Amiguismo y enemiguismo
Ya se vive, en cualquier país, la confrontación política con una realidad común terrible: hay que cerrar filas alrededor del partido, y defenderlo tenga razón o no. Y el que no lo haga “no sale en la foto”. Tus amigos son mis amigos y tus enemigos mis enemigos. Piensen lo que piensen, hagan lo que hagan, y tengan razón o no la tengan.
16 DE JUNIO DE 2008 · 22:00

Nosotros estamos en contra de esta idea. Por ejemplo, podemos asegurarles que en este medio se vierten de vez en cuando opiniones con las que estamos en mayor o menor grado de desacuerdo (excepcionalmente mucho). Pero lo publicamos sin pestañear, porque creemos que es nuestro deber y el derecho de quienes escriben y colaboran en nuestras páginas, y de quienes nos leen.
Porque al fin y al cabo, es muy cierto que ese mismo desacuerdo ocasional ocurre a la inversa –sin ir más lejos- con nuestros Editoriales. Y sobre todo porque este intento de ser fieles a la libertad plural es nuestra seguridad (y la suya) de que -siempre desde el respeto- no actuamos, informamos u opinamos desde el sesgo de un punto de vista único o dirigido.
Como anécdota que ilustra bien esta forma de actuar, hace un tiempo hablamos con un muy conocido líder político español, disconforme y molesto con cierto contenido de esta publicación. Al responderle lo que acabamos de explicar nos contestó: “Siempre todo se puede controlar”. Nos asusta esta respuesta, y a la vez nos negamos a actuar de esta manera, tanto que no queremos, podemos ni sabemos ejercer ese control; de la misma forma que un pingüino, a pesar de tener dos alas, puede caminar –torpemente- o nadar, pero nunca volar.
Por todo ello es una satisfacción que podemos afirmar que cuando estamos de acuerdo o cuestionamos un proyecto o actividad esto nada tiene que ver con el “amiguismo” o “enemiguismo” del tema, persona o institución en cuestión.
Hemos apoyado ideas y proyectos que nos son ajenos de la misma forma que cuestionado otros por sus características, sin tener en cuenta si esto nos va a suponer beneficio alguno (generalmente ocurre lo contrario). Hemos publicado loas de “enemigos” y críticas a “amigos” (incluidos nosotros mismos, y personas o entidades que nos son muy queridas) y ahí hemos estado, guardando el tipo con dignidad y encima convencidos de que hacemos lo mejor, lo que es nuestro ideal y no nuestro interés particular.
Y es que vivimos en la sociedad una tendencia a diluir la verdad y la justicia a favor del amigo o de quien nos interesa. Basta leer cualquier medio de comunicación y las informaciones u opiniones contradictorias en torno a situaciones en principio claras: cada cual barre para su casa de manera descarada. Y eso es no solo antiestético, sino dañino: es ser jueces injustos, practicadores de cohecho, corruptos.
Porque en esta filosofía lo que importa realmente no son las ideas: son los intereses (económicos, políticos, empresariales, ambiciones personales…). Lo que se busca no es la verdad, me convenga o no, sino la medio verdad que no me cree problemas y me ayude a lograr mis metas y la de mis “amigos”, sean las que sean.
Les podemos asegurar que estamos pagando un alto precio por querer mantenernos fuera de estas líneas de pensamiento y actuación. Lo aceptamos sin dudar. Y no cambiaríamos la libertad de la transparencia y de la integridad por las cadenas de los compromisos bastardos.
Al fin y al cabo, el camino de la verdad lleva a la vida. Y no queremos ser parte del cementerio espiritual de Occidente; sino más bien luchar por ser rescoldos rescatados del incendio, que diría Juan Wesley.
Por cierto, ¡si Wesley levantara la cabeza!
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - Amiguismo y enemiguismo
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