Diversidad de opiniones entre académicos evangélicos ante la apuesta de la UE por la energía nuclear

La Comisión Europea ha reconocido a la atómica y al gas como fuentes de energía necesarias y verdes hasta 2045, como mínimo. Algunos países, como España, rechazan la decisión.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 10 DE ENERO DE 2022 · 16:06

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La central nuclear de Does, en Bélgica. / Frédéric Paulussen, Unsplash.

Coincidiendo con el final del ya pasado 2021, la Comisión Europea publicó hace escasos días nuevas modificaciones en su clasificación de las fuentes de energía. Algo que ha agitado el debate sobre la transición energética que tiene como objetivo eliminar las emisiones de CO₂ para 2050. Y es que Bruselas ha reconocido a la nuclear y al gas como fuentes necesarias para cumplir con ese objetivo.

En abril de 2021, la Comisión Europea aprobó sus primeras decisiones sobre la clasificación energética en base al reglamento de la taxonomía, dejando fuera a la nuclear y al gas. Ahora Bruselas considera ahora estas dos fuentes y sus métodos de producción e importación como ‘verdes’, como mínimo hasta 2045, y también las plantas de generación de electricidad por medio del uso de gas, hasta 2030.

Según la Comisión, “al proporcionar una fuente estable de suministro de energía, la energía nuclear facilita el despliegue de fuentes renovables intermitentes y no daña su desarrollo”. Partiendo de esta idea, Bruselas establece una serie de criterios que deben cumplir las centrales nucleares existentes y las que se construyan antes de 2045 para ser aceptadas como ‘verdes’. En el caso del gas, la Comisión establece para las plantas en funcionamiento el límite en menos de 100 gramos de dióxido de carbono por kilovatio hora para conseguir la etiqueta de sostenibilidad.

Discrepancias entre países

El anuncio de la Comisión Europea ha sido bien acogido en Francia, que produce más del 70% de su electricidad a partir de 56 centrales nucleares en activo. De hecho, en el horizonte político más cercano, el país tiene como pendiente lanzar un nuevo plan nuclear en 2023, y la compañía eléctrica estatal EDF y el gobierno están negociando una propuesta de construir seis nuevos reactores con una inversión de 50.000 millones de euros.

Diversidad de opiniones entre académicos evangélicos ante la apuesta de la UE por la energía nuclear

La Comisión Europea ha etiquetado como 'verdes' el gas y la energía nuclear al menos hasta 2045. / Kwon Kunho, Unsplash.

Alemania, por su parte, ha criticado la decisión de Bruselas e insiste en que el enfoque debe ser “construir la infraestructura necesaria e impulsar la producción de hidrógeno”. “Etiquetar la energía nuclear como sostenible es un error con esta tecnología de alto riesgo”, ha subrayado el vicecanciller y ministro de Economía y Protección del clima, Robert Habeck. Tampoco en España, donde la energía nuclear genera cada año más del 20% de la electricidad consumida, ven con buenos ojos la propuesta de la Comisión Europea. “Independientemente de que puedan seguir acometiéndose inversiones en una u otra [nuclear o gas], consideramos que no son energías verdes ni sostenibles”, ha asegurado la ministra para la Transición ecológica y el Reto demográfico, Teresa Ribera.

Desde Bruselas, aluden al objetivo de cero emisiones de CO₂ en 2050 para justificar su decisión. “Cualquiera que diga que podemos cumplir los objetivos del Pacto Verde para 2050 sin energía nuclear, no está viendo la verdad, porque las cifras están aquí”, ha subrayado el comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton. Según la Comisión Europea, que ha pedido a sus miembros invertir más de 500.000 millones de euros en nuevos reactores nucleares, el 75% de la emisiones de gases de efecto invernadero en el territorio comunitario están relacionadas con el consumo energético.

“Todo se trata de información para los mercados de capitales”

Más allá del ámbito político, la decisión de la Comisión Europea ha reavivado el debate sobre modelos y fuentes energéticas en la sociedad. Sobre todo, con lo que respecta a la consideración de la energía nuclear, con lo que algunos analistas han identificado como un nuevo ‘enamoramiento’ de ésta por parte de sectores más amplios de población.

“Si hay una agenda política detrás, no lo sé. Lo cierto es que reducir las emisiones de CO₂ es una prioridad importantísima y resulta muy difícil hacerlo únicamente a base de energía eólica o solar”, asegura Antoine Bret, doctor en Física y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha que también imparte un curso universitario sobre energías alternativas. “Un continente como Europa no puede permitirse descartar fuentes de energía, sobre todo cuando se tratan de fuentes como la nuclear, que no emite casi nada de CO₂, o el gas, que sí emite pero dos veces menos que las demás fuentes fósiles. A mi juicio, descartar la energía nuclear es descartar un aliado muy valioso en la lucha contra el cambio climático”, subraya.

Para Miguel Wickham, profesor de geografía en Oxford, Barcelona y Madrid, “la decisión de la Comisión contrasta con sus promesas de reducción de gases de efecto invernadero”. Además, ve una relación entre el momento del anuncio y la escalada de los últimos meses en el precio de la luz. “La reciente subida de precios de la energía ha reducido las reacciones en contra [de la nuclear], y hay hasta partidos verdes, como en Finlandia, que ven la opción nuclear como la menos mala. Si queremos seguir manteniendo el nivel en el que vivimos, que depende de un consumo enorme de energía, hay pocas alternativas en este momento. Lo que seguramente pasará es que las emisiones no se reducirán según lo esperado, los efectos nocivos del calentamiento del planeta se acelerarán, las inversiones en la energías renovables no crecerán según lo previsto, y las empresas seguirán con su ‘greenwashing’ o ecopostureo”, lamenta.

Diversidad de opiniones entre académicos evangélicos ante la apuesta de la UE por la energía nuclear

En la Unión Europea hay 14 países con reactores nucleares activos en el presente. En España, más del 20% de la electricidad consumida cada año se produce en centrales nucleares. / Thomas Millot, Unsplash.

Desde el Centro de Sostenibilidad de la Alianza Evangélica Mundial (WEASC, por sus siglas en inglés), consideran también una conexión entre la decisión de Bruselas y el orden de los mercados. “Todo se trata de información para los mercados de capitales. La principal función de la llamada taxonomía es guiar decisiones de inversión”, dice el codirector de la institución, Matthias Boehning. “Lo que está en juego aquí es esta taxonomía, que define qué actividades económicas se clasifican como respetuosas con el clima y el medio ambiente y, por lo tanto, pueden recibir la etiqueta ‘verde’ o ‘inversiones sostenibles’. La clasificación mandará señales a inversores institucionales y privados que llevarán a la inversión. El capital fluye no solo hacia fuentes de energía totalmente renovables, sino también hacia la energía nuclear y el gas natural, según la nueva clasificación. La razón de esto es que aquellos proyectos de energía que se clasifican como ‘verdes’ bajo la taxonomía, serán mucho más fáciles y económicos de financiar en el futuro. La propuesta de la Comisión pone a la par las centrales nucleares y de gas natural con las plantas de energía solar y eólica”, apunta. 

Para Bohening, la acusación de “ecopostureo” por parte de algunos sectores a la Comisión Europea “no está del todo injustificada”. “Bruselas debe preguntarse a sí misma si no está socavando sus propios objetivos climáticos con la taxonomía y cuán creíble es clasificar la energía nuclear y el gas natural como sostenibles”.

Energía nuclear: una historia accidentada

Uno de los principales recelos que despierta la energía nuclear tiene que ver con su historial de accidentes y su magnitud. “La energía nuclear es limpia en cuanto a emisiones de CO₂, pero los problemas de accidentes como los de Three Mile Island, Chernóbil o Fukushima crean mucha inquietud. Se ve como solución si se quiere reducir la emergencia climática, vista como mayor problema. Pero debería haber una inversión mucho mas grande y urgente en energías renovables. Con la vuelta a la energía nuclear, la inversión posiblemente se reducirá y el mundo seguirá siendo menos seguro, más peligroso”, opina Wickham.

Los recelos también se fundamentan en la cuestión del efecto de los residuos y su almacenamiento. “Inicialmente, la energía nuclear suena prometedora en términos de tecnologías amigas del clima, ya que ofrece una neutralidad en  CO₂ casi completa. Este mensaje también se promueve en voz alta por los grupos de presión de la industria nuclear. En algunos círculos en la COP26, en el contexto de la crisis climática y la necesidad de aumentar las ambiciones para reducir las emisiones de CO₂, ya se hablaba de un ‘renacimiento de la energía nuclear’”, explica Boehning. 

“En última instancia, se trata de la viabilidad futura, de asegurar el futuro y la sostenibilidad. Y contra estos criterios, la energía nuclear no puede ser el camino a seguir, al menos mientras haya riesgos relacionados con el almacenamiento final”, subraya el codirector del Centro de Sostenibilidad de la Alianza Evangélica Mundial.

En este sentido, Bret recuerda que “las fuentes de energía seguras no existen”, y que “lo único que existen son fuentes cuyos accidentes no son mediatizados”, en referencia a la ruptura de las presas hidráulicas en Banqiao (China), Vajont (Italia), Morvi (India) o Ribadelago (Zamora). “Imaginemos una España completamente abastecida de energía solar”, dice el físico. “Haría falta almacenar parte de la producción solar para que haya energía por la noche. Y aquí, con el almacenamiento, volveríamos al tema de energía concentrada. Al hacerse con hidrógeno, que no es una fuente en sí misma, ya que no hay pozos del mismo, se trataría de lidiar con 27 millones de toneladas de hidrógeno al año. Si el mundo entero hiciera lo mismo, habría que multiplicar esta cifra por más de 100. Obviamente, tarde o temprano, tal cantidad de hidrógeno generaría accidentes mayores”, afirma.

Diversidad de opiniones entre académicos evangélicos ante la apuesta de la UE por la energía nuclear

Según la Comisión Europea, el 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el territorio comunitario son provocadas por la producción y el consumo de energía actuales. / Matthew Henry, Unsplash.

Objetivo: una transformación del modelo consumo 

Parte de la apuesta por la energía nuclear se basa en lo poco desarrolladas que se encuentran las fuentes de energía renovables y en el mayor espacio que requieren estas para producir la misma cantidad de energía que una central. “Para suministrar el consumo energético mundial únicamente con eólica haría falta cubrir de molinos un territorio equivalente al de 20 veces España. Para hacerlo con la solar, sería uno equivalente a dos veces el de España, con paneles solares. Y esto ni siquiera cuenta con las pérdidas provenientes del almacenamiento, que es necesario si estas fuentes constituyeran el 100% del abastecimiento o incluso menos”, detalla Bret.

“A veces se habla de geotermia, pero eso es eficaz solo en las zonas volcánicas. En cuanto a la hidroelectricidad, es importante saber que tiene un techo que viene dado por la cantidad de montaña que tiene un país, y la cantidad de lluvia que cae sobre las mismas. Una vez se ha recuperado la energía de toda el agua que ha caído en tus montañas durante el año, has alcanzado el techo”, añade el físico.

Pensando en los reparos respecto a la energía nuclear, desde la WEASC puntualizan que “si al lograr la neutralidad climática ponemos en peligro el futuro a través de otros complejos problemas, hemos ganado poco”. “La etiqueta ‘No dañar’ es de suma importancia cuando se trata de asegurar el futuro. Y los residuos nucleares no son compatibles con ella”, subraya el codirector de la entidad, Matthias Boehning. “La Unión Europea debería utilizar toda la fuerza de su creatividad y competencia en el establecimiento de marcos para permitir la implementación del Pacto Verde y el logro de los objetivos de protección del clima a través de esfuerzos conjuntos hacia una amplia expansión de energías renovables en todo su territorio”, añade.

Un matiz a tener en cuenta, según plantea Wickham, es el del modelo de consumo y el estilo de vida, que acaban generando las necesidades energéticas actuales. “Hay que mejorar la eficiencia de la producción energética, mejorando su uso, por ejemplo en una producción inicial más eficiente, y un mejor aislamiento térmico de los edificios; invertir masivamente en energía renovable descentralizada y local; reducir el consumo, limitando masivamente el uso de energías fósiles para el transporte, produciendo alimentos localmente, pensando en cómo reducir los largos viajes de casa al trabajo. Todo esto implica un repensar cómo vivimos, y es difícil, ya que el mundo está ahora construido sobre el consumo masivo de las energías fósiles”, manifiesta. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ciencia - Diversidad de opiniones entre académicos evangélicos ante la apuesta de la UE por la energía nuclear

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