Somos pocos, pero influimos menos

Debería replantarse la iglesia para ver como puede ser mucho más efectiva en las transformaciones sociales que necesita el mundo.

02 DE JULIO DE 2024 · 10:00

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Imagen de Joanna Kosinska en Unsplash.

Pues sí. Creo que somos pocos, pero influimos menos. ¿Se podría decir esto de los evangélicos en España? Me refiero en cuanto a la influencia que podamos tener en las transformaciones sociales, en la solidaridad con los desheredados —en España hay muchos niños que pasan hambre, por ejemplo—, en la defensa de niños estigmatizados como puede ser en el caso de los menas u otros, en las problemáticas de tantos y tantos trabajadores que están en pobreza a pesar de tener trabajo debido a los bajos salarios, con referencia a los abusos y los deseos de generar dinero de forma egoísta por parte de muchos empresarios, la violencia de género y otros muchas problemáticas de las que podríamos hablar. Los evangélicos, no debemos centrarnos en el ritual cúltico dando la espalda al grito de tantos y tantos sufrientes y desheredados.

Tampoco es que se note mucho la influencia de la iglesia católica. Ambas confesiones se centran mucho más en el asistencialismo más simple en lugar de ser la voz profética que clama por justicia y por la práctica de una misericordia transformadora de la realidad. En fin, seamos pocos o algunos más, siempre influimos mucho menos. Me gustaría que fuéramos mucho más influyentes en el nombre del Evangelio.

Puede haber países en donde los grupos cristianos o iglesias crecen mucho, pero no se nota esa transformación social que debería haber con tantas y tantas personas creyentes que conocen, pero quizás no aplican con relevancia, los valores del Reino y los compromisos de búsqueda de justicia, los cambios de estilos de vida y prioridades que deberían partir de estos colectivos cristianos.

Quizás algo falla y nos centramos en la búsqueda de goces espirituales, de la práctica del ritual, olvidando el grito del prójimo en necesidad, cuestión central en la Biblia tanto en los profetas, como en Jesús y quizás en todo el contexto bíblico en general. Es probable que ni hayamos entendido la radicalidad de las enseñanzas de Jesús con respecto al prójimo, ni nos hayamos creído que el amor al prójimo debe estar en una relación de semejanza con el amor al mismo Dios.

Es posible que no estemos viviendo un cristianismo consecuente, una espiritualidad cristiana que debe asumir, necesariamente, la solidaridad con el dolor y sufrimiento del prójimo y el servicio en un sentido amplísimo que incluya la búsqueda de justicia.

Pregunta: ¿Estamos respondiendo con un mínimo de radicalidad a las expectativas de Jesús para con sus seguidores, a las exigencias del Maestro para con aquellos que dicen ser sus discípulos? Sin duda algo falla y, seamos los que seamos, siempre influimos menos, mucho menos, en las transformaciones sociales y en el trabajo y compromiso para romper y que caigan hechos pedazos las estructuras económicas de poder que oprimen a tantos y tantos en el mundo.

Es como si es cristianismo fuera para vivirlo en la intimidad buscando goces o placeres espirituales pensando solamente en la corona que nos espera por haber practicado el ritual cúltico, pero el cristianismo y la vivencia de la espiritualidad cristiana va mucho más allá y nos exige vivir en compromiso con el prójimo sufriente. La Biblia tiene muchísimas llamadas y mandamientos en torno a esto.

Los profetas nos enseñaron que los que siguen al Altísimo y están en comunión con él deben practicar la denuncia de la opresión, defender a los más débiles, empobrecidos y abusados, cuestión que recoge Jesús dando a veces prioridad a la práctica del amor y la solidaridad cristiana que al propio ritual cúltico. Ya no nos suenan las palabras cuando vamos al culto que nos dicen “reconcíliate primero con tu hermano” ni nos llama el pararnos como el buen samaritano, mientras que religiosos habían dado preferencia a la marcha hacia sus rituales.

Por eso, sin duda, podemos ser muchos e influir poco, o ser pocos, pero influir mucho menos. Una triste realidad que debería replantarse la iglesia para ver como puede ser mucho más efectiva en las transformaciones sociales que necesita el mundo, pues tenemos nada menos que los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con la venida de Jesús al mundo, aunque los valores bíblicos proféticos y otros ya los teníamos desde tiempos inmemoriales. Hay que practicarlos, buscar nuevas formas de vivir compartiendo, sirviendo, clamando por justicia y contra la opresión, hasta que nuestra voz comience a resquebrajar las estructuras de impiedad y lleguen a ser como un fermento que leuda toda la masa social.

¿Qué compromiso social es éste, en nuestra ciudad de Madrid, por ejemplo, que teniendo tantos lugares de culto influye tan poco en los cambios sociales, en la evangelización de la cultura o, si se quiere, en la evangelización de la economía, en la solidaridad con el prójimo sufriente ya sea éste un niño, un joven, una mujer o un hombre?

Iglesia de Cristo, sacude el sopor y conviértete en una iglesia que traiga liberación a tantas y tantas problemáticas sociales entre las cuales vivimos, aunque, lógicamente, sin olvidar nunca la perspectiva que debe ser gritada al mundo: La posibilidad de salvación eterna.

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