‘Maixabel’ y la complejidad del perdón

No hay nada tan difícil y maravilloso a la vez como el perdón. Comprenderlo, causa asombro. Experimentarlo, libera.

14 DE OCTUBRE DE 2021 · 17:00

Luis Tosar interpreta a Ibon Etxezarreta en la película de Icíar Bollaín. / Fotograma de la película.,
Luis Tosar interpreta a Ibon Etxezarreta en la película de Icíar Bollaín. / Fotograma de la película.

C. S. Lewis decía aquello de que “todos dicen que el perdón es un concepto maravilloso, hasta que tienen algo que perdonar”. ¿Quién puede no sentirse identificado con esta realidad? Creo que el del perdón es uno de los conceptos más profundos a los que nos enfrentamos como seres humanos, y por eso, es algo que exige de honestidad. Así que dudo que, al margen de esa honestidad, haya alguien que no pueda hacer suya la afirmación de Lewis.

Precisamente por eso, porque el perdón es algo tan profundo y tan mal abordado a la vez por una sociedad superficial, en general, es digno de remarcar todo esfuerzo que se hace para tratar de comprender mejor la complejidad de este término. Y la última película de Icíar Bollaín forma parte de esa categoría.

Maixabel aborda la historia del asesinato en el año 2000 del ex-gobernador civil de Guipúzcoa, Juan María Jáuregui, a manos de ETA, y de cómo dos de los participantes en el crimen se reunieron posteriormente, con el paso de los años, con la viuda de Jáuregui para pedirle perdón. La película de Bollaín no es brillante por la reconstrucción de la historia ni la dramatización. Siempre he pensado que esas son cuestiones secundarias en películas que se basan en hechos reales. Por lo que destaca es por su aproximación al concepto del perdón y porque rehuye cualquier planteamiento superficial, tratando de plasmar la complejidad que representa en todo momento y desde diferentes puntos de vista.

‘Maixabel’ y la complejidad del perdón

Blanca Portillo interpreta a Maixabel Lasa en la película de Bollaín. / Fotograma de la película.

Las dimensiones del perdón

Bollaín plantea el perdón en Maixabel como una estructura de gran magnitud, que puede llegar a abarcar toda la vida, y que se desgrana en tres etapas claras: el reconocimiento de la ofensa, el dilema que representa la posibilidad del perdón, y la necesidad de ese perdón.

En su tratamiento de la relación que iniciaron Maixabel Lasa, viuda de Jáuregui, y Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta, dos de los autores del asesinato, Bollaín conserva la diferenciación entre víctima y victimarios, aunque en lo que se refiere al perdón, lo ubica en diferentes contextos y puntos de vista, haciendo de ello el elemento ommipresente en su película. 

A través de esas distintas dimensiones del perdón, al espectador llega a resultarle más sencillo comprender el proceso de arrepentimiento de los asesinos, así como la decisión de Lasa de reunirse con cada uno de ellos. Es llamativo que este retrato tan diverso no solo refleje cómo es vivido el perdón desde diferentes puntos de vista, sino los retos que también afronta en las diferentes dimensiones. 

Para los asesinos arrepentidos implica tener que afrontar el reproche constante de un pasado que no se puede borrar. Además de la dolorosa presión, al principio, hasta llegar a comprender que el ideal por el cual se creía actuar ha resultado ser una manipulación para cometer los actos que quizá otros no estaban dispuestos a hacer. 

En el caso de Lasa, al frente de la Oficina de Atención de las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, la opción del perdón significa el recelo de sus compañeros y amistades más cercanos, que asumen como lo más normal el camino de la resignación y la amargura para una situación como la que afronta ella. Ahí está uno de los valores dignos de reconocer de la película de Bollaín, en el hecho de que sabe transmitir que el perdón es algo más complejo que toda la lista de prejuicios y sospechas en los que muchas veces se basan nuestras actitudes.

‘Maixabel’ y la complejidad del perdón

El perdón, tal y como lo enseña la Biblia, es una cuestión realmente compleja. / Fotograma de la película.

La necesidad del perdón

Pero me atrevería a decir que la película de Bollaín roza la comprensión espiritual del concepto del perdón cuando se acerca a la cuestión de su necesidad. Y su planteamiento es realista. No tiene nada que ver con el discurso positivista contemporáneo de tener que perdonarse a uno mismo para poder llegar a sentir algo de paz espiritual. Quizá porque eso sea algo superficial, en lugar de complejo.

En una entrevista con motivo de la película, Lasa ha asegurado: “El perdón es una palabra que para mí tiene muchas connotaciones religiosas. Y yo soy agnóstica. Creo que dar una segunda oportunidad a una persona quiere decir lo que quiere decir […] Puede haber alguien que no lo entienda y que lo disfrace diciendo que cómo he podido perdonar. Pero esto es algo mayor que eso y queda entre ellos y yo”.

Esa idea me hace pensar en las diferentes dimensiones del perdón que se pueden observar en la película de Bollaín, y en la presión en cada una de ellas. Pero también, en la manera en la que se evita tratar el perdón en la sociedad, en general. En la película hay más que una segunda oportunidad, y si es fiel al transcurso de los hechos, como la propia Lasa ha reconocido, debe tratarse de una cuestión relacionada con el perdón.

El problema viene del ideal que se tiene del perdón. Si se lo observa como una cuestión espiritual, se convierte en una experiencia egoísta, manipulada para alcanzar una sanidad interior que no llega. Si se hace desde un punto de vista religioso, parece que se esté hablando de una fórmula mágica de palabras, que al ser repetida tiene poder para generar un efecto concreto. Pero esos razonamientos son superficiales. 

¿Qué es una segunda oportunidad? ¿Qué puede significar? Para aceptar de nuevo a aquello que ha generado un daño previo, a todo lo que se ha perdido, se necesita perdón. Y, queriéndolo o no, la película de Bollaín retrata ese momento en el que podemos llegar a considerar que nuestra propia justicia no es suficiente para resolver las cosas. 

El perdón, tal y como lo enseña la Biblia, es una cuestión realmente compleja. No tiene que ver ni con una segunda oportunidad de parte de Dios ni con algo que se concede simplemente para experimentar paz y renovación espiritual. Tiene que ver con la justicia y la salvación, y con Jesús siendo él mismo hecho pecado como única vía para poder ser perdonados (2 Corintios 5:21). Jesús tomando el lugar de los asesinos, del asesinado y de la viuda, como única forma posible de justificación. No hay nada tan difícil y maravilloso a la vez como ese perdón. Comprenderlo, causa asombro. Experimentarlo, libera. 

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