La mujer en los evangelios: María de Betania
Su carácter presenta un hermoso cuadro: contemplativa, confiada, cariñosa; para ella el cielo consistía en sentarse a los pies de su adorado Maestro y Señor.
27 DE SEPTIEMBRE DE 2024 · 10:14
Un texto en Lucas 8:1-3 trata de mujeres que seguían a Jesús. Marcos cuenta que el Señor no permitió que le siguieran algunos hombres que habían sido curados por Él. El motivo de admitir a estas mujeres lo da a entender el evangelista diciendo que “le servían de sus bienes”. En su pobreza Cristo experimentaba la necesidad de aquella cooperación y ayuda.
Al tratar de la mujer en los Evangelios inicio la serie con María de Betania.
En tiempos de Jesús Betania era una pequeña ciudad situada a tres kilómetros de Jerusalén, en la vertiente oriental del monte de los Olivos. Allí vivián tres hermanos: Marta, María y Lázaro.
Jesús era Dios, pero era también hombre. Como hombre experimentaba el cansancio de su agotador trabajo. Juan lo confirma: “Jesús, cansado del camino”. (Juan 4:6). Cuando esto le ocurría buscaba refugio y descanso en el hogar de los tres hermanos. En una ocasión, después de discutir con escribas y fariseos, Mateo dice que los dejó “salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí”. (Mateo 21:17).
Llegado a la casa donde habitaban los tres hermanos, la primera en recibirlo fue María, “la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra”. (Lucas 10:39).
¡Gran mujer!
¡Gran creyente! ¡Gran alma deseosa de aumentar el conocimiento de la divina palabra!
Su carácter presenta un hermoso cuadro: contemplativa, confiada, cariñosa; para ella el cielo consistía en sentarse a los pies de su adorado Maestro y Señor.
Jesús había ido allí en busca de descanso, pero María no lo dejaba. (Lucas 10:29).
Háblame, decía a Jesús. Él le diría: María, vengo cansado. He hablado a cinco mil personas. Sí, respondería ella, pero ahora háblame a mí. Háblame de la Palabra.
A continuación “María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjuagó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume”. (Juan 12:3).
Lucas cuenta la historia de otra mujer que estando Jesús comiendo en casa de un tal Simón el fariseo, se acercó a Él, vertió un frasco de alabastro con perfume y llorando comenzó a regar con lágrimas sus pies y enjugarlos con sus cabellos. (Lucas 7:36-38).
Algunos comentaristas del Nuevo Testamento sostienen que esta mujer era la misma que María de Betania. No lo era en absoluto. Entre otras muchas razones, de la mujer en Lucas 7 se dice que era pecadora, y María de Betania era una joven pura.
¡A los pies de Jesús! Así hemos de vivir. Él no está físicamente con nosotros, pero tenemos cuatro Evangelios de historia y biografía.
Podemos y debemos dedicar un tiempo a solas y estar a sus pies leyendo Su palabra y orando.
Por un año más
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