Samuel Escobar, del dicho al hecho: una mirada a su legado desde el plano familiar

Se dice que del dicho al hecho hay mucho trecho, pero cuando la distancia entre lo que se dice y lo que se hace se acorta, se pasa a transitar por la ruta de la coherencia; y ver esto plasmado en una vida es motivo de gratitud y aprecio genuino. Es esto lo que pude advertir desde el plano familiar vez tras vez en Samuel Escobar, el hermano mayor de mi madre, Sara. De lo visto y oído doy cuenta en este texto que escribo a un mes de su partida.

En mi memoria hago un viaje por los recuerdos más antiguos que guardo de él; era fascinante recibir noticias suyas y escuchar acerca de lo que estaba haciendo alrededor del mundo. Mucho más gratificante era recibir sus visitas en Arequipa (su ciudad natal) y escuchar directamente sus historias que con tanto sabor contaba. Siempre llegaba con regalos para la abuela, Domitila Aguirre, y sus hermanas: Ruth Esther, Débora, Sara, Raquel y Lidia Graciela.

Los obsequios del tío Samuel siempre tenían un claro propósito, como aquel que trajo de Brasil para su mamá Domitila: una cruz bellísima de blanco intacto que iluminaba la habitación tenuemente una vez que las luces se apagaban. La colocó en la parte superior de la cama a modo de recordatorio infalible para la abuelita, la cruz llevaba inscrita la frase: “No temas”.

Samuel fue también pieza clave para la cohesión y unión familiar. Tanto en Lima como en Arequipa, ciudades donde reside la mayor parte de la familia en Perú, siempre estuvieron presentes en cada una de sus visitas: la música, la literatura y la exquisita sazón de sus hermanas. Hoy es un muy feliz recuerdo cada velada que se alistaba en ambas ciudades para la llegada del tío Samuel y la tía Lilly Artola, su compañera de toda una vida.

En estas semanas posteriores a su partida, leo, escucho y veo con admiración el torrente de testimonios y reseñas en torno a su vida y obra. Todos coincidimos en citar cinco rasgos más resaltantes en Samuel: su sonrisa amplia y radiante, su sencillez contundente, su curiosidad vehemente, su arropadora calidez y su asombrosa buena memoria. Componentes que le fueron dados por Dios, quien lo apartó para su servicio y él supo ponerlos a disposición de todos los que lo conocimos. 

Sigo viajando entre los recuerdos de mi memoria y veo a Samuel escuchando con atención mis dudas e inquietudes en momentos determinantes, como en los meses previos a elegir una carrera universitaria o ya trabajando en medios periodísticos. No hubo cita posterior en su agenda que limitara el tiempo que brindaba para atender las conversaciones planteadas y cada una de ellas culminó siempre con el obsequio de un libro preciso que había alistado en su maleta. Cuánto agradezco su atención plena en cada charla, su lucidez y reflexión en torno a lo expuesto.

Solía decirle que estaba (y estoy) profundamente agradecida con Dios por haberlo puesto en la familia. Su testimonio, humilde y sencillo, redirigían la vista al Todopoderoso y daban cuenta de lo que Él puede hacer en una vida, más allá de contextos y trasfondos. Con asombro sigo su historia y reparo en cómo cada episodio fue formando su carácter y consolidando su identidad, a la luz de la Biblia, que, como detalló en su libro ‘Así leo la Biblia’ (Certeza Unida, 1999), afectó para bien en todas las áreas de su vida.   

Las horas que pasó leyendo la Biblia para su madre, quien no tuvo la oportunidad de ir a la escuela para aprender a leer y a escribir, fueron moldeando su personalidad y aquellas verdades quedaron selladas en su mente hasta el final de sus días. Fue en el Mensaje del Evangelio que encontró las respuestas para los retos que se presentaron en cada etapa de su vida.

Samuel se preparaba con la misma rigurosidad y dedicación para todas sus citas, no importando si el escenario era una pequeña aula universitaria en el sur del Perú o un amplio salón europeo. Como bien dijo José Luis Andavert (Sociedad Bíblica de España), citando a Robert Cunville, presidente de la Sociedades Bíblicas Unidas, en el Culto In Memoriam de Samuel, organizado por sus hijos Lilly y Alejandro, en Valencia, Samuel Escobar fue “verdaderamente una gema en la casa del tesoro del cielo”.

Retomo el viaje en mi memoria y me encuentro en la sala de Samuel en su casa en Valencia, España, son sus años más reposados y vuelve a entonar sus añorados temas musicales de Arequipa y del Perú; su rostro se ilumina al recordar el sol arequipeño y afirma lo mucho que disfruta de la luz y del calor del sol valenciano. La cita concluye con un almuerzo familiar y una sesión de fotos que guardo con especial cariño.

Hay encargos que el querido tío Samuel me recordaba a menudo y aquí comparto algunos para quien desee unirse a ellos:

Comunicar el Evangelio de una forma llana y clara, alejado del lenguaje de la religiosidad.

Escribir, escribir y escribir. “En algún momento esos escritos serán publicados”, repetía de tanto en tanto.

Leer de manera reflexiva, no solo los libros sino también la realidad de la sociedad.

Estudiar, prepararse, y aprovechar cada espacio formativo.

Disfrutar y compartir “la radiante alegría que trae el don de conocer a Cristo”.

Veo con alegría y entusiasmo a jóvenes en Arequipa que tras la partida de Samuel se interesan en su legado y empiezan a leer sus libros. En mi mente resuena la oración que él solía hacer en algunos de los homenajes que recibió, dando gracias a Dios por todos aquellos de quienes tal vez no se conocían sus nombres, pero estaban inscritos en Su Libro. 

Quiera Dios avivar mentes y corazones en hombres y mujeres que comuniquen Su Evangelio en consonancia con el tiempo que vivimos.

Noelia Becerra es comunicadora y tiene una maestría en periodismo digital. Es sobrina de Samuel Escobar.

Nota adicional: El teólogo y periodista José de Segovia entrevistó a Samuel Escobar en busca de conocer más acerca de su biografía; desde sus primeros años hasta su etapa de vejez. Estas ricas grabaciones en audio se pueden seguir en los 20 episodios del podcast ‘Al trasluz con Samuel Escobar’, que a su vez se encuentra alojado en la web de Protestante Digital.