El tweet de Dios sobre los linderos antiguos
El respeto y la protección a los derechos básicos eran el propósito perseguido, para lo cual aquellos límites originales servían como referencia permanente.
06 DE MARZO DE 2025 · 10:45

Cuando se repartió la tierra de Canaán, una vez conquistada, las tribus de Israel echaron suertes para decidir qué territorio le correspondería a cada una, quedando así fijados los límites entre tribu y tribu. Luego, dentro de cada tribu, los diferentes clanes familiares recibieron la porción de acuerdo al número de sus miembros, con lo cual se establecía un principio de equidad. Así que mediante la suerte se decidió dónde estaría la heredad y mediante la equidad se decidió cuánta sería esa heredad.
Esos límites que fijaban la tierra eran fundamentales, porque la tierra era, y es, el medio de sustento que tenemos, ya que de ella nace lo que necesitamos para vivir, de modo que quedarse sin tierra suponía la pérdida de lo vital, abriendo la puerta a la ruina y la dependencia de otros, en forma de servidumbre, para poder sobrevivir.
Pero como la vida da muchas vueltas y las circunstancias pueden cambiar, era factible que alguien se viera golpeado por la desgracia y la calamidad, viéndose obligado a tener que enajenar sus tierras para poder salir adelante, tal como le pudo pasar a Noemí. Pero para evitar que algo así ocurriera, Dios instituyó la figura del redentor, el pariente cercano que venía en auxilio del perjudicado, que es justamente lo que le sucedió también a Noemí por su pariente Booz, haciéndose cargo de la necesidad y salvándole de la pérdida de su propiedad,.
Pero si se diera el caso de que no había ningún pariente cercano dispuesto a ejercer esa responsabilidad, entonces había todavía un muro protector que salvaguardaba al damnificado, consistente en una ley que ordenaba la devolución de las tierras enajenadas a su dueño original en el año del jubileo. Es decir, el jubileo hacía tabla rasa, impidiendo que la tierra fuera poco a poco cayendo en manos de unos pocos, quedando los más sin posesión alguna. De este modo, el acaparamiento de tierras en pocas manos, con todas las consecuencias sociales que conlleva, se hacía imposible.
Todo esto quiere decir que había unos límites que eran infranqueables, porque derechos esenciales, como el de la propiedad, podían quedar vulnerados. Sumado a todo ello, estaba la disposición de que cada siete años se hacía remisión de las deudas contraídas, para que nadie tuviera que verse en la necesidad de tener que vender sus tierras para pagar tales deudas, con el peligro de caer en el hoyo de la esclavitud. Si Dios había librado de la esclavitud de Egipto a su pueblo, no era su voluntad que se volviera a repetir esa lacra en medio de su pueblo.
En resumen, el respeto y la protección a los derechos básicos eran el propósito perseguido mediante todas estas disposiciones, para lo cual aquellos límites originales servían como referencia permanente.
Sin embargo, la realidad es que este pueblo no estuvo a la altura, siendo una de las continuadas denuncias de los profetas la persistente transgresión de este principio. Que el capricho de los grandes prevalecía, se aprecia en el caso de la viña de Nabot, cuando el rey Acab le pidió que le vendiera esa propiedad, negándose aquél con el razonamiento de que era la heredad de sus padres. Pero, ¿cómo se atrevía este gusano a contradecir el deseo del rey? Nabot acabó apedreado y la viña pasó a manos de Acab.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘No traspases los linderos antiguos que pusieron tus padres.’ (Proverbios 22:28). La palabra que se ha traducido como traspasar, se ha traducido en otras dos ocasiones como reducir, por supuesto en beneficio propio y en perjuicio ajeno. ‘No reducirás los límites de la propiedad de tu prójimo, que fijaron los antiguos.’ (Deuteronomio 19:14). Pero para subrayar la gravedad que conlleva hacerlo, el acto de reducir la propiedad ajena está puesto entre las maldiciones pronunciadas sobre el monte Ebal: ‘Maldito el que redujere el límite de su prójimo.’ (Deuteronomio 27:17).
Llama la atención que esta maldición está puesta entre las que describen pecados como la idolatría, la deshonra de los padres, el abuso de los débiles, las perversiones sexuales o el asesinato. Es decir, se cuenta entre los peores actos que se puedan cometer, de ahí la maldición que los acompaña. Y la razón para ordenar que no se traspasaran, o redujeran, los linderos antiguos no era, en última instancia, simplemente porque así lo decidieron los padres, sino porque detrás estaba la voluntad de Dios, estableciendo lo que es bueno y justo.
En los tiempos actuales se ha optado porque cada cual fije las normas y los límites de acuerdo al criterio propio, y ya no me refiero solamente al asunto de las posesiones materiales, sino a los grandes principios y verdades espirituales y morales que sustentan una sociedad. Las desastrosas consecuencias resultantes no se harán esperar mucho tiempo.
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