La esclavitud de la amargura

El perdón no es solamente para aquellos que han pasado situaciones difíciles. ¡Todos necesitamos perdonar y ser perdonados!

10 DE OCTUBRE DE 2022 · 09:00

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Imagen de Gianluca Zuccarelli, Unsplash.

La película Antwone Fisher, el triunfo del espíritu (2002, dirigida por Denzel Washington) narra la historia de un marinero que fue abandonado por sus padres cuando era niño. Él no sólo no los perdonó, sino que vivió siempre con la idea de vengarse de ellos. El psiquiatra que le intenta ayudar (protagonizado por el propio Denzel Washington) le dice: “No guardar resentimiento cuando se recibe un agravio, eso es perdón”. Le recomienda que encuentre a sus padres para perdonarlos, porque esa será la única manera de volver a ser él mismo; que los perdone a pesar de su abandono y de todas las barbaridades que le hicieron en la casa de acogida ¡Necesita perdonar para aprender a vivir!

El perdón no es solamente para aquellos que han pasado situaciones difíciles. ¡Todos necesitamos perdonar y ser perdonados! ¿La razón? No hay nadie perfecto. Muchas veces hacemos daño a otras personas de una manera consciente o inconsciente, e igualmente ellos a nosotros; así que si el perdón no es nuestro compañero habitual en la vida, mal andamos. 

Cuando no perdonamos o no somos capaces de perdonar, vivimos intranquilos: no podemos dejar de pensar en lo que nos han hecho o en lo que nosotros hemos hecho y eso termina por convertirse en una amargura que no nos deja vivir. ¡Aunque no nos demos cuenta!. Por si fuera poco, siempre terminamos odiando a quienes hemos ofendido, de tal manera que en muchas ocasiones la otra persona vive feliz, sin enterarse de lo que nos sucede a nosotros, mientras nos consumimos por dentro buscando una oportunidad para vengarnos, sea como sea, aunque simplemente sea hablando mal de la otra persona.

La decisión de no perdonar desemboca también en la envidia. ¡Siempre estamos pendientes de lo que está haciendo la otra persona! En cierta manera es como si la lleváramos con nosotros en todos los momentos. No somos capaces de descansar ni de dormir tranquilos, porque incluso en la noche tenemos pesadillas relacionadas con las personas a las que no perdonamos. ¡Ya es suficiente! Tenemos que aprender a perdonarnos a nosotros mismos, y vencer la amargura de no querer perdonar a los demás. 

Por último, debemos recordar que nosotros no somos responsables de las decisiones que toman otras personas, por muy cercanas que sean. A veces sufrimos demasiado por el mal que otros hacen, sin darnos cuenta de que es su responsabilidad, no la nuestra. Podemos ayudar a todos si, pero no podemos cargar con sus culpas. De eso se trata el perdón también. 

Y aún en los momentos más difíciles debemos recordar siempre que “Con nosotros está el Señor nuestro Dios para ayudarnos a pelear nuestras batallas” (2ª Crónicas 32:8).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - La esclavitud de la amargura