A toda prisa
¿Estaremos corriendo hacia nuestra propia muerte, sin darnos cuenta de que ya somos cadáveres estresados?
02 DE JUNIO DE 2025 · 18:27

Una de las canciones más conocidas de Bob Dylan “Jokerman” tiene una historia muy singular: el cantante la grabó y la dio por terminada delante de todos en el estudio, pero al día siguiente le dijo a los músicos: “Chicos, el disco ya está terminado, pero me encantaría que tocarais la canción para mi una vez más”. Bob se quedó escuchando como si nada, viendo como ellos interpretaban la canción… ¡Pero la estaba grabando sin que los músicos lo supieran! Esa fue la toma que más le gustó y la que usó en la grabación final. Justo cuando ellos no estaban preocupados por “hacerlo bien”, sino disfrutando con lo que estaban tocando.
Siempre me resulta cuando menos curioso que, ahora que tenemos más medios que nunca y podemos hacer más cosas que nunca, ¡Disfrutamos MENOS que nunca! Vivimos obsesionados con no se sabe qué cosas, y no somos capaces de hacer lo que hacemos por el simple placer de hacerlo bien.
El querer estar en todos los lugares, ganar lo máximo posible y tener todo lo que vemos a nuestro alrededor, ha dado a luz una situación desconocida hace años, que termina por destrozarnos la vida: el estrés. Esa secreta ambición de vivir en el reinado de lo aparente nos ha robado la posibilidad de disfrutar con lo que hacemos… Trabajamos mucho para ganar más, pero ya no somos felices con nuestra trabajo.
Con lo cual, no solo nos agobiamos, sino que terminamos por no hacer bien lo que solíamos hacer bien.
Tenemos un refrán en nuestra lengua que dice: “Quién se apura, su muerte apresura”. Deberíamos pararnos a pensar. Necesitamos disfrutar de la paz interior, el descanso, el quedarse (¡Por lo menos!) unos minutos contemplando lo que hemos hecho para sentir y saber que se ha hecho bien. De lo contrario estaremos corriendo hacia nuestra propia muerte, sin darnos cuenta de que ya somos cadáveres estresados.
Jesús nos enseña a vivir de otra manera: Nos habla de una paz que va más allá de todo lo que podemos sentir o entender. Nos dice que cuando nuestro corazón vive lleno de esa paz, incluso somos capaces de vencer el miedo ¡a todo y a todos!
En principio puede resultar difícil de comprender, porque siempre creímos que lo contrario al miedo era la valentía y lo que nos quita la paz es el nerviosismo y la desazón… pero como siempre, el Señor nos muestra la verdad: cuando aprendemos a vivir en paz no tenemos miedo de nada, ¡ni siquiera de nuestros propios miedos! Así que ¡Hay que dejar de correr de un lugar a otro! Tenemos que aprender a disfrutar de todo lo que tenemos, sea mucho o poco.
Por eso Él afirmó: “Os dejo mi paz, os la regalo. No como muchos lo dicen o como otros intentan hacerlo, sino una paz verdadera: una paz que echa fuera todos los miedos, las ansiedades y los sobresaltos. Cuando confiáis en mí, no importa lo que pueda ocurrir, vuestra alma está tranquila. Yo os cuido” (paráfrasis de Juan 14:1).
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - A toda prisa