El Testamento Espiritual de Benedicto XVI: contra la “sola fide” protestante

Según Ratzinger, el cristianismo es el catolicismo romano y viceversa. Esta fue su convicción desde el principio hasta el final de su vida.

  · Traducido por Rosa Gubianas

19 DE MARZO DE 2023 · 16:00

Benedicto XVI. / Fabio Pozzebom, Wikimedia Commons.,
Benedicto XVI. / Fabio Pozzebom, Wikimedia Commons.

“Casi un testamento espiritual”. Este es el subtítulo del libro, publicado tras su muerte, de uno de los grandes teólogos católicos romanos del siglo XX, que después se convirtió en Papa de la Iglesia Romana, Joseph Ratzinger - Benedicto XVI (1927-2022). El libro (Che cos'è il cristianesimo. Quasi un testamento spirituale, [Qué es el cristianismo. Casi un testamento espiritual], edición italiana: 2023) es una colección de quince ensayos, artículos breves y cartas, la cual fue escrita tras su renuncia al papado en 2013. Cuatro de ellas son inéditas, mientras que las demás ya habían sido publicadas en otros lugares. El difunto Papa alemán quiso que estos ensayos se reunieran y se hicieran públicos posteriormente a su muerte y confió el proyecto a Elio Guerriero, uno de sus biógrafos. Debido al periodo posterior a su renuncia al que pertenecen y al deseo del Papa emérito de que aparecieran póstumamente, el libro lleva el subtítulo de “Casi un testamento espiritual”.   

El primero y el último libro

Qué es el cristianismo (título del libro) se parece al título dado al libro más famoso de su prestigiosa carrera: Introducción al cristianismo (1968). Este volumen tuvo múltiples reimpresiones y varias ediciones en otros idiomas. Con él, Ratzinger se convirtió en una “estrella” del mundo teológico fuera de los pequeños círculos académicos de las universidades alemanas. Es curioso que el primer libro y el último de su vida parezcan estar relacionados por sus títulos. Con la Introducción, Ratzinger quiso hacer una sólida presentación de la teología católica romana surgida del Concilio Vaticano II (1962-1965). Deseaba disipar posibles malentendidos acerca de que el Vaticano II había supuesto una “ruptura” con el catolicismo romano tradicional y reafirmar su continuidad dentro de la corriente principal de la teología católica romana de todos los tiempos. Al final de su vida, en Qué es el cristianismo, el difunto Ratzinger quiere asegurarse de que el cristianismo católico romano no se convierta en “protestante” o “secular”. Al contrario, quiere que su Iglesia mantenga su identidad católica romana, especialmente en su relación con otras religiones (por ejemplo, el islam o el judaísmo), su teología del sacerdocio y la naturaleza sacramental de la Eucaristía.

Los dos libros son de naturaleza “apologética”: ambos quieren asociar fuertemente el cristianismo con el catolicismo romano, dando a entender al menos que ambos son realmente una misma cosa. Según Ratzinger, el cristianismo es el catolicismo romano y viceversa. Esta fue su convicción desde el principio hasta el final de su vida. Además de su similitud, hay diferencias obvias entre los dos libros. El primero es un tratamiento orgánico, erudito y exhaustivo; el segundo es una colección de diferentes piezas, principalmente calificables de meditaciones espirituales. El peso teológico del segundo es más ligero que el del primero, aunque la preocupación por preservar la integridad del cristianismo católico romano es la misma.

Dos amenazas percibidas

El peligro de secularización es particularmente evidente en el capítulo sobre la Iglesia y los escándalos de abusos sexuales (pp. 143-160). Ratzinger relata cómo la revolución sexual de los años sesenta penetró en los seminarios y cómo la erosión gradual de la teología moral católica coincidió con la rebaja del nivel ético de los sacerdotes católicos, especialmente en Occidente. Aquí no hay nada realmente nuevo.

Lo que es más sorprendente es el otro peligro percibido por el difunto Benedicto XVI, es decir, la “protestantización” de la Iglesia católica romana (p. 127). Ratzinger ve la pendiente resbaladiza hacia una Iglesia Romana influenciada por la Reforma en tres áreas que se tocan brevemente en el libro: la teología del sacerdocio, la justificación solo por la fe y el significado de la Comunión. No es casualidad que los dos capítulos más extensos y de mayor peso del libro estén dedicados al sacerdocio (pp. 96-122) y al significado de la Eucaristía (pp. 123-140). Al tratar estos temas, Ratzinger parece tener en mente la situación actual de la Iglesia católica romana en Alemania. Teológicamente, sin embargo, es la sola fide (y Martín Lutero tras ella) la que se considera la principal inspiradora negativa de estas preocupantes tendencias.

Ataque a sola fide

A Ratzinger le preocupa que la interpretación de Lutero del ministerio cristiano como caracterizado principalmente por la predicación, la oración y la atención pastoral se esté extendiendo también en los círculos católicos (pp. 97-98). Según esta interpretación protestante, el ministro no es un sacerdote que ofrece un sacrificio en nombre del pueblo, sino un líder que guía a la Iglesia a través de la Palabra. Lo que falta, según Ratzinger, es la naturaleza sacrificial de la Eucaristía y el papel mediador del sacerdote que representa a la Iglesia jerárquica que se interpone entre Dios y la humanidad.

Según él, el problema último de este punto de vista es la sola fide (sola fe) de Lutero. Es cierto que Ratzinger también se opone a sola Scriptura (p. 38), alineándose con el teólogo liberal alemán Adolf Von Harnack, quien criticó el “principio formal” de la Reforma por carecer de sentido. Benedicto comparte el rechazo del principio de “sola Escritura”, pero no lo desarrolla. Su principal objetivo es sola fide (el “principio material” de la Reforma).

Sola fide es el principio bíblico redescubierto por Lutero y la Reforma protestante según la cual Jesucristo, con su sacrificio en la cruz, ha cumplido el sistema de sacrificios y ha desempeñado el papel sacerdotal de mediador. Por lo tanto, la salvación no es a través de las obras de la ley ni a través de la agencia del templo/iglesia con su jerarquía, sino sólo por la fe en Cristo.

Lutero ¿hijo de Marción?

Benedicto XVI sostiene que “sola fide, en el sentido de Lutero, nunca se enseñó en la Iglesia antigua” (p. 99), sino que en realidad fue promovida por Marción, el hereje del siglo II que contrapuso el Dios del Antiguo Testamento (caracterizado por la santidad egoísta y la ira) y el Dios del Nuevo Testamento (caracterizado por el amor y el perdón). Ratzinger considera a Lutero hijo de Marción (también en p. 133-134) porque el reformador alemán no reiteraba el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento sino que lo consideraba cumplido y superado por el sacrificio de Cristo, cuyos beneficios pueden recibirse únicamente por la fe sola (p. 107). Desde el punto de vista católico romano, aunque de boquilla se habla del sacrificio “una-vez-por-todas” de Cristo en la cruz, la misa se sigue considerando un “sacrificio” que se ofrece y mediatiza por el sacerdote, que forma parte de un sistema jerárquico. Ratzinger quiere fundamentar la visión católica en la carta a los Hebreos, el Salmo 16:5 y Deuteronomio 10:8 (pp. 110-122), pero su interpretación de estos pasajes es defectuosa y sólo prueba lo que ya se da por supuesto en primer lugar. Mientras que Hebreos dice claramente que el nuevo pacto suprime el sistema de sacrificios, Benedicto dice que también lo reitera. El Salmo 16:5 apenas es una prueba de la teología católica romana del sacerdocio y Deuteronomio 10:8 habla de los sacerdotes levitas. En conjunto, su interpretación bíblica de Hebreos contradice el sentido llano del texto y los otros dos pasajes no son concluyentes para el tema.

El origen marcionista de la sola fide también es visto por Benedicto en el relato protestante de la salvación. Según Ratzinger, Lutero no vio que la redención es “convertirse en una sola cosa con el amor de Jesucristo” (p. 100); además, la doctrina de Lutero de simul iustus et peccator (simultáneamente justificado y pecador) no cambia al hombre, sino que sólo añade una capa externa (p. 133). Evidentemente, el difunto papa no apreciaba el hecho de que la doctrina de la justificación dice que somos declarados justos basándonos en la justicia de Cristo, pero da cabida a la doctrina bíblica de la unión con Cristo, la regeneración y la santificación por las que somos unidos a Cristo y cambiados a su imagen. No sólo se asocia a Lutero con Marción y se le hace hereje, sino que aquí se caricaturiza la posición protestante y se la convierte en un hombre de paja.

La Eucaristía (católica) es “completamente diferente” de la Cena (protestante)

Y aún hay más. Sola fide también es responsable de otro error de la Reforma protestante, es decir, su teología de la Cena del Señor en contraste con la visión católica romana de la Misa. He aquí cómo Ratzinger explica la diferencia: “En la interpretación protestante la Eucaristía es sólo una comida... mientras que para la fe católica en la Eucaristía está siempre presente todo el proceso del don de Jesús en su muerte y resurrección” (p. 131). Entre ambos relatos existe una “profunda diferencia” (p. 128, p. 133). En realidad, hay un “contraste fundamental” (p. 132). Según Ratzinger, la ausencia de transformación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesús refleja la “diferencia más profunda entre la interpretación protestante de lo que significa ser cristiano y la fe católica” (p. 133).

En opinión de Benedicto sobre el protestantismo, “hacerse cristiano no cambia al hombre, sino que sólo le añade algo más” (p. 133). Como el hombre justificado no cambia, tampoco cambian el pan y el vino. Para el catolicismo romano, por el contrario, salvarse significa hacerse justo, y la Eucaristía es la transformación de la sustancia del pan y del vino en otra cosa. Una vez más, Ratzinger dijo: “Es absolutamente evidente que la Cena y la Misa son dos formas de culto completamente diferentes que se excluyen mutuamente debido a su naturaleza” (p. 98).

Esta dura visión de la fe protestante puede sorprender a algunos lectores, pero no es nada nuevo. Siempre ha sido una característica de la teología de Ratzinger. Su sólida ortodoxia católica romana siempre ha considerado que los principios de sola Scriptura y sola fide de la Reforma eran totalmente desagradables. Ciertamente, fue crítico con el protestantismo liberal, pero igualmente despectivo con la Reforma protestante del siglo XVI y con los evangélicos.

Tras su muerte, al pintar una imagen más bien parcial de Benedicto como defensor de la ortodoxia cristiana, algunos han argumentado que “Benedicto puede y debe convertirse en maestro de muchos más protestantes” (Tim Perry, Pope Benedict: A Brief Protestant Requiem [El Papa Benedicto: Un breve réquiem protestante] Ad Fontes, 2 de enero de 2023). Bueno, sí y no. Sí, porque deberíamos estar abiertos a aprender de cualquiera, incluso de los adversarios de la fe evangélica. No, porque a pesar de su teología conservadora, como muestra claramente su testamento espiritual, su pensamiento se configuró en torno a compromisos antiprotestantes y, en última instancia, en torno a principios no bíblicos.

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