El tedio en la iglesia

El testimonio cristiano se da siempre con mentes despiertas y no con sensibilidades cristianas cómodas, adormecidas e impregnadas de aburrimiento y de tedio.

11 DE MAYO DE 2021 · 10:00

Foto de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@gabiontheroad?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">Gabriella Clare Marino</a> en Unsplash CC.,
Foto de Gabriella Clare Marino en Unsplash CC.

Creo que hoy hay muchos miembros que en nuestras iglesias se aburren, que el tedio los cubre como un pesado manto negro. Hay satisfechos e integrados, no todos, que se meten entre cuatro paredes ajenos a los compromisos éticos, sociales, económicos y culturales en los que estuvo inmerso Jesús. Se está dando un fenómeno que no se sabe si será negativo o no. Es que muchos, sin saber claramente la razón, están comenzando a no encontrar sentido a muchas de las reuniones de las iglesias cristianas en general. No lo hacen por odio, ni por rechazo hacia Dios. El tedio los devora, los consume.

Quizás sea que no encuentran sentido a las dinámicas ritualistas de la iglesia, ajenas a los compromisos con los problemas más acuciantes del mundo. Yo, de una manera sencilla y humilde, llamo a los cristianos que aún guardan algunos deseos de compromiso, a que se planteen una renovación impregnada de cierta rebeldía sana. Os llamo a esta renovación rebelde. Rebeldía contra lo tedioso y el hastío.

Preguntas: ¿Hay gente realmente aburrida, hastiada y harta en nuestras congregaciones? ¿Se necesitan ciertos aportes de lo que estamos llamando renovación rebelde? ¿Necesitamos oír la llamada por la búsqueda de la justicia en el mundo para que se nos animen nuestros corazones con cierta rebeldía sana? ¿Están sirviendo nuestras teologías, nuestras metafísicas o nuestras relaciones con el ritual para reducir la pobreza en el mundo, para denunciar la opresión, para practicar la misericordia y el servicio al prójimo? 

¿Nuestro tedio y cansancio de rituales y normas nos llevan a la sordera de las problemáticas del mundo en torno a la mujer, al racismo, a los desequilibrios económicos y nos hace también sordos ante los gritos de los desamparados y excluidos de nuestra historia? ¿Acaso las rutinas nos ensordecen y nos convierten en seres religiosos ajenos al compromiso con el prójimo incapaces de poder escuchar el grito de los pobres? ¿Nos imposibilita nuestro ritual para poder captar una teología de la acción social, para trazar las líneas de una pastoral del sufrimiento o para una pastoral de la pobreza o de las migraciones?

Me gustaría que estas preguntas nos plantearan nuevos retos teológicos, nos despertaran de nuestras modorras insolidarias, nos empoderaran para poder ser, realmente, voceros de justicia, manos y pies del Señor en medio de un mundo de dolor, agentes de misericordia y de acción siguiendo los pasos de Jesús. Es necesario que surja cuanto antes esa llamada a una renovación rebelde y comprometida. Hay que rebelarse contra el tedio, el aburrimiento y el hastío en la iglesia.

Se dice que, muchas veces, las tesis y las antítesis dan lugar a una nueva síntesis. Quizás el tedio como antítesis del gozo de ser seguidor de Jesús, se convierta en una nueva síntesis de compromiso y de oídos abiertos ante el grito de los pobres y sufrientes de la tierra, de los oprimidos, de los injustamente tratados, de los apaleados por el racismo y de los humillados por la exclusión de los bienes de la tierra. Todos estos son temas bíblicos de primera línea que nos llaman a la renovación que, muchas veces, puede ser crítica con el ritual tedioso y no comprometido.

¿Podríamos salir del cansancio y del tedio, hacer permeables los muros de nuestras iglesias, lanzar a los cristianos al mundo con una acción y una voz de misericordia inconfundible, compromiso que nos alejen del tedio en el que, quizás, nos han sumido nuestros rituales insolidarios y sordos al clamor del prójimo? Muchas veces la abundancia, la falta de compromiso, el mirar solo hacia arriba olvidando las problemáticas del mundo, el coqueteo con la injusticia y el silencio de los religiosos, puede llevarnos al deseo de una renovación rebelde que puede explotar en el seno de nuestros templos. Podría ser todo un revulsivo espiritual positivo, lleno de gracia y de poder. Amparado por la sabiduría divina.

Necesitamos una renovación rebelde que transforme la vida de tantos y tantos cristianos cómodos que, finalmente, están cayendo en la decepción y en lo tedioso, en el aburrimiento destructivo de la auténtica espiritualidad cristiana. Hay que hacer esta llamada a la renovación transformadora, a una rebeldía que transforme el tedio en acción a favor del prójimo sufriente. Quizás esto, que parece tan complicado, lo podríamos llamar simplemente una llamada al testimonio cristiano. El testimonio cristiano se da siempre con mentes despiertas y no con sensibilidades cristianas cómodas, adormecidas e impregnadas de aburrimiento y de tedio.

Hay que reaccionar y llamar a ser insumisos ante una ética espiritual, social y económica insolidaria y que no sigue los pasos del Maestro. Os llamo a una trasformación vital que nos haga ser esas voces, esas manos, esos pies y esa acción cristiana que el mundo necesita. Hay que buscar la experiencia cristiana en Dios y en la praxis de la projimidad. Hace falta un ejército de agentes evangelizadores, de creyentes que rescaten los valores del Reino, esos que incluyen también ese que nos asusta: eue muchos últimos pasen a ser los primeros. Os llamo a una renovación que sea capaz de compartir tiempo, vida y Palabra con los proscritos de la tierra… como haría Jesús. 

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