Nada que avergüence a otro
Siempre queremos estar en primer lugar: si no es en el lugar de Dios, y tampoco a su derecha, al menos a su izquierda, o en una posición dónde se nos vea bien.
14 DE DICIEMBRE DE 2020 · 09:45

Estoy completamente de acuerdo con lo que dijo, aunque no le conozca personalmente: Grant Hill fue elegido el número uno del draft de la NBA en el año 1994 (Detroit Pistons) y desde entonces ha encantado a los admiradores de todos los equipos por su juego y su amabilidad. Admiraba a Julius Erving desde que era pequeño: «Siempre me encantó su clase, nunca hacía nada para avergonzar a otro».
Los modelos que siguen muchas personas son radicalmente diferentes. No sé qué piensas tú, pero a mí a veces me da la impresión de que cuanto más arrogante sea una persona, mayor es el público que le admira. Gran equivocación. Lo que realmente permanece es el honor, la lealtad, la ayuda... la clase.
Siempre pensé que solo puedes llegar a conocer realmente a una persona cuando le das poder y/o dinero. Se puede ver lo que hay dentro de alguien cuanto está en un puesto de autoridad y tiene poder para mandar, sea en lo que sea. Cuando eso ocurre, todos suelen quitarse la máscara que llevan puesta. Si es alguien que ama, que intenta hacer las cosas bien y que es humilde (supongo que ya estás pensando en hombres y mujeres de la Biblia como Moisés, Débora, Pablo...) merece la pena conocerle. Pero si se vuelve cada día más orgulloso hasta querer satisfacer todos sus deseos (Saúl, Sansón, Jezabel...), mal asunto.
Exactamente lo mismo ocurre en la vida. Cuando llegas a lo más alto, en un equipo, en una organización, en la familia, en la iglesia... realmente demuestras lo que eres. Cuanta más fama o más dinero tengas, más debes ser una persona íntegra, porque eres mucho más responsable delante de Dios y de los demás. Recuerda aquella frase: «Es necesario tener una mano firme para llevar un vaso lleno».
Dale poder a alguien y se descubrirá solo.
No nos engañemos, el orgullo nos tiene maniatados en muchas ocasiones. Siempre queremos estar en primer lugar, o al menos en un lugar de poder: si no es en el lugar de Dios (¡eso sonaría muy mal!), y tampoco a su derecha (ya sabemos que el Señor está ahí) al menos a su izquierda, o en una posición dónde se nos vea bien. Eso fue lo que pidieron algunos de sus discípulos. ¿Recuerdas a Jacobo, Juan, su madre, y toda aquella historia?; y eso es lo que siguen queriendo la gran mayoría de las personas. Todos quieren ser admirados, queridos, adulados...
Mientras tanto, Dios derrama su gracia incondicionalmente buscando siervos: personas que saben que no merecen nada y por lo tanto pueden disfrutar de todo. Personas que hacen su trabajo bien y con clase, que no necesiten las adulaciones de los demás para sentirse bien; ni quieran pasar por encima de todos para encontrar la razón de su propia existencia. Gente que no quiere avergonzar a nadie.
Dios busca personas que no quieran controlar y echar broncas, sino amar y servir. Gente satisfecha y feliz con lo único que puede darnos satisfacción y felicidad: «Me bastará con verte cuando despierte» (Salmo 17:15 NVI). El salmista no necesitaba nada más. Nosotros tampoco. Podemos ser quienes somos y hacer lo que sabemos hacer, estemos en el lugar que estemos. No necesitamos nada más. Nos basta con ver al Señor cada día... y disfrutar.
Eso sí, con clase.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Nada que avergüence a otro