Misión en movimiento: desplazamiento en 2025

El desplazamiento humano forzado no es una tragedia distante; es una realidad local, es una invitación urgente a vivir nuestra fe de manera radical y transformadora.​ Por Daniel Bianchi.

20 DE JUNIO DE 2025 · 12:00

Un campo de refugiados en Grecia./ <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@jricard?utm_content=creditCopyText&utm_medium=referral&utm_source=unsplash">Julie Ricard</a> en Unsplash,
Un campo de refugiados en Grecia./ Julie Ricard en Unsplash

Fui extranjero y me recibieron - Mateo 25:35

En un mundo donde 123.2 millones de personas han sido arrancadas de sus hogares por la fuerza, el eco de las palabras de Jesús resuena con una urgencia que trasciende estadísticas y fronteras. Este récord histórico de desplazamiento humano forzado, revelado por el informe anual del ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados) llamado "Tendencias Globales de Desplazamiento". Esta cifra no es para un titular periodístico: es un llamado directo al corazón de nuestra fe y al núcleo de nuestro compromiso cristiano misional.

La realidad es abrumadora: en la última década el número de personas desplazadas forzadas se ha más que duplicado, aumentando en 7.3 millones solo en el último año. Detrás de cada número hay un rostro, una historia, una familia destruida por la persecución, el conflicto, la violencia y las violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Cuando contemplamos los países más afectados: Sudán con 14.3 millones de desplazados, Siria con 13.5 millones, Afganistán con 10.3 millones y Ucrania con 8.8 millones - no vemos solo geopolítica sino personas que claman por auxilio. Como el buen samaritano que no pasó de largo ante el herido en el camino, nosotros tampoco podemos permanecer indiferentes.

 

Geografías del sufrimiento

Los conflictos que sacuden regiones como Sudán, la República Democrática del Congo, Myanmar, la región del Sahel, Haití, Ucrania, Venezuela no son eventos distantes que observamos desde la comodidad de nuestros hogares. Son realidades que interpelan nuestra fe y nos recuerdan que el amor de Cristo no conoce fronteras ni nacionalidades. En Myanmar, donde la represión militar se combina con desastres naturales como el ciclón Mocha, vemos cómo la vulnerabilidad humana se multiplica. En el Sahel (región al sur del Sahara), la violencia, la inestabilidad política y los eventos climáticos extremos crean una tormenta perfecta que obliga a las familias a abandonar todo lo que conocen. En Haití, la violencia de las bandas destruye comunidades enteras, mientras que en Ucrania, la agresión militar continúa separando familias y devastando vidas.

 

Los rostros de los que se mueven

Dentro de esta crisis masiva, encontramos diferentes categorías de personas que buscan refugio y protección:

• 73.5 millones permanecen como desplazados internos dentro de sus propios países, viviendo la paradoja de ser extranjeros en su propia tierra.

• 31 millones han cruzado fronteras internacionales como refugiados, llevando consigo solo la esperanza de encontrar seguridad.

• 8.4 millones solicitan asilo, navegando sistemas complejos mientras esperan una respuesta (que puede llevar años) para determinar su futuro.

• Junto con los anteriores, 4.4 millones de personas viven en el limbo de la apatridia, sin una nacionalidad que los reconozca.

 

La generosidad de los que menos tienen

Una de las realidades más conmovedoras de esta crisis es que el 73% de los refugiados han sido acogidos por países de recursos limitados o recursos medios, generalmente naciones vecinas que, a pesar de sus propias necesidades, abren sus puertas a los extranjeros. Líbano, por ejemplo, es la nación que más personas ha recibido con relación a su población, es decir que uno de cada ocho personas es refugiada.

Esta generosidad nos recuerda la historia de la viuda de Sarepta, quien compartió sus últimos recursos con el profeta Elías. Los países más pobres del mundo están dando una lección de hospitalidad que pide que las naciones más prósperas examinen sus corazones y políticas.

 

Misión a las personas en movimiento

Hay buenas noticias a pesar de la magnitud de la crisis. Durante 2024, 9.8 millones de personas desplazadas pudieron retornar a sus países, incluyendo 8.2 millones de desplazados internos y 1.6 millones de refugiados. Además, 188.800 refugiados fueron reasentados, la cifra más alta en más de 40 años, y 47.200 personas apátridas recibieron la ciudadanía.

Como seguidores de Cristo, enfrentamos una pregunta fundamental: ¿Cómo respondemos a esta crisis masiva de desplazamiento humano? La respuesta se encuentra en el mismo corazón del evangelio y en el ejemplo de Jesús, quien fue refugiado en Egipto, rechazado como galileo y un extranjero en Samaria. Más allá de eso, fue quien acogió a los marginados y descartados.

La misión a las personas en movimiento no es una opción dentro de nuestro llamado cristiano; es su mismo centro. Cuando Jesús dijo "fui forastero, y me recibisteis" establecía un principio fundamental que luego será modelo para nosotros “Recíbanse unos a otros, como también Cristo nos recibió, para la gloria de Dios” (Ro. 15.7), y recordemos que al recibirlos podemos encontrar “ángeles” sin saberlo. El desplazamiento forzado deja heridas que van más allá de lo físico. La prevalencia de la depresión y otros problemas de salud mental entre las poblaciones desplazadas requiere la integralidad de nuestra misión porque toda la persona necesita salvación, sanidad y restauración.

 

Acciones de amor concreto

La crisis de desplazamiento humano forzado no es solo un problema humanitario; es una oportunidad misionera sin precedentes. En cada persona hay un llamado para demostrar el amor transformador de Cristo. En cada refugiado hay una invitación a vivir el evangelio que ha de vivirse de manera práctica y tangible. Así, al tradicional énfais de “ir y enviar”, es urgente sumarle el de “recibir y acoger”.

. Como comunidad de Cristo, estamos llamados a:

• Orar por las personas desplazadas y por los países que las expulsan y las acogen

• Abogar por políticas justas y conforme al derecho hacia las personas en movimiento

• Servir a poblaciones desplazadas por medio de entidades cristianas y no cristianas

• Recibir a esas personas en nuestras comunidades locales e iglesias con amor genuino

• Educar a nuestras congregaciones sobre la realidad del desplazamiento forzado

• Compartir recursos con aquellos que lo han perdido todo

• Ir a donde están los desplazados para mostrarles el amor de Dios

• Capacitar de manera debida para poder servir en contextos de desplazamiento

 

Una oportunidad histórica

En un momento histórico donde 123.2 millones de personas buscan refugio y esperanza, la iglesia tiene una oportunidad única de ser luz en medio de la oscuridad. No podemos permitir que esta crisis pase desapercibida en nuestras congregaciones, ni podemos conformarnos con oraciones pasivas cuando el amor de Cristo nos llama a la acción. Hay que hacer visible esta realidad en nuestros países, ciudades y barrios, y en nuestras iglesias. El desplazamiento humano forzado no es una tragedia distante; es una realidad local, es una invitación urgente a vivir nuestra fe de manera radical y transformadora. El extranjero está en nuestra puerta. Cristo está en nuestra puerta llamándonos para salir y movernos. ¿Cómo responderemos?

 

Nota. Conexión Oriental está comprometida con esta realidad desde 2014. Ofrecemos un curso de capacitación para ministrar con personas desplazadas y realizamos viajes de servicio a Medio Oriente. En 2025, como cada año, tendremos, reuniones especiales con motivo de la conmemoración del “Día Mundial del Refugiado” (20 de junio). Te invitamos para tener un tiempo especial para hablar y orar por esta realidad. Información [email protected].

 

Daniel Bianchi es director de Conexión Oriental, un medio para acercarnos y entendernos, complementando personas, iglesias y entidades para bendecir Oriente. Es además director regional para Latinoamérica del Movimiento de Lausana.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Actualidad - Misión en movimiento: desplazamiento en 2025