Las constelaciones y sus mitos

Cada pueblo inventó sus propias constelaciones, aunque solo se impusieran por motivos históricos las que han llegado hasta el presente.

23 DE OCTUBRE DE 2022 · 11:00

Constelación de Aries o el carnero situada entre las de Piscis y Tauro. En el dibujo se señala una estrella muy brillante (Hamal) y cinco estrellas principales más. / <a target="_blank" href="http://www.vigiacosmos.es/constelaciones-2/">Vigiacosmos</a>.,
Constelación de Aries o el carnero situada entre las de Piscis y Tauro. En el dibujo se señala una estrella muy brillante (Hamal) y cinco estrellas principales más. / Vigiacosmos.

En el Génesis bíblico se muestra a Dios creando el Sol, la Luna y las estrellas con la finalidad de separar los días de las noches y ofrecer así un calendario confiable al ser humano, con el que poder contar las estaciones, los días y los años (Gn. 1:14). Más adelante, en el libro de Daniel, se habla ya acerca de magos, astrólogos, caldeos y adivinos que no fueron capaces de interpretar el extraño sueño de Nabucodonosor (Dn. 4:7). Entre estos caldeos de Babilonia, había astrónomos expertos en el estudio de las estrellas pero que, además, eran también astrólogos. Es decir, que pretendían relacionar los diversos astros y sus posiciones en el firmamento con las vicisitudes que afectaban a la vida de las personas y a su futuro. No obstante, la Escritura se muestra siempre reacia ante semejantes prácticas adivinatorias y las prohíbe expresamente (Lv. 19:31), a pesar de que en el Nuevo Testamento se mencione a unos magos que vinieron de oriente para visitar y honrar a Jesús recién nacido (Mt. 2:1). Estos magos eran probablemente sacerdotes persas dedicados a la adivinación astrológica y a la interpretación de los sueños. 

Todo esto indica que, desde la más remota antigüedad, algunos pueblos han creído que las estrellas influyen sobre las personas y condicionan su carácter, así como su futuro. Semejante creencia está en el origen de las constelaciones, en la suposición de que las estrellas dibujan figuras en el cielo que nos afectan físicamente. La mayoría de las civilizaciones han juntado estrellas para confeccionar imágenes alusivas a dioses, héroes, animales mitológicos o reales, etc., según los mitos y las leyendas en las que creían. Tales figuras les resultaron útiles, no sólo para conocer el firmamento sino también para medir el tiempo y prevenir las estaciones. Las famosas constelaciones del zodíaco, que todavía se usan en la actualidad, hunden sus raíces en la astrología mesopotámica, egipcia y grecorromana. Sin embargo, diversas culturas -como la china, la australiana o la amerindia- crearon también, con las mismas estrellas que veían en el firmamento, otras figuras completamente diferentes. Cada pueblo inventó sus propias constelaciones, aunque solo se impusieran por motivos históricos las que han llegado hasta el presente. Veamos qué es una constelación desde el punto de vista astronómico.

Actualmente, se le llama “constelación” a un pedazo de firmamento bien delimitado convencionalmente, con todas las estrellas que pueden verse desde la Tierra en su interior. Por supuesto, se trata de algo artificial inventado por el ser humano que permite la orientación en la bóveda celeste o facilita el estudio del cielo. Todos los astros que se pueden observar dentro de cada una de estas porciones de firmamento, independientemente de la distancia a la que se encuentren de nosotros, se dice que pertenecen a dicha constelación. De manera que el cielo nocturno -tanto el que puede observarse desde el hemisferio norte como el del hemisferio sur- se convierte en una especie de mosaico o puzle de constelaciones con límites rectilíneos que corresponden a meridianos y paralelos celestes. Existen en total 88 constelaciones en los dos hemisferios, que rellenan completamente este mosaico celeste. Tal fue la disposición artificial o el convenio que estableció en 1930 la Unión Astronómica Internacional.

Las constelaciones son, pues, construcciones humanas arbitrarias ya que no existen en la realidad. Se llaman “constelaciones zodiacales” a aquellas por las que pasa aparentemente el Sol en su camino entre las estrellas y se conocen con los famosos nombres: Aries, Taurus, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Ofiuco, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Pero también existen otras constelaciones no zodiacales, por las que no pasa el Sol, que pueden verse desde el hemisferio norte, tales como la Osa Mayor, Osa menor, Hércules, el Cisne o Casiopea, entre otras; y desde el hemisferio sur, como Orión, Hidra, Cráter o Centauro, entre muchas más. ¿Qué significado tiene todo esto para un individuo cuyo signo del zodíaco sea por ejemplo Escorpión?

Ser de Escorpión significa que cuando esta persona nació, el Sol estaba situado en la constelación de este arácnido de aguijón venenoso. Nada más. Los signos del zodíaco fueron establecidos hace unos dos milenios por civilizaciones de la antigüedad y en función de las estrellas que se veían entonces. Sin embargo, debido al movimiento de “precesión” del eje terrestre, la visión que se tiene hoy de las constelaciones ha cambiado. Este movimiento terrestre se parece al cabeceo que realiza una peonza cuando gira sobre su eje. De manera que cuando el Sol está situado en el signo zodiacal de Escorpión, las estrellas que se ven hoy dentro de la ventana convencional son las de la constelación precedente Libra, y no las de Escorpión. Igualmente, las estrellas que se aprecian en Aries, no son las de Aries sino las de Piscis. Habría que esperar unos 24.000 años para que los signos del zodíaco volvieran a coincidir con sus respectivas constelaciones.[1] De ahí que ser del signo Escorpión quiere decir que, en el momento del parto, el Sol estaba en la casilla de Escorpión, pero las estrellas que se veían en dicha casilla eran las de Libra o quizás las de Virgo. Es evidente que esto tiene consecuencias nefastas para los horóscopos y explica por qué la ciencia los rechaza. 

¿Pueden influir las constelaciones en la vida de las personas, en su manera de ser o en cómo se relacionan con los demás? En mi opinión, no hay ningún tipo de relación física entre las estrellas y los seres humanos. Los astros no determinan en absoluto el destino o el comportamiento de las personas. Hoy sabemos que las estrellas de cualquier constelación están situadas a centenares o millares de años luz de distancia de nosotros. De las cuatro fuerzas fundamentales del universo que actualmente se conocen (nuclear fuerte y débil, electromagnética y gravitatoria) sólo la gravitatoria es la que puede tener alguna influencia entre cuerpos situados a tan grandes distancias. La atracción lunar, por ejemplo, es la responsable de las mareas en los océanos terrestres. Sin embargo, teniendo en cuenta que la atracción gravitatoria decae con el cuadrado de la distancias, la influencia gravitatoria de las montañas que rodean a nuestra ciudad, por ejemplo, podría ser mucho mayor que la del planeta Marte y no digamos ya la de cualquier estrella muchísimo más alejada. ¿Cómo podría afectar a nuestro carácter un efecto gravitatorio estelar tan insignificante?

Con razón y a propósito de la caída de Babilonia, el profeta Isaías le recrimina a esta gran ciudad de la antigüedad entregada a la astrología: “Estate ahora en tus encantamientos y en la multitud de tus hechizos, en los cuales te fatigaste desde tu juventud; quizá podrás mejorarte, quizá te fortalecerás. Te has fatigado en tus muchos consejos. Comparezcan ahora y te defiendan los contempladores de los cielos, los que observan las estrellas, los que cuentan los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti. He aquí que serán como tamo; fuego los quemará, no salvarán sus vidas del poder de la llama; no quedará brasa para calentarse, ni lumbre a la cual se sienten“ (Is. 47:12-14).

 

Notas

[1] Aloy, J. 2013, 100 Qüestions d’Astronomia, Cossetània, Valls, Tarragona, p. 99.

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