El acomodador
A la hora en punto cerraba con llave la puerta de la iglesia, evitando el acceso de los que llegaban tarde.
20 DE FEBRERO DE 2020 · 22:20
Érase una vez un acomodador de iglesia con aspiraciones policíacas.
Nadie se sentaba donde quería, distribuía la gente por los bancos a voluntad por y según un criterio de orden que consideraba jerárquico y racional… o casi militar.
Nadie podía salir a hacer sus necesidades hasta finalizada la reunión.
A la hora en punto cerraba con llave la puerta de la iglesia, evitando el acceso de los que llegaban tarde y asegurando el más absoluto silencio.
Por lo mismo nadie podía salir hasta la oración final.
Vestía con uniforme de guardia de seguridad y llevaba una porra escondida.
A los niños los tenía aterrorizados y se pasaban la reunión sin reír, llorar ni hacer ruido.
Se llegó a decir que la iglesia le pertenecía y que los ancianos eran unos títeres de su poder.
En una reunión de iglesia la solemnidad ascendió a cotas elevadísimas, especialmente durante el período de anuncios en que el acomodador tuvo su participación captando la total atención de los presentes.
- Se ha visto en el lavabo de las hermanas una compresa fuera del cubo, dejada con descuido.
Al finalizar todos saludaban al acomodador mientras él se inclinaba, servicial y sudoroso, apretando contra su pecho el sombrero del uniforme.
“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”. (José de San Martin)
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