Sufrir conviviendo con los que son sinagoga de Satanás

Solo Él pudo compadecerse de esa iglesia sufriente; y, al presentarse como el que murió y resucitó, le infunde esperanza en la segura recompensa: el reino de los cielos.

16 DE OCTUBRE DE 2022 · 21:00

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“Yo conozco tu tribulación y tu pobreza —aunque eres rico—, y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son; más bien, son sinagoga de Satanás.” 

Jesucristo, a la iglesia en Esmirna.

  

Este es el segundo artículo de la serie sobre las costumbres, tradiciones y hábitos seculares que infectaban a la familia de fe en las siete iglesias del Asia Menor; aquellas que reciben cartas dictadas por el Señor de la iglesia a su amanuense Juan, el discípulo “a quien Jesús quería mucho”.1 Por ellas entendemos que en esas congregaciones locales los genuinos creyentes en Cristo Jesús no estaban solos, sino rodeados de otros que eran falsos creyentes. 

Como ya hicimos con ayuda del Espíritu Santo en el artículo anterior, respecto de Éfeso 2, comprobaremos si existen semejanzas entre las circunstancias vividas por los miembros de la iglesia en Esmirna, a fines del siglo I, y las costumbres, hábitos y tradiciones propias de las congregaciones registradas como iglesias ‘cristianas’ y/o ‘evangélicas’, en  pleno siglo XXI.

Hay una frase que el Señor repite siete veces para cerrar cada una de esas misivas; es la que me permito citar con la condición sine qua non de respetarla al conectarnos por medio de este modesto artículo: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” 3

Notemos: si asumimos tener buen oído Él nos ordena, en modo singular, oír ‘lo que el Espíritu dice’ por medio de la Palabra eterna de Dios a la pluralidad de congregados. Esta advertencia es de Quien conoce que el padre de mentira 4, siempre que pueda, nos tentará para que creamos y nos comportemos como los ‘dueños exclusivos’ del Mensaje divino.5

Es necesario decir que en el tiempo que Juan era el mensajero a las siete iglesias, apenas circulaban algunas cartas escritas por los apóstoles a destinatarios específicos; como es el caso de las muchas escritas por el Apóstol Pablo. 

Lejos estaban aquellos creyentes en el Asia Menor de tener acceso a los papiros que iban siendo reconocidos como auténticos para conformar lo que leemos hoy en los 27 libros que conforman el ‘Nuevo Testamento’.  Además, faltaban aun tres siglos para que Constantino el Grande impusiera la fusión del obligatorio culto al César con el perseguido culto a Jesucristo; ergo, todavía no había  edificios construidos con el propósito de congregar a las iglesias locales, como en Esmirna. Por estas razones, la Buena Noticia era mayormente transmitida en forma oral; y las iglesias recibían al mensajero en hogares o sitios abiertos para escucharle    Tras la clara orden dada por el Señor de la iglesia a Juan: “Escribe al ángel de la iglesia en Esmirna:”  sigue el texto que, con 103 palabras, es la más breve de las siete cartas:

“El primero y el último, el que estuvo muerto y vivió, dice estas cosas: Yo conozco tu tribulación y tu pobreza —aunque eres rico—, y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son; más bien, son sinagoga de Satanás. No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo va a echar a algunos de ustedes en la cárcel para que sean probados, y tendrán tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que venza, jamás recibirá daño de la muerte segunda.”

Para  tener una mejor comprensión del contexto histórico-geográfico de la asombrosa ciudad imperial de Esmirna, me permito citar lo que escribí sobre esta carta, años atrás.6 Entonces decía que ese era un lugar asolado por: “invasiones, guerras, destrucción y la incomprensible crueldad ejercida siempre sobre sus pobladores - como cuando - el general romano Sila tomó la ciudad en pleno invierno y festejó haciendo desfilar desnudos a sus habitantes.” 

A lo largo de su historia secular, la ciudad de Esmirna “fue blanco preferido de ambiciosos expansionistas; sus violentos esbirros asolaban la región, sin dar tregua a sus habitantes. En lo que atañe a la época en que el apóstol Juan escribe el Apocalipsis, podemos afirmar” sin lugar a dudas, que algunos miembros de esta iglesia eran descendientes de aquellos esmírneos, y posiblemente habría entre ellos sufridos sobrevivientes de aquellas masacres. En conclusión, “la carta a la iglesia en Esmirna está escrita a creyentes que conocen de cerca el sufrimiento.”

Por lo dicho hasta aquí, no serían muchos los que, a fines del siglo I, habrían tenido acceso a las enseñanzas de Jesús en el ‘Sermón del Monte’. Conocidas como ‘Bienaventuranzas’, no es aventurado asociar a aquellos sufridos creyentes de la iglesia de Dios en Esmirna, con por lo menos dos de ellas: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” y “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.” El Maestro de Galilea que pronunciara esas benditas promesas más de medio siglo antes, es ahora el Señor Jesucristo glorificado. Solo Él pudo compadecerse de esa iglesia sufriente; y, al presentarse como el que murió y resucitó, le infunde esperanza en la segura recompensa: el reino de los cielos.

¿Cuáles malas influencias eran las causales de tribulación en Esmirna?

Es evidente que esos creyentes en Cristo Jesús pertenecían a la clase social explotada por los poderosos de turno. La historia se repite; quienes servimos al Señor en áreas urbanas periféricas donde reinan la pobreza, el clientelismo político y el ninguneo de las estadísticas oficiales, sabemos que ese es el campo de batalla de bulliciosos activistas y militantes; los que prometen subsidios y prebendas, y captan votos de confianza para el gobernante de turno. 

Recordemos: el imperio romano que pactó con los gobernantes y religiosos judíos la infame crucifixión del Hijo de Dios, es el que luego destruyó Jerusalén en el año 70, por culpa de los macabeos. Y es el mismo que ahora permite, que los que mienten diciendo ser descendientes de Abraham, judaicen a los de la ‘secta de cristianos’8 en Esmirna.  

Los seguidores de Jesús deben soportar a los descendientes de aquellos blasfemos que le tendían trampas al Maestro de Galilea, quien los definió como hijos del diablo.9 Ahora le dicta a Juan:dicen ser judíos y no lo son; más bien, son sinagoga de Satanás.” 

Decía yo hace unos años, al respecto: “¡Una verdadera secta satánica vivía adentro de la comunidad de fe en Esmirna, y contendía contra los fieles! Esta descripción de la realidad sí que debiera asustar, si no aterrar, a unos cuantos desprevenidos. Nunca olvidaré el profundo silencio que nos envolvió a los asistentes al culto, un domingo por la mañana, cuando el amado pastor de nuestra iglesia -ya con el Señor- dijo: ‘Que ninguno se engañe; no todos los nombres que están registrados en el libro de miembros de esta iglesia figuran en el Libro de la Vida de Dios’.” 10

Conclusión

El sufrimiento en Esmirna tenía dos claros bandos: el de los que lo causaban, y el de los que lo padecían. Esta realidad persistió a lo largo de los siglos. Es innegable que el legalismo fermenta dentro de muchas denominaciones creadas por seres avariciosos. Creen que basta con registrarlas oficialmente como ‘iglesias cristianas’ y/o ‘evangélicas’. Por eso, blandir la Biblia desde un escenario, retrotrayendo el Evangelio de Jesucristo a la obligación de cumplir la Ley y los profetas, es hacer hoy lo que en Esmirna hacían los ‘judaizantes’ ¡que no eran judíos! 

Acusar de falta de fe al pobre y necesitado; fingir amor para agradar a otros; invocar en modo espurio al Espíritu Santo; espiritualizar obras carnales; obligar a cumplir el programa anual de los líderes; continuar como sagrada la tradición heredada de antepasados; imponer o acatar la voz del ‘Apóstol’, ‘Profeta’ o ‘Ungido’ de turno por encima de la Palabra revelada; mercantilizar a los miembros de la congregación para ostentar una falsa prosperidad; cumplir con la liturgia denominacional sin una genuina entrega a Jesucristo; llamar ‘estudios bíblicos’ a la lectura de libros escritos por profesores de Facultades de Teología; repetir interpretaciones bíblicas sacadas de su contexto; hacer del culto a Dios un rito semanal; creer que así cumplimos con nuestro deber; toda esta lista incompleta, caracteriza a los que ‘son sinagoga de Satanás’. 

¡El Espíritu Santo nos revele, a cada uno, de qué lado de este cruel sufrimiento estamos!

 

Notas

1.    Juan 21:20.

2.    Ver aquí.

3.    Apocalipsis 1:7, 11, 17, 29; 2:6, 13, 22.

4.    Juan 8:44.

5.  Proverbios 3:7; 26:5, 12; 28:11; Romanos 12:16; 2 Pedro 1: 20. Esta es una práctica común de los falsos   maestros, profetas y apóstoles que arrastran multitudes para enriquecimiento propio y perdición de muchos. 

6.   Ver aquí.

7.   Mateo 5:3, 10.

8.   Hechos 24:5, 14.

9.   Juan 8:44.

10. Ibíd. 6.

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