Democracia en la Iglesia
El hecho de llamar a una entidad democrática, por mucho que lo sea, no es ninguna garantía. Especialmente si se aplican los principios del protestantismo: la democracia es el mejor de los sistemas de gobierno, porque es el menos malo de las fórmulas posibles ¿Por qué? Por la naturaleza potencialmente depravada del ser humano… y de cualquier institución, que necesita ser controlada.
28 DE MAYO DE 2007 · 22:00
El hombre es imagen y semejanza de Dios. Por ello es capaz de lo mejor, y por lo tanto la democracia es posible. Pero a la vez el hombre, con una naturaleza corrompida en potencia (léase egoísmo, envidia, orgullo, odio, avaricia…) es capaz de lo peor. Por eso el ser humano y la sociedad necesitan controles, y la democracia no es candidata a una confianza sin límites.
Sin duda uno de los controles es el interno. Ninguna institución permitirá algo negativo para su imagen, bien sea por interés o por convicción. Mentir, robar, engañar… son aspectos que se “depuran” a nivel interno cuando surgen en la actuación de un individuo o entidad. O si no se hace a nivel interno, se hace a nivel externo si llega a hacerse público: nadie “conoce” al culpable, ni es responsable de su actuación. Se le abandona (también a veces se abandona a inocentes, pero esa es otra cuestión bien distinta).
Pero a pesar de este control interno, hace falta uno externo ¿Por qué? Porque al final las instituciones acaban casi siempre controlando (voluntaria o involuntariamente) al conjunto de sus miembros de manera que nadie se mueva, aunque en apariencia exista libertad. Porque si se mueve, deja de salir en la foto. El bien común es sustituido por el interés común. El gobierno aceptado pasa a ser el orden impuesto.
La auténtica DEMOCRACIA –con mayúsculas- es la que cuenta con un equilibrio de fuerzas, que permita que los lobbys –que haberlos haylos- no se conviertan en monopolios. Porque estos monopolios (políticos, de medios de comunicación, religiosos, económicos…) son enemigos de la verdad y de la libertad. Ni siquiera un Gobierno legítimamente elegido tiene derecho a usar su poder sin dar cuentas a otras instituciones (Senados, Cámaras, partidos políticos, instituciones jurídicas, policiales, asociaciones ciudadanas).
Esto lo hemos tenido siempre claro los protestantes.
Así, defendemos la autoridad del liderazgo, pero no el autoritarismo. Ningún líder puede hacer y decidir (especialmente sobre vidas y personas) sin dar cuenta a nadie; o sin que exista algún control de su actuación al que se pueda recurrir en último caso.
Así, defendemos el papel de las instituciones representativas (de hecho esta revista depende de una de ellas) pero consideramos un peligro que una sola de ellas se considere la única representante de la unidad, y en definitiva de la verdad. Esto es lo más próximo a la jerarquía católico-romana que el cristianismo evangélico siempre ha considerado inaceptable.
Escudriñarlo todo, retener lo bueno; y vivir y actuar en consecuencia.
¿Por qué lo escribimos? Porque creemos que es bueno y necesario recordar estas cosas.
A veces los árboles no dejan ver el bosque, y el lobo se puede comer a las Caperucitas Rojas inocentes y despistadas; e incluso a alguna abuela consciente del peligro en el que vive, pero que no renuncia a su hermosa y cómoda casa rodeada de frondosos árboles.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Editorial - Democracia en la Iglesia