El tweet de Dios sobre el aborrecimiento y el amor a los hijos

Se hace preciso que los padres cristianos tengan claro qué es lo que van a hacer con sus hijos, para que, hasta donde llega su responsabilidad, puedan tener la conciencia tranquila de que hicieron lo que debían.

21 DE DICIEMBRE DE 2023 · 09:00

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Imagen de Timothy Eberlyl, Unsplash.

Una de las tareas más difíciles que existen es la educación de los hijos y cuando hablo de educación no me refiero a lo que esa palabra inmediatamente trae a la mente, como la preparación intelectual o académica o las buenas maneras y modales, porque la educación va mucho más allá de la consecución de un título o de la adquisición de una conducta cortés. Tiene que ver con la formación del carácter y la personalidad, de tal manera que los padres son como los alfareros que trabajan con el barro, cuando todavía es dúctil y maleable, a fin de conseguir que la personalidad de sus hijos sea equilibrada, responsable y sensata. Otras ilustraciones que se pueden emplear son la del escultor, que va dando forma a la talla, o la del agricultor, que siembra ciertas semillas para que den su fruto, si bien estas comparaciones no reflejan totalmente la realidad humana, porque en ellas hay una parte activa y otra receptora, mientras que en la experiencia humana las dos partes son activas.

Es evidente que ese trabajo tiene sus límites, porque la criatura que viene al mundo no es una hoja en blanco, ya que trae consigo unas características que le son propias, algunas de ellas transmitidas por los propios progenitores y otras por otros antepasados anteriores, aparte de las que su propia naturaleza le confiere. Comprender esto es esencial para no intentar ir más allá de lo que se debe hacer, pero también para no quedarse corto de lo que se puede hacer. El padre o la madre no pueden ni deben hacer un clon suyo del hijo o de la hija, pero tampoco han de dejar que siga sus propias apetencias o inclinaciones, cuando se hace patente que van en una dirección peligrosa.

Naturalmente la percepción que se tenga de cuál es el estado de la naturaleza humana cuando se llega a este mundo, va a ser determinante en la tarea de la formación de los hijos. Por tal motivo la pedagogía moderna está en contradicción con la cristiana, porque la primera está basada en la creencia de la bondad innata del ser humano, mientras que la segunda considera que venimos con una tara moral condicionante, transmitida por nuestro primer padre, que se llama pecado. A partir de ahí, los medios y soluciones que se propondrán en la formación de los hijos van a divergir.

Como también existe una discrepancia entre lo que se considera bueno y lo que se considera malo, es por lo que no puede haber acuerdo entre una pedagogía y la otra, ya que a lo que una llama bueno la otra llama malo y viceversa. Ambas consideran que inculcar determinadas ideas en la mente de un niño en sus primeros años será vital para su desarrollo posterior, pero la diferencia radical en la evaluación moral de esas ideas es lo que resultará en una discordancia total.

Al estar en juego el futuro de las nuevas generaciones es por lo que se hace preciso que los padres cristianos tengan claro qué es lo que van a hacer con sus hijos, para que, hasta donde llega su responsabilidad, puedan tener la conciencia tranquila de que hicieron lo que debían.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘El que detiene el castigo a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.’ (Proverbios 13:24). Aquí se está tratando la cuestión de la disciplina, algo importantísimo para erradicar lo malo y sembrar lo bueno, cosas difíciles ambas. Como la disciplina tiene que ver con algo desagradable, tanto para el disciplinante como para el disciplinado, parece que es mejor, para los dos, dejarla a un lado y seguir otro curso de acción más amable y agradable. Pero el texto no deja lugar a dudas al respecto, al enseñar que detener el castigo, por un supuesto amor al hijo, en realidad es aborrecerlo, porque ese castigo es su medicina. ¿Algún médico desechará el bisturí en la intervención de su paciente, bajo el argumento de que va a resultar en un corte que tendrá consecuencias duras y dolorosas? ¿El agricultor dejará de podar al árbol, porque al tratarse de un ser sensible va a sufrir?

Los padres que aman a su hijo, añade el pasaje, lo corrigen desde temprano. La palabra temprano alude ahí a temprano en la mañana, lo cual se puede entender en el sentido de que cada día es preciso ser diligente y no tardío en el empleo de la corrección; pero también se puede entender en el sentido de que en la etapa temprana de la vida, la infancia, es cuando hay que empezar a usar la corrección, porque en etapas más avanzadas ya no surtirá ningún efecto y no valdrá para nada.

Hay en este tweet de Dios una afirmación que contradice la afirmación actual sobre quién es el que ama a su hijo y quién es el que lo aborrece. Flaco favor hacen a sus hijos los padres que consienten que lo malo eche raíces en sus vidas, basados en las ideas que llaman bueno a lo malo, aunque parezca, a la corta, que les están beneficiando. Gran servicio, a la larga, hacen a sus hijos los padres que no escatiman la disciplina y corrección desde las primeras etapas de su vida.

 

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