¿Una semana o 4.500 millones de años?

La interpretación de las eras o etapas es la que mejor refleja la realidad ya que armoniza bien con lo que la ciencia ha descubierto hasta el presente y con lo que refleja una exégesis profunda del texto inspirado.

11 DE AGOSTO DE 2024 · 09:00

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¿Cómo puede entenderse la duración de los días de Génesis uno? ¿Fueron días literales de 24 horas, con su mañana y su tarde, o quizás cabe la posibilidad de que en la mente del redactor se acariciara la idea de que se trataba de períodos de tiempo largos, aunque finitos? Esta última interpretación, es la que sustentaron ya algunos geólogos cristianos del siglo XIX, como J. W. Dawson[1] y James Dana[2], al valorar la inmensidad geofísica de las tareas realizadas en cada día de la semana de la creación. Desde una perspectiva científica, es difícil mantener que tales cambios físicos, geológicos y biológicos hubieran podido suceder durante el transcurso de un solo día literal. Nosotros también creemos que la interpretación de las eras o etapas es la que mejor refleja la realidad ya que armoniza bien con lo que la ciencia ha descubierto hasta el presente y con lo que refleja una exégesis profunda del texto inspirado.

Entendemos que entre los varios significados de la palabra yôm (“día” en hebreo) está también el de una etapa o era geológica del lento proceso creador de Dios.

A esta interpretación pudiera objetársele que probablemente ni el redactor del texto inspirado ni tampoco los lectores de su época se hubieran podido imaginar que se estaba hablando de largos períodos de tiempo. Esto es algo que sólo se ha descubierto muchos siglos después. No obstante, conviene tener en cuenta algunos detalles del propio texto. En primer lugar, el idioma hebreo puede usar la misma palabra para referirse a un día de 24 horas, que para hablar de un largo período de tiempo. Por ejemplo, en Génesis 2:4-5 se dice: “éstos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos, y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese”. Es evidente que todo esto se realizó en más de un día literal y que aquí “día” representa un período mayor.

Asimismo, después de la creación del ser humano el día sexto, en el capítulo dos de Génesis, se explica que Dios puso a Adán “en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”. Posteriormente, el creador reconoció que no era bueno que el hombre estuviera solo y le trajo diversos grupos animales para que éste les pusiera nombre. Sin embargo, dicha actividad taxonómica tampoco satisfizo plenamente al primer varón, por lo que Dios le hizo una ayuda verdaderamente idónea. Creó a la mujer, Eva, a partir del propio cuerpo de Adán y se la presentó como compañera de por vida para que fueran “una sola carne”. ¿Es posible creer que todo esto ocurrió sólo en el transcurso de 24 horas? ¿Acaso no debió ocupar más tiempo labrar y cuidar el huerto, mirar detenidamente cada animal que Dios trajo a Adán (bestias del campo, aves y ganado) para ver sus características principales y poner un nombre adecuado a ellas, tal como después sería costumbre entre los hebreos, continuar mostrando desánimo y sentimiento de soledad hasta, finalmente, dormirse profundamente para que el creador pudiera crear a Eva? ¿Cómo podía Moisés creer que todo esto había ocurrido en 24 horas? Resulta evidente que la palabra “día” poseía un amplio significado para los hombres y mujeres de la Biblia. Tal como escribió el eminente hebraísta y teólogo reformado Ernst Jenni: “Los numerosos modos de empleo del término yôm/yâmîm muestran que el vocablo sirve no sólo para designar diversas divisiones importantes del tiempo, sino que se ha convertido en un concepto temporal de importancia decisiva, que se refiere tanto a momentos concretos como a diversos espacios temporales”.[3]

De manera que, al interpretar los seis días de la creación como amplias etapas de tiempo, resulta que el relato bíblico -escrito hace miles de años- coincide con lo que hasta ahora han descubierto ciencias como la astronomía, física, geología, paleontología, química, biología, etc., acerca de los orígenes del universo, del planeta Tierra y de la vida dentro de ella. Aquellos aspectos que aparentemente parecen conflictivos, cuando se analiza el texto bíblico a fondo o las diversas interpretaciones científicas, resultan perfectamente compatibles -tal como se verá- con los datos aportados por ambas disciplinas, la teología y la ciencia. 

Es menester tener en cuenta que el vocabulario hebreo del Pentateuco es muy reducido, si se compara por ejemplo con el español. Si no se tienen en cuenta los nombres propios, el hebreo antiguo sólo poseía poco más de 3.000 palabras.[4] Sin embargo, el español actual tiene más de 93.000 términos según la RAE (Real Academia Española). Esto significa que muchas palabras hebreas de la Biblia pueden tener varias interpretaciones posibles, según sea el contexto en el que aparecen. Por ejemplo, la palabra yôm (día) tenía cuatro significados diferentes: podía referirse solamente a las tres horas de luz más intensa, que van desde el mediodía hasta las tres de la tarde; a todas las horas de luz de un día; a un período completo de 24 horas; o a un tiempo mucho más largo, como una época o una era.[5]

Pues bien, Moisés, como buen hebreo, sólo podía usar este mismo término (yôm) para cualquiera de tales significados. ¿Cómo podría entenderse entonces cuál era el verdadero sentido que se le quería dar? Pues por la estructura de la frase y el contexto en que se escribía o pronunciaba. En el Antiguo Testamento la palabra “día” aparece en numerosas ocasiones tanto para referirse a un día de 24 horas como a largos períodos de tiempo (Gn. 2:4 y 5:2; Rt.1:1; Sal. 50:15 y 90:4; Ecl. 7:14; Is. 4:2 y 11:11; Za. 4:10). Por otro lado, los hebreos de la antigüedad solían referirse a un día de 24 horas mediante la frase “de tarde a tarde” (Lv. 23:32). Esto significa que las expresiones “y fue la tarde y la mañana” de Génesis uno, son únicas y exclusivas del relato de la creación. Semejante detalle nos puede indicar que el autor del libro podría estar refiriéndose a períodos de tiempo más largos que un día. 

¿Acaso las repetidas frases “y fue la tarde y la mañana” no indican claramente que el texto se está refiriendo a un día literal? No necesariamente. Hay que tener en cuenta que la palabra hebrea “ereb”, que se traduce por “tarde”, puede tener también otros significados. Entre ellos: “puesta de sol”, “ocaso”, “noche”, “al anochecer”, “al caer la tarde”, “entre dos tardes”, etc. Mientras que la palabra “böger”, traducida por “mañana”, significa también “amanecer”, “fin de la oscuridad”, “principio”, “todo el día”, “en la mañana”, “alegría brillante después de una noche de angustia”, “amanecer de la prosperidad”, “día siguiente”, etc.[6] Esto quiere decir que “y fue la tarde y la mañana” se refiere al principio y al final de un día, cualquiera que sea la definición de “día” que se aplique. Por ejemplo, si deseo referirme a la época en que vivió mi abuela, puedo decir “en los días de mi abuela” y esto indicaría todo el tiempo que transcurrió durante su vida. La mañana y la tarde de tales días corresponderían entonces a su juventud y posterior senectud. 

Un ejemplo bíblico, reconocido desde hace siglos por los teólogos, es el que se observa en Oseas 6:2: “Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él”. Siempre se ha entendido que aquí la palabra “yôm” (día) se refiere a un período de tiempo más largo. Podría tratarse de un año, un siglo, un milenio o más. De la misma manera, hay otros muchos pasajes similares en la Biblia que interpretan la palabra “día” como un tiempo mucho más largo. 

Es posible que la singularidad de la frase “y fue la tarde y la mañana”, que aparece repetidamente en los seis primeros días de la creación, pueda estar detrás de la creencia judía de que el día empieza con la puesta de sol. Primero la oscuridad y después la luz es precisamente lo que ocurrió el primer día de la creación. Dios sacó la luz de las tinieblas. Sin embargo, en el séptimo día esto ya no se cumple porque tal jornada continúa todavía hoy. Por tanto, la larga duración del séptimo día de la creación nos daría también un dato significativo acerca del término bíblico “yôm” o día.

Este tema, sobre la duración de los días de Génesis uno, ha generado mucha controversia, sobre todo en el mundo protestante, debido a una mala interpretación del texto bíblico y a la evidencia natural descubierta por la ciencia geológica. Los traductores del hebreo, tal como vemos todavía en muchas versiones bíblicas, transcribieron “y fue la tarde y la mañana un día” (“el día segundo”, “el día tercero”, etc.). Sin embargo, el hebreo dice literalmente: “la tarde era y la mañana era”, seguido de “yôm” y un número. Aparentemente parece una traducción aceptable, pero si a “yôm” se le considera una época, en vez de un día, cambia radicalmente el sentido de todo el relato.

Lo cierto es que la interpretación literal de día de 24 horas y la creencia de que el mundo se creó en 144 horas (seis días), disgusta, enfurece y aleja a muchos hombres y mujeres de ciencia de las buenas nuevas de la redención en Jesucristo. La ciencia afirma que el universo tiene unos 13.800 millones de años, la Tierra unos 4.500 millones de años y el ser humano (Homo sapiens sapiens) entre 120.000 y 100.000 años. Desde tal perspectiva, muchas criaturas que podrían alcanzar la salvación en Cristo se pierden por culpa de una mala interpretación del relato de la creación. A la vez, muchos cristianos se aferran a la teoría evolucionista naturalista -que es demostrablemente falsa y tiene muchas pruebas científicas en contra- por miedo a que se les califique de fundamentalistas. No obstante, todo esto se podría solucionar sencillamente mediante una sana exégesis de la palabra “día” en la Biblia.

 

Notas

[1] Dawson, J. W., 1877, The Origin of the Word According to Revelation and Science, Harper & Brothers Publishers, Franklin Square, New York.

[2] Dana, J. D., 1863, Manual of Geology, Theodore Bliss & Co., Philadelphia.  

[3] Jenni, E. y Westermann, C., 1978, Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento, Tomo I, Cristiandad, Madrid, p. 996.

[4] Ross, H. 2023, Navegando Génesis, Kerigma, Salem, Oregón, p. 45.

[5] Harris, R. L., Archer, G. L. y Waltke, B. K., 2003, Theological Wordbook of the Old Testament, Moody Publishers, Chicago.

[6] Ross, H., 2015, A Matter of Days, rtb Press, Covina, California, p. 65.

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