. Nació en New Albany, (Mississippi) el 25 de septiembre de 1897. Al estallar la primera guerra mundial en 1914 fue enviado a Inglaterra. Allí, en el curso de una estancia en Oxford, leyó a los poetas isabelinos. En Francia sufrió un accidente de aviación. De regreso a Estados Unidos aceptó algunos trabajos manuales, como cartero en la Universidad, pintor de brocha gorda, carpintero y otros. Inclinado a la literatura empezó escribiendo artículos descriptivos para la prensa. En 1924 publicó en edición limitada una colección de versos bucólicos que tituló EL FAUNO DE MÁRMOL. Sus primeras novelasfueron LA PAGA DEL SOLDADO (1926), MOSQUITOS (1927) y EL RUIDO Y LA FURIA (1929), título tomado de un verso de Shakespeare. Un año después aparece MIENTRAS AGONIZO, donde analiza la miseria en la que vivían familias de blancos llegadas de Europa. El avance definitivo hacia el éxito se produce a raíz de la publicación de SANTUARIO, tremenda denuncia de la hipocresía religiosa que advertía en la sociedad de su país. En SANTUARIO, Faulkner hace el retrato de una juventud absurdamente frívola, entregada a la bebida y a la sensualidad. Esta fue la primera novela del autor publicada en España. Ocurrió en 1934, traducida por Lino Nicolás Calvo. Faulkner escribió mucho. Su bibliografía incluye veinte novelas, nada menos que ciento diecinueve relatos, seis libros de poesía, un ensayo en el que analiza la obra de Coetzel, Neruda, Doris Lessing y Gabriel García Márquez. Para el cine escribió ocho guiones, el primero en 1933 con el título VIVAMOS HOY y el último en 1955, TIERRA DE FARAONES, los dos llevados a la pantalla por el gran director que fue Howard Hawks. En 1932 el realizador norteamericano Stephen Robert adaptó para el cine su novela SANTUARIO, que en España se proyectó con otro nombre, SECUESTRO. Fue magistralmente interpretada por dos grandes actores: Herbert Marshall y Miriam Hopkins. La cinta está considerada como un clásico del drama negro. En 1949 le fue concedido a Faulkner el Premio Nobel de Literatura. Dos veces obtuvo el prestigioso Premio Pulitzer por sus novelas UNA FÁBULA y LOS RATEROS. En general, la crítica literaria identifica entre sus novelas más importantes estas tres: EL RUIDO Y LA FURIA, LUZ DE AGOSTO y ABSALÓN, ABSALÓN. Este título está tomado de la historia bíblica. Absalón, uno de los hijos de David, mata a su hermanastro Ammón por haber violado a Tamar, hermana suya de padre y madre. Huye de Jerusalén, regresa tres años después e intenta arrebatar el trono a su padre David. En el curso de una batalla, cuenta la Biblia, la larga cabellera de Absalón se enredó en un árbol y fue muerto por Joab. Al tener noticia de su muerte, David entró en profunda depresión y pronunció las palabras que Faulkner eligió como título de su novela: “¡Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! (2º de Samuel 18:33). La obra de Faulkner transcurre en el condado de Yoknapatawpha, mítica transposición de la región norteña del estado de Mississippi. Cincuenta años después de la muerte de Sutpen, dos jóvenes recuerdan la historia. A medida que la van reconstruyendo los hechos se hacen más confusos hasta el punto de no distinguirse la realidad de la ficción, como lo explica el propio autor: “No sabes si lo que ves es lo que miras o lo que crees ver”. En opinión de Juan Gabriel Vásquez, “pocas novelas como ABSALÓN, ABSALÓN han expresado de manera tan rica el carácter inasible de la historia, su terrible ambigüedad y nuestra incapacidad para dar una versión única y confiable de ella”. Dice Javier Marías que la fuerza extraordinaria de Faulkner está en su estilo. Un estilo, agrega, “que lo emparenta con Proust, que ha sido una de sus influencias, y con Henry James”. Por su parte, Faulkner dejó una influencia notoria en escritores de otras partes del mundo, incluyendo a hispanoamericanos del siglo XX como Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Guillermo Cabrera Infante, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, entre otros. García Márquez en VIVIR PARA CONTARLO y Vargas Llosa en EL PEZ EN EL AGUA admiten su influencia, algo que al leer estas novelas emerge más que como una influencia: son discípulos del autor norteamericano. Faulkner tuvo en su infancia y adolescencia una educación protestante rayana en el puritanismo. Sin embargo, sus obras no reflejan aprecio alguno por las páginas de la Biblia. En sus novelas se encuentran muchos de los elementos de la tradición estadounidense, pero no el elemento religioso, tan hondamente arraigado en el sur de ese gran país. Sus temas principales son el conflicto entre el bien y el mal, el fracaso al intentar retener los esplendores del pasado. La redención y la expiación, presentes en toda su obra, llegan mediante el sufrimiento y la muerte, no en virtud del Dios bíblico, al que ignora de principio a fin. Muy triste. Un hombre sin Dios, por muy brillante que sea, debe tomar por sí mismo las riendas de su destino eterno. Salir al encuentro del Todopoderoso con fe, esperanza y amor, metáfora de la salvación del mundo resumida en el monte Calvario.

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