Las misteriosas ecuaciones del amor

De la misma manera que tomamos medicamentos para el cuerpo, intentamos medicar nuestro espíritu.

07 DE SEPTIEMBRE DE 2011 · 22:00

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La película “Una mente maravillosa” llevó a la pantalla de los cines la historia del profesor de matemáticas John Nash, de la Universidad de Princetown (USA) que a pesar de tener un problema grave de esquizofrenia, fue capaz de superarlo gracias a la ayuda y el amor de su esposa, hasta llegar a recibir el premio Nobel. Casi al final de la película, protagonizada por Russell Crowne, El profesor protagonista dice: “Siempre creí en los números, las ecuaciones y la lógica que llevan a la razón. Mi búsqueda me ha llevado a la física, la metafísica y la locura, y ahora de vuelta desde la locura descubro lo más importante en mi vida. Sólo en las misteriosas ecuaciones del amor, la razón alcanza la perfección de la lógica” Sólo el amor lo supera todo. Podríamos terminar la historia de hoy con esa frase tan sencilla, pero necesito escribir un poco más, porque a veces vivimos como si nuestro amor no tuviese importancia, y sólo ese amor puede dar sentido a todos los momentos de nuestra vida, incluso los momentos de mayor sufrimiento. A nadie le gusta sufrir, por eso de la misma manera que tomamos medicamentos para el cuerpo, intentamos medicar nuestro espíritu. Buscamos fórmulas, personas o circunstancias que nos hagan huir de los malos momentos. Y eso no es posible, aunque sea momentáneamente efectivo. Queremos quitar el dolor en todo momento, pero eso no puede aplicarse a la vida espiritual. No podemos escapar de lo que no nos gusta o encontrar medicinas espirituales para no sufrir. Vivimos aceptando sólo lo que nos hace sentir bien, y no queremos ni oír hablar de la disciplina o el dolor, y de esta manera, nunca encontramos sentido en nuestra vida. El mundo del deporte nos enseña que la disciplina y el dolor pueden ser dos de nuestros mejores amigos. Son parte imprescindible de los objetivos que nos marcamos. El dolor es muchas veces uno de los mejores espejos del amor. Aunque sea el visitante que no queremos, es el que nos devuelve la ilusión porque nos muestra dónde está el secreto de la vida. El dolor puede ser el gran maestro que nos enseña el secreto de cada momento, el disfrute de cada pequeña cosa; el gran valor de aquellos que están a nuestro lado cuando sufrimos. Si hacemos todo lo posible por huir del dolor y de los momentos a solas, perdemos la grandeza de las noches estrelladas, porque sólo brillan las estrellas cuando la oscuridad rodea el alma. Sólo en esos momentos encontramos la razón y la lógica de lo que no entendemos: Una respuesta de amor. Porque sólo el amor puede superarlo todo

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Las misteriosas ecuaciones del amor