Charles Spurgeon: vida y curiosidades del “príncipe de los predicadores”
Charles Spurgeon (1834-1892) fue un pastor bautista que llegó a ser uno de los mayores influencers de la época victoriana en Gran Bretaña.
07 DE ABRIL DE 2024 · 16:00
Era el día de Reyes y, por una tormenta de nieve, un joven de quince años se refugió en la primera iglesia que encontró, una pequeña iglesia metodista.
El sermón que escuchó no fue impresionante. Sin siquiera pronunciar bien, el feligrés que sustituía al pastor habitual se centró en Isaías 45:22: «Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más».
Tras hablar sobre el significado de «mirar a Cristo», el predicador señaló a la visita y le dijo: «Joven, pareces estar abatido».
Lo estaba. Aunque era hijo y nieto de pastores puritanos, sufría una profunda lucha espiritual. Hasta se había declarado ateo durante un tiempo.
Pero esa mañana nevada el predicador no lo dejó escapar:
Siempre estarás abatido en la vida y abatido en la muerte si no obedeces el texto; pero si lo obedeces ahora, en este momento serás salvo. Joven, mira a Jesucristo. ¡Míralo! ¡Míralo! ¡Míralo! No tienes otra cosa que hacer sino mirarlo y vivir.
Algo cedió dentro del joven. Por primera vez, miró de verdad, confiando su vida a Jesús.
«Ese precioso texto me llevó a la cruz de Cristo. Puedo testificar que la alegría de ese día fue absolutamente indescriptible», escribiría.
Acababa de conocer a Cristo Charles Haddon Spurgeon, que llegaría a ser el predicador más famoso de la Gran Bretaña del siglo XIX y una de las personas más influyentes de su generación victoriana, aclamado como «el príncipe de los predicadores» y «uno de los inmortales del cristianismo evangélico» (Carl F. H. Henry).
La niñez de Spurgeon: lector empedernido con pico de oro
El primogénito de diecisiete hermanos (fallecieron nueve en la infancia), Charles Spurgeon nació en Kelvedon, Reino Unido, en 1834 en el seno de una familia piadosa.
Inteligente y aplicado desde su niñez, fue lector asiduo con una memoria privilegiada. De adulto llegaría a devorar unos seis libros a la semana, y su biblioteca personal contaría con doce mil volúmenes. Amaba sobre todo a los escritores puritanos, que influyeron profundamente en su pensamiento. Desde los seis años su libro favorito fue El progreso del peregrino de John Bunyan, que leyó más de cien veces a lo largo de su vida.
Spurgeon nunca cursó una carrera universitaria, pero a pesar de su escasa educación formal, sus inicios como predicador fueron meteóricos. Como maestro de escuela dominical con dieciséis años en los alrededores de Cambridge, sus breves discursos a los alumnos gustaban tanto que se sumaban los adultos. Poco después pasaría a ser pastor bautista y predicador itinerante. En tres años, su iglesia rural creció de cuarenta a cuatrocientos miembros. [1]
La fama de Spurgeon: casi de la noche a la mañana
Se empezó a correr la voz sobre este extraordinario predicador de diecinueve años, y Spurgeon no tardó en recibir una invitación a New Park Street, una conocida capilla bautista de doscientos miembros en un barrio conflictivo de Londres. La iglesia siguió creciendo y tuvieron que buscar lugares de culto cada vez más grandes hasta construir el Tabernáculo Metropolitano en 1861. Con su aforo de cinco mil asientos (y mil de pie), fue la iglesia protestante más grande del mundo de aquella época. Junto con su esposa, Susannah Thompson, con la que se casó en 1856, Spurgeon serviría a esta congregación casi cuarenta años hasta su muerte.
Nada más empezar, a Spurgeon le empezaron a llover invitaciones. Antes de cumplir los veinte años, ya había predicado más de seiscientas veces, y predicaría en los lugares más emblemáticos de la época, como Exeter o Surrey Gardens. Quizás uno de los momentos más impresionantes fue su predicación en el Palacio de Cristal con aforo para 24 000 en un día nacional de ayuno tras la rebelión en la India.
Pero con las grandes oportunidades también vinieron grandes pruebas, como cuando murieron siete personas en una estampida en uno de los auditorios donde predicó. Tras esta tragedia, Spurgeon no volvería a ser el mismo, y aparte tuvo que lidiar con la difamación que atraería su perfil.
Con periódicos de la talla del London Times y el New York Times siguiéndole la pista, ya nada de lo que dijera Charles Spurgeon pasaría desapercibido. Tenía veintidós años cumplidos y se le consideraba el predicador más famoso de la época. No dejaba a nadie indiferente con su energía y brillante oratoria, pero ¿era un demagogo, como afirmaban algunos, o una ardiente luz para su generación, como decían otros?
El autodidacta que sacudía con sus sermones
¿Qué tenía Charles Spurgeon? ¿Por qué causaron tanta conmoción sus predicaciones?
Tanto en su teología y práctica personal como en la actividad de la iglesia, Spurgeon destacaba la oración; como han subrayado biógrafos como Juan Carlos de la Cruz: «el príncipe de los predicadores era ante todo el príncipe de rodillas». Esta actitud permeaba sus sermones, que combinaban un vasto y rico conocimiento teológico, doctrina conservadora de corte calvinista y un énfasis cristocéntrico, como indica una de sus frases célebres: «¿No hay Cristo en tu sermón? Entonces vete a casa y nunca prediques de nuevo hasta que tengas algo que valga la pena oír».
Como escribe el profesor de teología Michael Reeves: «Creía que su predicación del Cristo crucificado era la única razón por la que tantas multitudes fueron atraídas a su iglesia durante tantos años».
En una época en la que primaba la liturgia y el formalismo, Spurgeon enfatizó una fe viva. Predicaba las tres erres —Ruina, Redención y Regeneración— y esperaba ver la última cada vez que predicaba. La cifra varía según la fuente, pero se estima que llegaría a predicar el evangelio a más de un millón de personas, bautizando personalmente a más de quince mil. Cuando predicaba, no hacía llamamientos, sino que invitaba al que quisiera a reunirse con él al día siguiente. Siempre había gente en su despacho los lunes.
Su estilo sencillo, actual y vívido llegaba al corazón, y no reprimía ni su sentido de humor ni su retórica dramática. De hecho, sus detractores criticaban sus historias teatrales sobre personas sin recursos y conversiones en lechos de muerte como método de persuasión cuestionable y vulgar sentimentalismo.
Spurgeon respondió: «Quizás sea vulgar, pero no es intencional, excepto que debo y haré que la gente escuche. Mi firme convicción es que ya hemos tenido bastantes predicadores educados».
Adversidad y polémica
La despreocupación por lo políticamente correcto acompañaría a Charles Spurgeon toda la vida, aunque sufriría los efectos de tanta celebridad y antagonismo. Por poner un ejemplo, se posicionó en contra de la esclavitud, entablando amistad con otros abolicionistas e invitando a predicar a un ex-esclavo de una plantación norteamericana. Sus libros se quemaban en el sur de Estados Unidos, donde sus periódicos lo llamaban «un inglés merecedor del infierno» y amenazaban con estrangular «su garganta elocuente». Ya constantemente en el punto de mira, las amenazas e insultos eran su pan diario.
A lo largo de los años, Spurgeon lidió con otros asuntos polémicos, y se dice que su lucha contra el modernismo en la Controversia del declive en 1887 fue lo que prácticamente acabó con él. Finalmente dejó su denominación bautista, insistiendo en que se estaban aguando las Escrituras y el evangelio por la influencia del darwinismo y el liberalismo.
Charles Spurgeon: más allá de superventas y megaiglesia
Una gran parte del éxito de Charles Spurgeon se debía a que era tremendamente prolífico. Aunque escribía sus sermones antes de predicar, al púlpito solo se llevaba un bosquejo. Un equipo de taquígrafos anotaba el sermón mientras hablaba, y al día siguiente lo revisaba para su publicación inmediata. Los sermones se vendían a un penique, convirtiéndose en superventas instantáneos. Se llegaron a traducir a más de cuarenta idiomas y se calcula que circulaban unos 56 millones de copias cuando Spurgeon murió.
Hoy conforman una colección de 63 volúmenes, el mayor conjunto de libros de un solo autor en la historia del cristianismo. Algunos de los más amados y conocidos son El tesoro de David, Discursos a mis estudiantes, Solamente por gracia y La mayor batalla de este mundo, entre otros.
Pero ¿se quedó toda la influencia de Charles Spurgeon en palabras? Nunca fue su deseo. Amigo de grandes siervos como Hudson Taylor y George Müller, Spurgeon abrió 66 instituciones y obras benéficas: orfanatos, asilos, escuelas dominicales y ministerios en la calle, además de un centro de formación para pastores que continúa hasta el día de hoy.
Además de ayudar a mucha gente y a sus propios familiares, volcó la mayoría de sus fondos en estos frentes. Según el Spurgeon Center en Misuri, generoso en vida, nunca cobró un salario del Tabernáculo Metropolitano, y llegó a pagar él mismo un tercio de la construcción gracias a los honorarios de sus conferencias externas y sus publicaciones.
Legado familiar y últimos años
En cuanto a su legado familiar, escribe De la Cruz que «fue un amante esposo, tildado por su señora de ideal, y un excelente padre… con ocupaciones innumerables a la vez». Sus gemelos, Charles y Thomas, continuaron con su labor de predicación y gestión de orfanatos.
Tanto Spurgeon como su mujer, Susannah, sufrieron de mala salud durante muchos años —en el caso de Spurgeon, depresión crónica desde muy joven, reumatismo, gota y enfermedad de Bright. Todo se exacerbó sin duda por su ritmo imparable (podía predicar hasta trece veces por semana) y las polémicas de los últimos años de su vida.
«Su lucha por la fe le había costado la vida», escribió su esposa.
Spurgeon murió cerca de Niza a los 57 años, en enero de 1892. En su cortejo fúnebre en Londres, más de cien mil personas se volcaron a las calles mientras se paralizaba la ciudad y las banderas ondeaban a media asta.
Escribe el evangelista inglés J. John:
Spurgeon fue un hombre tan único en un momento tan único que tratar de imitarlo sería imposible o peligroso. Pocos de nosotros tenemos su voz, su memoria o su energía. Sin embargo, todos podemos buscar su amor por Cristo y la Biblia y su celo por difundir el evangelio.
¿De dónde surgió tanto amor y celo? Desde el día en que Spurgeon miró a Cristo, no dejó de mirarlo, como refleja su último sermón que dio en el Tabernáculo Metropolitano (1891):
Si hay algo que es misericordioso, generoso, bondadoso y tierno, si pródigo y sobreabundante en amor, siempre lo encuentras en [Cristo]. Estos más de cuarenta años le he servido… y no he recibido nada más que amor de Él.
¿Qué te llama la atención de Charles Spurgeon? ¿Qué libros suyos has leído?
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Notas
[1] Wiersbe, W. W. «Spurgeon — The Vessel Is Prepared». Good News Broadcaster (septiembre de 1985): 28-31.
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