La segunda infancia de Harpo Marx

Harpo Marx era el mudo, el “niño” de los cinco hermanos. Uno de sus hijos adoptivos dijo de él “Mi padre nunca tuvo una segunda infancia, porque jamás abandonó la primera”.

23 DE DICIEMBRE DE 2010 · 23:00

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Saludaba con la pierna, de una manera humorística, tanto que llegó a convertirlo en una costumbre. El rey Eduardo VIII de Inglaterra le ofreció una vez su pierna en un saludo. Murió en 1964, y en su entierro fue la única vez que se vio llorar en público a Groucho, su hermano. Dejar de ser niño es una de las peores decisiones que tomamos en la vida. Ya me entiendes: no estoy hablando de crecer (todos lo necesitamos) ni de alcanzar madurez en la vida y hacer lo que debemos hacer adquiriendo la sabiduría propia de la edad. Me refiero a dejar de abrir los ojos, de jugar, de confiar en otros, de aprender, de sentirse llenos de vida… Porque cuando dejamos de ser niños, nuestra vida se está acabando… - Cuando dejamos de ser niños, perdemos la capacidad de asombrarnos por lo que vemos - Cuando dejamos de ser niños, las aventuras dejan de tener sentido, y nuestra imaginación queda encerrada en una lógica absurda - Cuando dejamos de ser niños, perdemos el tiempo queriendo llegar a todas partes, y olvidamos que podemos jugar mientras vamos por el camino. - Cuando dejamos de ser niños, desaparecen los juegos, los abrazos, los encantos… - Cuando dejamos de ser niños ya no escuchamos con la boca abierta, ya no examinamos las cosas con los ojos saltones, olvidamos hablar dibujando una sonrisa - Cuando dejamos de ser niños nos complicamos la vida de tal manera, que pasamos mucho tiempo cada día pensando en cómo sería nuestra vida si volviésemos a ser niños - Cuando dejamos de ser niños, los días pierden la ilusión de lo sencillo, de lo que hacemos cada día, de lo que nos espera cada mañana en cada esquina de la vida - Cuando dejamos de ser niños desaparece la fe, la confianza, la ilusión, queremos racionalizar todo y sólo creemos en lo que vemos, sólo confiamos en lo que está escrito. Sólo nos ilusionamos con aquello en lo que vamos a ganar algo. - Cuando dejamos de ser niños olvidamos que los juegos se inventan, que los mejores momentos son los que pasamos junto a nuestra familia y nuestros amigos. Olvidamos que cualquiera que llega, independientemente de su raza, o su condición puede ser nuestro amigo y jugar con nosotros. Cuando volvemos a ser niños, comprendemos la promesa que brilla en nuestra vida: “pondrás de nuevo risas en tu boca” (*) porque si desgraciadamente las circunstancias nos vencen y dejamos de ser niños, es porque estamos comenzando a morir. (*) Job 8:21

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - La segunda infancia de Harpo Marx