Evangelistas: No hay extranjeros en la casa de Dios

La evangelización debe ser completa y asumir tanto los conceptos de pecado y culpa con la visión de la capacidad de Dios de perdonar, así como los conceptos de misericordia, empatía y de solidaridad con los sufrientes.

24 DE JUNIO DE 2025 · 18:00

Foto: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@betoframe">Humberto Chávez</a>, Unsplash CC0.,
Foto: Humberto Chávez, Unsplash CC0.

Una observación previa: En muchas líneas de evangelización, se trabaja mucho el concepto de pecado, el de premio, de recompensa y de culpa, pero muy poco, o prácticamente nada, el concepto de sufrimiento de los hombres, de los migrantes de la tierra, de la infravida en la que viven muchas de las criaturas de Dios.

Falta, o no es valorada, la evangelización que, siguiendo la horizontalidad del Evangelio, va por las líneas de projimidad, de la fe actuando por el amor. Recordad: Amor a Dios y amor al prójimo en relación de semejanza.

Tenemos a los migrantes dentro de nuestras puertas. ¡Qué importantes son para la evangelización de España! Los inmigrantes son uno de los ámbitos que la gente observa mucho.

La consideración que las iglesias, tanto católicas como evangélicas, tengan hacia la emigración dentro de nuestras puertas, siempre que sean de hermandad, projimidad y amor, puede hacer que los observadores den más credibilidad a nuestro mensaje y abran sus corazones al amor, amor que, sin duda, evangeliza.

Los inmigrantes no pueden ser nunca, como así se ha dicho —a mi modo de ver el Evangelio de forma incorrecta—, un hándicap para la evangelización de España. ¡Qué pena me dio esta afirmación!

Lo digo desde el respeto y el amor cristiano. Disentir desde el respeto amoroso también es un abrazo cristiano.

Por tanto, se trabajan mucho los mensajes que aluden a la culpabilidad del hombre y al hecho de que este hombre debe considerarse pecador para que reconozca la necesidad de un Salvador en su vida.

Y no es que esto sea un error en sí, pues, lógicamente, es necesario que el hombre se reconozca pecador para proceder al arrepentimiento. El error de esta evangelización estaría si se hace de forma excluyente, marginante y olvidadiza de otros conceptos que también abarca la evangelización del mundo como es el no hacer acepción de personas y saber que los hijos de Dios no somos tan diferentes por nuestro color, raza, etnia, nacionalidad o situación económica.

Todos somos hechos a imagen y semejanza del Creador. Para Dios, en cuanto a valoración de sus criaturas, no existe el negro, ni el blanco, ni el indio ni el español.

¿Sabéis? En la iglesia de Dios no existen los extranjeros. No puede haber extranjeros en la casa de Dios y, de forma más amplia, en la iglesia como cuerpo de Cristo, no existen nacionales ni extranjeros. Deben existir solamente hermanos en el ámbito eclesial y nuevos ciudadanos en el ámbito secular de nuestro país o del mundo.

De todas formas y para entendernos a efectos didácticos, tenemos que reconocer que los inmigrantes son personas que han reavivado la vida de nuestras iglesias, que han creado iglesias étnicas en la que se han integrado cientos y cientos de españoles, que evangelizan en las calles y proclaman el Evangelio de la gracia y de la misericordia de Dios en nuestro país, dando a entender que en la iglesia como cuerpo de Cristo no existen nacionalidades, menos aún extranjeros, sino que somos un soplo cuerpo en Cristo.

El trabajo evangelizador de los inmigrantes ya es una aportación a la evangelización de los propios españoles. ¡Claro que eso es evangelizador y aporta mucho a la evangelización de España!

Algunos han pensado en hacer una evangelización en que, desgraciadamente si es así, la moral de sufrimiento que implica el cristianismo y la gran cantidad de valores que éste aporta en solidaridad con los sufrientes del mundo, ha sido transmutada o cambiada por una moral del pecado que, además, está extraordinariamente individualizada.

Se ha perdido la horizontalidad del Evangelio transmutando en una moral de pecado no solidaria con el sufrimiento del mundo, insolidarios con los despojados y oprimidos, ajena a los dolores de los migrantes en tierra extraña, con los enfermos y débiles de la tierra.

El Evangelio debe ser integral. Por eso yo creo que, también —es importante aclarar esto—, si reducimos el cristianismo solamente, únicamente, exclusivamente, a una moral del sufrimiento, una moral solidaria con los sufrientes del mundo y que creara líneas de servicio de ayuda a estos prójimos sufrientes, también quedaría un cristianismo alicortado.

La evangelización, y el cristianismo en general, debe ser completo y asumir tanto los conceptos de pecado y culpa con la visión de la capacidad de Dios de perdonar, así como los conceptos de misericordia, empatía y de solidaridad con los sufrientes del mundo en búsqueda de justicia y liberación. ¡Siempre la integralidad del Evangelio en la evangelización!

Los evangelistas, que, realmente, deberíamos de ser todos los cristianos, tienen que saber que no somos salvos solamente para una relación única y vertical con Dios, sino que somos salvos, de igual forma, para la práctica de la projimidad, para la reconciliación con el hombre que es la otra línea en semejanza con la reconciliación con Dios.

Recordad la parábola del Buen Samaritano que es una respuesta a una pregunta por la salvación. Se responde por el amor que es simplemente la fe actuante a través de la acción amorosa.

Por tanto, la evangelización tiene que abarcar las dos líneas fundamentales de la espiritualidad cristiana que son el amor a Dios y lo que es su semejante: el amor al prójimo.

Aquí no hay acepción de personas, no puede haber extranjeros ni nacionales, inmigrantes o autóctonos. Repetimos, en la Iglesia de Dios, en el Cuerpo de Cristo, no puede haber extranjeros y que nadie es extranjero en la casa de Dios.

Si la evangelización no la encarrilamos por estas líneas integrales y totales, podemos estar haciendo una evangelización para que el Reino de Dios y sus valores solidarios no lleguen al mundo y las cosas sigan como están, sin que se note en el mundo la influencia liberadora de los cristianos.

La evangelización no tiene que poner sólo a Dios en su punto de mira y predicar solamente los conceptos de culpa, de pecado o de recompensa, sino también debe poner en su punto de mira al hombre, en solidaridad con todos los hombres sin distinción de raza, legua, color o situación social o económica.

Hay que predicar ideas de liberación, de hermandad de todas las naciones, de que Dios no hace acepción de personas, de búsqueda de justicia, de projimidad, de proximidad al despojado y apaleado del mundo, de integración de los que están tirados al lado del camino, líneas de servicio y de sentirse siempre movidos a misericordia.

No sea que nuestra evangelización se dedique a hacer confesos atrapados en rituales vanos e inmisericordes y entendamos que en la iglesia de Dios no existen los extranjeros, los diferentes, los otros.

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