‘Secuestrado’, la película de Marco Bellocchio y el sacramentalismo católico romano

‘Rapito’ se presentó en el Festival de Cannes 2023. Cuenta la historia real de Edgardo Mortara, un niño judío de Bolonia que fue secuestrado de su familia en 1858 y llevado a un internado católico por orden del tribunal de la Inquisición.

15 DE JULIO DE 2023 · 21:00

Imagen promocional de la película.,
Imagen promocional de la película.

Secuestrado ("Rapito", 2023) es la última película del director de cine Marco Bellocchio presentada en el Festival de Cannes 2023. Cuenta la historia real de Edgardo Mortara, un niño judío de Bolonia, secuestrado de su familia en 1858, cuando tenía seis años y llevado a un internado católico por orden del tribunal de la Inquisición, bajo el mandato del Papa Pío IX, que proclamó en 1854 el dogma de la inmaculada concepción de María y en 1870 el dogma de la infalibilidad papal.

En aquella época, Bolonia estaba todavía bajo el Estado Pontificio. La razón de este secuestro radica en el hecho de que, cuando aún era un recién nacido, la enfermera que lo cuidaba, al verlo enfermo y febril lo bautizó a escondidas de sus padres por miedo a que muriera sin el sacramento y, por tanto, se perdiera. Durante seis años guardó el secreto, y sólo entonces lo reveló a las autoridades eclesiásticas a cambio de una ayuda económica. En ese momento, el tribunal decretó el alejamiento del niño de su familia por ser "cristiano": la iglesia católica romana lo consideraba su "hijo" y tenía la responsabilidad de educarlo en el catolicismo. Edgardo fue llevado a la fuerza a Roma, a un internado que estaba en estrecho contacto con Pío IX.

Los intentos de la familia por devolverlo a casa fueron en vano. En 1870, cuando finalizó el Estado Pontificio y Roma se convirtió en la capital del reino italiano, la familia consiguió volver a ver a Edgardo, que ahora tenía dieciocho años, sólo para constatar con amargura que su hijo no sólo había abandonado el judaísmo sino que estaba en camino de convertirse en sacerdote católico. Efectivamente, el judío bautizado se hizo sacerdote y siguió siéndolo hasta su muerte en 1940.

La película narra esta dramática historia: la violencia del secuestro, el trauma del niño arrancado de sus padres, el sufrimiento de la familia, el choque de identidades, la solidaridad de las comunidades judías de Bolonia y Roma, los abusos de la Iglesia Católica Romana, el régimen autoritario del Estado Pontificio y la sumisión de la minoría judía, la compleja personalidad de Pío IX, etc. A todo este complejo entramado se añade también la elección de Edgardo que, ya adulto, se casa con la identidad católica romana de la época y, en lugar de volver al judaísmo y a su comunidad de origen, abraza el sacerdocio católico.

Edgardo fue llevado por la fuerza a Roma, a un internado en estrecho contacto con Pío IX. Los intentos de su familia por devolverlo a casa fueron en vano

Muchos críticos han subrayado la carga negativa de la película contra la Iglesia Católica Romana: la intransigencia de sus dogmas, el autoritarismo de su cultura, la intolerancia de sus prácticas y los abusos de sus instituciones. La prensa católica tradicionalista ha subrayado los prejuicios anticlericales del director, argumentando que, al margen de la violencia del secuestro, Edgardo hizo una elección "libre" y "adulta" hacia el sacerdocio. Que cada cual vea la película y saque sus propias conclusiones.

Dicho esto, un comentario teológico ha pasado casi desapercibido, pero merece ser mencionado. Tiene que ver con la doctrina católica romana del sacramento del bautismo. Según esta doctrina, el bautismo es eficaz ex opere operato, por el hecho mismo de ser administrado. Según la concepción católica romana, la gracia de Dios se infunde a través del rito del bautismo. Hay un automatismo, un mecanismo que funciona en el sacramento. Desde este punto de vista, una vez bautizado, Edgardo se convertía en cristiano, independientemente de la fe que profesaran él y sus padres. Puesto que el sacramento se había activado, produjo un cambio objetivo en la vida del bebé que requería un seguimiento. En ese momento, la Iglesia Católica Romana se sintió obligada a actuar en consecuencia. Al bautismo debían seguir los demás sacramentos, por necesidad, sin vacilación, cueste lo que cueste. Lo que está en juego es la concepción causal del bautismo que impregna el sacramentalismo católico romano, hasta el punto de llevarle a ejecutar el secuestro de un niño judío bautizado por una enfermera. Como el bautismo causaba la gracia, todo lo demás se seguía en consecuencia.

El poder del sacramentalismo católico romano es tan contundente que el propio Edgardo, que se hizo sacerdote, está imbuido de él. De hecho, la película termina con la escena en la que visita a su madre en su lecho de muerte e intenta bautizarla en secreto porque está convencido de que administrando el rito la salvaría. Además de la crítica ideológica contra el sistema católico romano de la que está hecha la película de Bellocchio, convendría cuestionar las razones teológicas que hicieron del catolicismo romano un sistema autoritario que, bajo Pío IX, llevó a la Iglesia romana a orquestar el secuestro de un niño. La doctrina del sacramento ex opere operato forma parte de ellas.

Hoy, Roma extiende sus brazos alrededor de todos, independientemente de la administración del sacramento del bautismo

Un último punto. La historia de Secuestrado retrata una cara del catolicismo romano muy diferente de la que la mayoría de la gente percibe hoy en día. El Papa Pío IX ordenó el secuestro del judío Edgardo a causa de un bautismo administrado, mientras que hoy, el Papa Francisco llama "hermanos" a todos los musulmanes, hindúes e incluso ateos, sin que estén bautizados según el Derecho Canónico. En medio, está el Concilio Vaticano II (1962-1965), en el que Roma abrazó el principio de la libertad religiosa (por ejemplo, Dignitatis Humanae, 1965), una visión positiva de las religiones del mundo y la esperanza de que todos se salvarán. La doctrina del bautismo ex opere operato sigue siendo la enseñanza oficial de la Iglesia Católica Romana, pero no hay consecuencias prácticas para quienes no lo reciben.

Hoy, Roma extiende sus brazos alrededor de todos, independientemente de la administración del sacramento. La transición del sacramentalismo autoritario de Pío IX al universalismo inclusivista del Papa Francisco es un signo de la oscilación del péndulo del catolicismo romano, que ha pasado de ser una religión predominantemente "romana" a convertirse masivamente en "católica", sin cambiar su base ideológica, que mantiene en constante tensión la estructura "romana" y la inspiración "católica". Al no ser el Evangelio lo que configura sus compromisos más profundos, puede ser a veces más romano o más católico sin dejar de ser catolicismo romano.

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