Anhelos de una juventud eterna

Lo radical del evangelio es que no promete una distracción superficial del pesar que probablemente nos acompañe en esta vida, sino que ofrece una liberación completa en la que todo en nosotros quedará redimido en Cristo.

04 DE ENERO DE 2024 · 18:23

Mads Mikkelsen es el gran protagonista de la película de Thomas Vinterberg. / Fotograma de la película, HBO.,
Mads Mikkelsen es el gran protagonista de la película de Thomas Vinterberg. / Fotograma de la película, HBO.

El cine está plagado de historias que plantean un retrato fidedigno de la vida, con esa sensación generalizada de hastío que parece seguir de forma consecuente al paso de los años, pero obsesionadas con el hecho de que la solución está en lo externo al individuo, en cambiar las circunstancias, lo cual no deja de ser una mentira.

Es lo que sucede con Otra Ronda (Druk, en el original danés). La película de Thomas Vinterberg, reconocido por ser uno de los impulsores del movimiento Dogma 95 y obras como It’s all about loveDear Wendy (que le escribe Lars von Trier)o Jagten, obtuvo el premio Oscar a la mejor película internacional en 2021, sucediendo al fenómenos de Parásitos y a la galardonada Roma.

La cinta recoge ecos del pensamiento existencialista de Kierkegaard y los emplaza en el anhelo de la juventud perdida ante una vida que avanza entre el aburrimiento y la costumbre, entre la apatía y el hastío. Buena parte de lo destacado de la película se basa en la sólida interpretación de Mads Mikkelsen, un habitual para Vinterberg.

Anhelos de una juventud eterna

La historia gira alrededor de cuatro profesores de instituto que deciden beber para sobrellevar su monotonía. / Fotograma de la película, HBO.

El hastío

Parece normal que con el avance de los años, la frustración, recurrente a menudo por los recuerdos, vaya dando paso a una cierta sensación de pesar, de hastío. Es el punto de partida de la película de Vinterberg, con un profesor Martin, al que interpreta Mikkelsen, que comienza a preguntarse si es aburrido y que echa en falta el ímpetu de la juventud. 

No en vano dice el autor de Eclesiastés que “la adolescencia y la juventud son vanidad” (Eclesiastés 11:10). Para el momento histórico en el que vivimos ‘eternizar’ la juventud es todo un propósito de vida que se renueva año tras año y que mueve toda una industria multimillonaria que se enriquece intentando dar respuesta a los anhelos de la juventud perdida.

Muchos echan en falta la energía, la salud o las fuerzas de cuando eran jóvenes. Otros, la espontaneidad, la despreocupación y el hecho de vivir sin una serie de obligaciones. Al final, no dejan de ser categoría que se le han atribuido a la juventud en una región del planeta, pero que no tienen porqué definirla, tal y como muestran los millones de jóvenes que viven otras circunstancias en el mundo.

Pensando en esto, la película de Vinterberg parece limitada y un poco ingenua. ¿Acaso no es un tópico que muchos adultos desean volver atrás en el tiempo? Donde ofrece una mirada más profunda es en el personaje que interpreta Mikkelsen, y su particular proceso de tristeza. 

Y es que, en realidad, esta vida contiene todos los elementos para introducirnos en una espiral de tristeza, donde las cargas ganan protagonismo y la frustración visibilidad. Una vida en la que el paso del tiempo implica la pérdida de la capacidad de sorprenderse ante los bueno y ante lo malo, y en la que cuesta establecer valores. El predicador de Eclesiastés, el mismo que había dedicado su vida a investigar, a comer y a beber, que se había enriquecido, que había gobernado en Jerusalén, el que se engrandeció y creció en sabiduría (Eclesiastés 1:12-2:26), acaba resumiéndolo todo en “vanidad”. Y nadie estamos libres de esa sensación, a medida que transcurre el tiempo.

Anhelos de una juventud eterna

Otra ronda es una reflexión sobre la juventud y la vida que alude en varias ocasiones al pensamiento existencialista de Kierkegaard. / Fotograma de la película, HBO.

¿El remedio?

Si la del hastío es una realidad común a la que ser expuestos, la película de Vinterberg comienza por preguntarse cómo remediarlo. Y su conclusión es que el problema son las circunstancias, el exterior del individuo, y no su propio ser, su interior. La propuesta del director danés es el alcohol, evidentemente con tintes de convertir su película en un drama ‘humorizado’. Probablemente sin esta apuesta, la historia no tendría la coherencia que aparenta para obtener el Oscar.

Nuestro contexto también vincula la juventud con el alcohol, así que Vinterberg traza un círculo perfecto entre la sensación de hastío vital, los anhelos de regreso a la juventud perdida y la forma de vivir la misma. 

Por divertida que parezca esta propuesta, no es realista, sino que conduce a más hastío y es todo lo contrario a la invitación de evangelio. De hecho, lo radical del evangelio es que no promete una distracción superficial del pesar que probablemente nos acompañe en esta vida, sino que ofrece una liberación completa en la que todo en nosotros quedará redimido en Cristo.

Solamente bajo la perspectiva del evangelio podremos reconocer y disfrutar del bien, tal y como es. Precisamente por la obra de aquel que a invitado a todos los cargados a ir a él y encontrar verdadero descanso (Mateo 11:28). Su obra nos redime, y también permite que recibamos el Espíritu Santo, el cual nos capacita para sobrellevar el peso del paso del tiempo y de las frustraciones, y para deleitarnos como es debido, tanto siendo jóvenes como sanos. Como dice el mismo predicador en Eclesiastés, solo en Cristo podremos comer nuestro pan con gozo y beber nuestro vino “con alegre corazón” (Eclesiastés 9:7)

 

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