Casiodoro volvió en libertad a Santiponce con la Palabra y la música
Casiodoro volvió como un héroe en las voces, palabras e instrumentos de sus descendientes en la fe, en el concierto ofrecido por el Ensemble Bohórquez.
01 DE OCTUBRE DE 2019 · 12:00
Hay acciones que todo el mundo diría que son irrelevantes y pasan desapercibidas, pero Dios las toma y las convierte en motores de la historia. Un monje convertido al protestantismo, huido de su monasterio en Santiponce de Sevilla, escapando por montes y yermos del más potente sistema policial del momento, angustiado por la muerte de hermanos suyos en la hoguera, llega a Suiza y se pone a traducir la Biblia al español, y a esa ingente labor dedica varios años ¿Para qué? ¿Quién la va a leer en aquella España tan cerrada a la Biblia como la Corea del Norte actual? Pero Casiodoro de Reina traduce sin pausa en esperanza contra esperanza y convence a su editor de que vale la pena imprimirla. Esa batalla privada imposible, para muchos inútil y utópica, termina en Basilea el 29 de septiembre de 1569, con la impresión de la “Biblia del Oso”. Y Dios la toma y transforma con ella la historia como instrumento de libertad: Hoy millones la leen cada día en España y Latinoamérica y cada día su lectura cambia vidas.
El pasado 29 de septiembre Casiodoro volvió como un héroe al monasterio de Santiponce en las voces, palabras e instrumentos de sus descendientes en la fe. Las palabras prohibidas resonaron en plenitud allí cuatrocientos cincuenta años después con la música impecable del Ensemble Bohórquez, un conjunto que se ha asentado como referencia de calidad profesional en la música del entorno evangélico en España.
El Ensemble puso la historia donde Dios quiso, y a Dios le encantan los caminos paradójicos, usando lo desechado para construir lo grande; al ver a los músicos me di cuenta de que en ellos mismos se estaba cumpliendo esto mismo: todos venían de procedencias de disidencia trayendo el más grande mensaje. Matthew Crawford, el barítono, es de EEUU, la nación fundada por los disidentes puritanos perseguidos; Andrés Jaramillo, el pianista –invitado especial para la ocasión–, es colombiano, la tierra que fue esquilmada por la misma España que persiguió a Casiodoro; Carla Suárez, la oboísta y directora artística, es gallega y Flor Lago, la contralto, tiene sus raíces en Galicia, el país que vio nacer a Prisciliano, el primer disidente y precursor de la Reforma protestante; y Patricia Cayuela, la soprano, es andaluza, como María de Bohórquez, la jovencita del grupo de Casiodoro quemada por su fe.
Las entradas para los dos conciertos de esa tarde estaban agotadas desde el día anterior; allí alcanzaba su meta la labor de la Fundación Abre, los GBU, la Sociedad Bíblica y la Alianza Evangélica, patrocinadores que mostraron que unidos podemos conquistar grandes metas.
Cada músico propuso varias piezas y Carla Suárez las acopló para crear un discurso de música y palabra, que fue recorriendo el mensaje bíblico desde la seguridad en Dios, la caída, la redención y el anuncio de salvación, hasta la esperanza final. Entre las obras se escucharon dos del compositor evangélico Santiago Benavides, que ofreció para la ocasión, con generosidad nada frecuente, varias de sus obras aún no publicadas; fue emocionante escuchar las palabras de la Palabra en las inconfundibles resonancias andinas de su música: aquella América duramente colonizada en los años de Casiodoro, regalaba a España con sus melodías la riqueza del mensaje bíblico ignorado aquí por siglos.
Antes de entrar al escenario pude ver a los cinco aparte, abrazándose como hermanos, orando unos por otros para que Dios hablase en ese concierto. Y Dios habló con arte y elocuencia a través de la excelencia profesional de los cinco.
Carla nos fue leyendo textos bíblicos intercalados que explicaban el poderoso mensaje musical del concierto. Las piezas cantadas con excelencia, emoción y gran capacidad comunicativa por Flor, Patricia y Matthew se sucedieron en un sermón bien claro; entre ellas aparecieron sorprendentemente varios “Selah” en forma de interludios musicales que asentaron las emociones en nuestros corazones; me impresionaron especialmente el del Preludio op. 23 de Rachmaninoff, con una interpretación magistral de Andrés, y el de la Sonata BWV 1020 de Bach, una difícil obra que desplegaron con virtuosismo Carla y Andrés, con una compenetración interpretativa que parecería que trabajan desde hace años.
La Biblia, la Palabra que Casiodoro puso al alcance de millones, fue abierta ante nosotros y la confianza en Dios, el drama de la caída, la profundidad de la redención, el poder de la gracia y el gozo de la esperanza fueron entrando por nuestros oídos hasta llegar a lo profundo de nuestros corazones. Al final, con todo el público en pie reclamando una pieza de regalo, los cinco volvieron a interpretar “Porque del Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas”, de Benavides; pude ver entonces a Patricia llorar mientras cantaba, y al terminar con un “Amén” rotundo, todos aplaudimos de pie al Ensemble sin parar; ella entonces levantó su dedo hacia lo alto. Toda la gloria a Dios.
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