La pasión de Cristo
Si la película de Gibson se considera antisemita, entonces todo el Nuevo Testamento lo es.
17 DE MARZO DE 2023 · 09:00

He vuelto a ver en televisión la película de Mel Gibson titulada La Pasión de Cristo. Cuando fue estrenada el año 2004 a Gibson le llovieron la denuncia de antisemitismo.
Si la película de Gibson se considera antisemita, entonces todo el Nuevo Testamento lo es. Porque aun cuando la muerte de Cristo estaba anticipada y formaba parte del plan de Dios para la redención del ser humano, los autores intelectuales del genocidio fueron los judíos de su época.
No procede acusar de antisemita La pasión de Cristo. ¿Acusamos de antisemitismo a los autores de los cuatro Evangelios, tres de los cuales eran judíos? (De Lucas se cree que era gentil, de Antioquia, convertido al cristianismo).
¿Acusamos de antisemitismo al apóstol Pedro, judío enraizado en las tradiciones de la Ley? ¿Acusamos de antisemitismo al apóstol Pablo, hebreo de hebreos (Filipenses 3:5), fariseo, hijo de fariseo (Hechos 23:6)? ¿Se escribió el Nuevo Testamento con mirada antijudía? ¿Qué responsabilidad atribuimos entonces al Espíritu Santo, bajo cuya inspiración hablaron los santos hombres de Dios que escribieron la palabra revelada? (2ª de Pedro 1:21). ¿No eran judíos los que desde el principio se propusieron matar a Jesús?
Juan dice que después del discurso sobre el pan de vida “andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea porque los judíos procuraban matarle” (Juan 7:1). En el mismo capítulo, poco más adelante, donde se discute sobre la persona de Jesús, “decían unos de Jerusalén: ¿No es éste a quien buscan para matarle?” (Juan 7:25).
Siguiendo literalmente en el mismo marco local y temporal, es el propio Jesús quien se enfrenta a un grupo de judíos que lo acusaban de demoníaco y les dice: “Ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad” (Juan 8:40). Ante la expectación que despertó en el pueblo el milagro de la resurrección de Lázaro y el peligro que según los líderes del judaísmo Jesús representaba, llegan a una conclusión: “Nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca”. El hombre que debía morir era Jesús. “Así que desde aquel día acordaron matarle” (Juan 11:45-53).
Sigamos: en tiempos de aquella pascua que traía a la memoria la liberación de los judíos esclavos en Egipto, “los principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás y tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús y matarle” (Mateo 26:3-4). Caifás fue sumo sacerdote desde el año 18 al 36 después de Cristo. Era yerno del anterior sacerdote, Anás. Los Evangelios le atribuyen un influjo preponderante en el complot para matar a Cristo. Caifás, ¿no era judío? ¿No eran también judíos los sacerdotes, los escribas y los principales ancianos del pueblo a los que se refiere Mateo? ¿No era judía la turba que prefirió a Barrabás y ante la pregunta de Pilato, ¿qué haré con Jesús? respondió a gritos: “Crucifícale”. Y acto seguido: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mateo 27:23-26).
Hay más: cuando el apóstol Pedro fue restaurado espiritualmente por Jesús después de su resurrección, el hombre acobardado que escondido tras su miedo negó a Cristo tres veces, adquiere una valentía temeraria. Nada menos que en el pórtico del templo de Salomón, en el santuario del judaísmo, se dirige a los grandes de la religión hebrea y los acusa de asesinato: “Vosotros negasteis al santo y al justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de entre los muertos” (Hechos 3:14-15). Poco después, en otro discurso ante los grandes pontífices y fariseos judíos, Pedro insiste: “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de un madero” (Hechos 5:30).
San Pablo se une a la prueba testimonial. Escribiendo a iglesias griegas en Tesalónica les dice que han padecido de su propia nación “las mismas cosas que ellos (las iglesias de Judea) padecieron de los judíos, los cuales mataron al Señor Jesús” (1ª Tesalonicenses 2:14- 15).
Ante tantas evidencias de las Escrituras inspiradas no comprendo cómo un teólogo de la talla intelectual de Juan José Tamayo escriba que “el pueblo judío nada tuvo que ver en su condena y posterior ejecución” (El País 9-4-2004). Hasta los sabios teniendo ojos no ven y teniendo mente privilegiada no razonan.
Más lúcido me parece el joven escritor Juan Manuel De Prada cuando constata “que la acusación de antisemitismo proferida contra Gibson no se sostiene en píe” (ABC 28-2-2004). En efecto: no se sostiene en píe porque La Pasión no es un ataque al pueblo judío. Es la exposición cinematográfica de una realidad histórica.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El color de mi cristal - La pasión de Cristo