El tweet de Dios sobre la reprensión y los castigos
El entendido no es el perfecto, pues si lo fuera no necesitaría ser reprendido, sino el que reconoce su necesidad. Por contra, el necio, por más castigo que reciba, no aprenderá, porque no está dispuesto a aceptar que haya nada de lo cual tenga que avergonzarse.
19 DE JUNIO DE 2025 · 09:53

Resulta llamativo contemplar la vida pública en las altas esferas del poder, para caer en la cuenta de que lo que ocurría en los tiempos de Jeremías es lo mismo que está sucediendo ahora, porque el dictamen que Dios pronunció sobre aquella nación es válido para hoy: ‘No hay hombre que se arrepienta de su mal, diciendo: ¿Qué he hecho? Cada cual se volvió a su propia carrera, como caballo que arremete con ímpetu a la batalla.’ (Jeremías 8:6).
La invención de subterfugios, la negación de la evidencia, el acusar a otros de la culpa, la elaboración de siniestras maniobras y la obstinación en todo ello son el pan de cada día, hasta el punto de que los actores principales y secundarios de este escenario se han convertido en maestros de la soberbia y de la falsedad, pues lo que importa, por encima de todo, es destruir al adversario, aunque para ello sea necesario echar mano de turbios ardides. La mala política actual es la escuela donde se pueden aprender las peores artes imaginables, siendo la carrera que enseña a desarrollar lo más detestable que hay en el ser humano. Por supuesto que en este escenario no hay cabida para la verdad ni para la justicia -pues la primera arroja luz y la segunda señala la rectitud, por lo que son estorbos- sino para el interés, el cálculo, la astucia y los manejos.
Paradójicamente todo ello refuerza la esperanza cristiana de otro gobierno, que no es de aquí abajo. Es decir, los mismos que niegan que vaya a haber ningún reino de Dios en algún momento, son los que, con su propia actuación, afirman su necesidad, al confirmarla con sus oscuros hechos. Y así es como sigue plenamente vigente la petición que nos enseñó Jesús: Venga tu reino, hecha en un momento determinado de la historia, cuando había un gobierno humano que mandaba. Es una petición que hace evidente la insuficiencia y fracaso de los gobiernos de aquí abajo y la perfección del de Dios, porque si algún gobierno humano fuera la respuesta, estaría de más tal petición.
Como asistimos a toda una puesta en escena de rechazo de cualquier indicio de culpabilidad personal, es por lo que cuando, en alguna parte de la tierra, alguien se vuelve a Dios y se arrepiente de sus pecados, se constituye en todo un referente de lo que es ir a contracorriente. Porque en vez de justificar sus transgresiones, está reconociéndolas, sin ambages y sin disimulos, no atenuándolas, sino considerándolas en toda su gravedad. Al achacarse a sí mismo la responsabilidad, no la está diluyendo en otros, sino enfrentándose a ella. Pero no solamente hay un reconocimiento, lo cual ya en sí es un gran paso, sino que también hay un arrepentimiento, esto es, una resolución de cambio, un apartarse del curso que se ha venido siguiendo, para andar de forma totalmente diferente.
¡Qué ejemplo más singular, frente a los pésimos ejemplos que se multiplican! ¡Qué lección más magistral, en comparación con las vergonzosas enseñanzas actuales! Y, lo mejor de todo, es que, quien así hace, no lo hace para ser un ejemplo ni para dar lecciones a nadie, sino porque ha caído en la cuenta de su culpabilidad, lo que le lleva a confesar ante Dios su perdición. Es decir, no hay una intención doble en su actitud, sino honestidad y sinceridad.
No es extraño que cuando algo así sucede, en cualquier parte del mundo, haya gozo y alegría en el cielo, porque un transgresor se ha arrepentido. Como el arrepentimiento forma parte del evangelio, es por lo que esta sociedad, con sus mandos a la cabeza, necesita tomar nota y aprender de lo que el evangelio manda. Lejos de ser algo viejo y obsoleto, es la única solución verdadera, porque lo que es viejo, dado que viene haciéndose desde tiempo inmemorial, es recurrir, por sistema, a la tergiversación, a la estratagema, a la doblez, a la consigna y a la propaganda.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘La reprensión aprovecha al entendido, más que cien azotes al necio.’ (Proverbios 17:10). Reprensión es una palabra fuerte, que confronta a quien va dirigida. No es suave, porque descubre lo oculto, poniendo de manifiesto la putrefacción existente. Por eso muchos aborrecen esa palabra, al no querer admitir esa oscura realidad en sus vidas, revirtiendo la acusación en otros. Pero cuando alguien recibe tal palabra, demuestra que es entendido, sabiendo que es medicina para el mal que le aqueja. Por tanto, el entendido no es el perfecto, pues si lo fuera no necesitaría ser reprendido, sino el que reconoce su necesidad.
Por contra, el necio, por más castigo que reciba, no aprenderá, porque no está dispuesto a aceptar que haya nada de lo cual tenga que avergonzarse. Mientras que el entendido aprende por la palabra, por la palabra de reprensión, el necio no aprende ni a través del más duro correctivo que se pueda imaginar, siendo un caso sin remedio. Llama la atención que reprensión está en singular, lo que indica que el entendido sólo necesita una palabra así, mientras que azotes está en plural, cien, lo que muestra que ni con todas las medidas disciplinarias aprende el necio.
Reprensión y castigos, provechosa la primera e inútiles los segundos, dependiendo de quién los reciba.
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