Los monumentos pueden hablar: la escritura cuneiforme y el resurgimiento de civilizaciones olvidadas

Gracias al esfuerzo de personas como Henry Rawlinson y Edward Hincks, monumentos, relieves y documentos de toda clase empezaron a hablar.

20 DE MARZO DE 2025 · 16:00

Muestras de escritura cuneiforme dibujadas a pluma en los Comentarios de don García de Silva que contienen su viaje a la India y de ella a Persia, Biblioteca Nacional de España, manuscrito 553.,
Muestras de escritura cuneiforme dibujadas a pluma en los Comentarios de don García de Silva que contienen su viaje a la India y de ella a Persia, Biblioteca Nacional de España, manuscrito 553.

Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus oficiales, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.

Daniel 1:3-4


 

Felipe III (1578-1621) rey de España y Portugal designó a García de Silva y Figueroa (1550-1624) como embajador en la dinastía safávida de Irán. García de Silva fue la primera persona occidental que inspeccionó las ruinas de Persépolis, describiendo las inscripciones que encontró, utilizando las siguientes palabras: Existe una impresionante inscripción tallada en jaspe negro. Sus caracteres son todavía claros y brillantes, increíblemente libres de daño y deterioro a pesar del paso del tiempo. Las letras mismas no están escritas en caldeo, ni hebreo, ni griego, ni árabe ni de ningún pueblo que pueda haberse conocido hasta ahora o que haya existido jamás. Son triangulares, en la forma de pirámides u obeliscos diminutos, están ilustradas en el margen y son todas idénticas excepto por su posición y ordenación. Sin embargo, los caracteres resultantes de la composición son extraordinariamente diferentes.

Pietro della Valle (1586-1652) fue un explorador italiano que viajó a Oriente Medio. Estuvo en Bagdad, en donde quedó fascinado por la escritura cuneiforme, por lo cual trajo varios ladrillos con inscripciones a Europa. Pietro della Valle no solo pudo ilustrar con mejor detalle las inscripciones, sino que los ladrillos que trajo consigo serían el inicio del estudio de este sistema de escritura. 

Thomas Hyde (1636-1703) fue profesor de hebreo y árabe en la Universidad de Oxford. Hyde describió este tipo de signos de la siguiente forma: ductuli pyramidales seu cuneiformes, acuñando el término cuneiforme, nombre con el cual se conoce a este tipo de escritura. Thomas Hyde siguió la descripción de García de Silva; esto es, la escritura tiene forma de cuña: parecido a pirámides u obeliscos diminutos. Podemos ver esto en el siguiente ejemplo en que se representa la forma en la cual se escribe el nombre de Darío I (522-486 a.C.) rey de Persia:

Los monumentos pueden hablar: la escritura cuneiforme y el resurgimiento de civilizaciones olvidadas

El cuneiforme es un sistema de escritura que se emplea para escribir diversas lenguas, al igual que la escritura latina se utiliza para escribir la lengua inglesa, alemana, española, etc. El cuneiforme se utilizó para escribir las lenguas sumeria, babilónica, elamita, hitita, ugarítica y persa. A diferencia del jeroglífico egipcio, cuyo sistema de escritura solo se utilizó para reflejar la lengua egipcia, el cuneiforme se empleó para diversos tipos de lenguas, lo cual hizo que su desciframiento fuese más complicado.

Debido a que varios exploradores europeos habían tenido más contacto con Persia, por motivos comerciales y diplomáticos, contactos que no se habían obtenido con la zona de Mesopotamia, fue inevitable que el comienzo del desciframiento del cuneiforme comenzará con el persa antiguo, esto debido a las ruinas de Persépolis en las cuales se podían observar inscripciones en cuneiforme.

George Grotefend (1775-1853) fue profesor de un instituto en Alemania. Apasionado de la historia antigua, Grotefend había leído al historiador griego Heródoto (484-425 a.C.), en cuyos libros se narran las batallas entre los griegos y los persas. En los registros griegos aparecen mencionados reyes como Ciro, Darío y Jerjes, lo cual sería de gran valor para descifrar las inscripciones de cuneiforme escritas en persa antiguo.

Una ayuda fundamental fue el conocimiento del idioma avéstico, lengua en la cual se escribieron los textos de la religión zoroastriana. Los himnos del Zend Avesta se remontan a la época de los aqueménidas, primero transmitidos oralmente y luego por escrito. La lengua avéstica es considerada hermana del persa antiguo. Al igual que el copto fue indispensable para descifrar el jeroglífico egipcio, el avéstico lo sería para el cuneiforme persa.

Grotefend comenzó a trabajar viendo la repetición de diversos signos en algunas inscripciones. Algunas de las conclusiones a las que llegó fueron las siguientes:

1- Que las inscripciones persas contenían tres formas diferentes de escritura cuneiforme, de modo que el desciframiento de una daría la clave para el desciframiento de las otras. Los reyes persas ordenaron que se escribieran textos bilingües (babilonio y persa) y trilingües por todo su imperio (babilonio, persa y elamita). También se tenían algunos textos escritos en jeroglifico egipcio y cuneiforme persa, lo cual sería de ayuda para identificar ciertas palabras. Un ejemplo de esto es el texto del vaso de Caylus, en el cual aparece el nombre de Jerjes I (518-465 a.C.). El jeroglífico egipcio ya se había descifrado en 1822 por Jean-François Champollion (1790-1832), por lo cual el texto en jeroglífico podía entenderse.

2- Que los textos debían ser leídos de izquierda a derecha;

3- Que una palabra frecuente específica podría referirse a la palabra persa para “rey”;

4- Que las inscripciones satisfacían los dos siguientes esquemas: a) rey X, gran rey de reyes, hijo del rey Y; b) rey Y, gran rey de reyes, hijo de Z;

5- Que la presencia de los dos esquemas a) y b) le daba la oportunidad de identificar a las personas involucradas; era necesario que X fuese un rey persa, su padre fuese un rey persa también, pero que su abuelo no fuera rey;

6- Grotefend mencionó que podía identificar a algunos reyes; esto es, los reyes Darío y Jerjes.

En base a esto, se intentó dar valor a los signos en base a los nombres de Darío y Jerjes. Esto fue el principio del proceso de desciframiento. La primera propuesta tuvo como base el vaso de Caylus que contenía una inscripción en jeroglífico egipcio que menciona al rey Jerjes. Se tenía el nombre en griego Ξέρξης y en jeroglífico. Los persas habían dominado Egipto, en las Dinastía XXVII (525-404 a.C.) y XXXI (343-332 a.C.) motivo por el cual algunos reyes persas tenían su nombre escrito en jeroglífico

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ḫašayaruša, nombre de Jerjes escrito en jeroglífico egipcio

Los monumentos pueden hablar: la escritura cuneiforme y el resurgimiento de civilizaciones olvidadas

(Jerjes el gran rey) Xšayāršā : XŠ : vazraka/
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No solo se obtuvo el nombre del rey, sino el título de gran rey. También se identificó un signo como separador de palabras en cuneiforme persa. Este separador no existe en el cuneiforme babilónico, lo cual se demostraría más adelante.

Grotefend también pudo identificar el nombre de Darío:

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 Dārayawuš Δαρεῖος Dareîos

Los monumentos pueden hablar: la escritura cuneiforme y el resurgimiento de civilizaciones olvidadas

T3rwš, nombre de Darío en jeroglífico egipcio.

A pesar de haber dado un gran avance, Grotefend notó que hacían falta más documentos con los cuales se pudiera trabajar para poder descifrar el cuneiforme persa. La idea de Grotefend es que a través del persa antiguo podrían descifrarse las otras lenguas que utilizaban el mismo sistema de escritura.

Después de Grotefend vienen dos personajes antagónicos: uno militar y aventurero, otro pastor protestante y estudiante meticuloso. Estas dos personas abrieron el camino no solo para descifrar el persa antiguo, sino que nos permitieron comprender la escritura y las lenguas de la antigua Mesopotamia. Los personajes que mencionaremos son: Henry Rawlinson y Edward Hincks.

Henry Creswicke Rawlinson (1810-1895) fue un soldado británico de profesión. Desde muy joven manifestó interés por las lenguas clásicas, llegando a memorizar en latín las 476 líneas de Ars Poetica, del poeta Horacio (65-8 a.C.). A la edad de 16 años decide ir a la India como cadete de la East India Company. En esa época, el imperio británico no solo controlaba las regiones de la actual India y Paquistán, sino que también controlaba una ruta comercial en el Próximo Oriente Antiguo. Uno de los países que buscaban apoyo británico era Persia, país que buscaba mantener su independencia de las amenazas de anexión del imperio otomano.

Rawlinson era un hombre muy ambicioso y disciplinado, lo cual puede verse reflejado en un código personal que escribió en su diario: “Ten iniciativa. No pierdas oportunidad de hacerte útil, cualquiera que sea el asunto que se te presente. Enfréntate con firmeza a cada situación y no retrocedas ni una pulgada. No pierdas el tiempo con nimiedades. Se respetuoso con las costumbres extranjeras. Mantén un nivel de vida aceptable. Ten buenos y vistosos caballos; viste bien, hazte con buenas y elegantes armas. En tus relaciones con los nativos, asegúrate de observar la etiqueta correcta.”

Henry Rawlinson, teniendo el rango de mayor en el ejército, fue comisionado para entrenar a las tropas persas. Fue en ese país en donde Rawlinson quedó fascinado por la arqueología de la zona. Teniendo facilidad para los idiomas, Rawlinson decidió pasar su tiempo libre estudiando textos antiguos, tratando de tener la clave para descifrar la escritura cuneiforme. Esto se puede ver en una carta que escribió a su hermana: “Aspiro a hacer con el cuneiforme lo que Champollion ha hecho con los jeroglíficos; cuando escuches a los arqueólogos de Europa preguntar quién es este Rawlinson que ha arrojado una luz tan extraordinaria sobre la historia antigua, tanto sagrada como profana, probablemente sentirás una emoción al reconocer que eres la hermana de un loco…mi carácter es de una ambición inquieta e insaciable; en cualquier esfera en la que me encuentre, todo mi espíritu está absorto en una lucha ansiosa por el primer lugar”.

Esa ambición insaciable se pondría a prueba en un evento que le cambiaría la vida: el encuentro con la inscripción de Behistún en el actual Irán. En esa montaña, Rawlinson encontraría lo que el consideraba la clave del desciframiento del cuneiforme; esto es, el equivalente de la piedra de Rosetta del cuneiforme.

El rey Darío de Persia (522-486 a.C.) ordenó que se escribiera en cuneiforme una inscripción en una roca en tres lenguas diferentes: persa antiguo, babilonio y elamita. Lo notable de la inscripción es que Darío inventó una forma simplificada de cuneiforme especialmente para el persa antiguo, la lengua formal de su corte. Darío se jactaba en la inscripción de haber distribuido copias a cada provincia de su imperio, afirmación que ha sido verificada por versiones duplicadas halladas en lugares tan lejanos como Babilonia y Egipto, en donde se encontró una copia escrita en arameo

Lo que Rawlinson estaba copiando en Behistún era la inscripción trilingüe más importante del mundo antiguo: el mismo mensaje escrito tres veces, en tres lenguas diferentes y tres tipos distintos de escritura cuneiforme. La importancia de la inscripción radicaba en su considerable longitud, aunque ya se habían copiado inscripciones trilingües cortas, se necesitaba un ejemplo mucho más largo como ayuda para el desciframiento de la escritura cuneiforme. Behistún fue la inscripción cuneiforme trilingüe más extensa, que acabó proporcionando muchas pistas para descifrar los distintos tipos de escritura cuneiforme. El texto persa contiene 414 líneas, dividido en 5 columnas, el texto elamita contiene 260 líneas en ocho columnas, y el texto babilónico tiene 112 líneas. Resultó ser mucho más importante que la Piedra Rosetta de Egipto.

La inscripción mide aproximadamente 15 metros de alto por 25 metros de ancho, se halla a 100 metros de altura de un acantilado al lado de un antiguo camino que unía las capitales de Mesopotamia y Media (Babilonia y Ecbatana). La inscripción era de difícil acceso, no solamente por la distancia del suelo en la que se encontraba, sino también por sus dimensiones y por otro factor: el rey Darío ordenó que las laderas que la rodeaban y que sirvieron para poder hacer la inscripción se eliminaran. Con ello Darío pretendía garantizar que su legado perdurara con el tiempo.

No solo se tenía una inscripción bastante amplia en tres diferentes lenguas, también se podían ver aspectos iconográficos. En el centro del monumento se podían ver diversos relieves, Darío aparece pisoteando a un enemigo y juzgando a otros nueve. Los enemigos aparecen atados con las manos en la espalda y unidos unos a otros por el cuello por medio de una cuerda. Detrás del rey Darío aparecen dos militares de su guardia personal: un arquero y un lancero. Encima de la imagen sobresale el dios Ahura Mazda, el dios principal del antiguo imperio persa. 

Rawlinson narra en sus diarios la dificultad que tuvo para copiar la inscripción: “Las inscripciones superiores sólo pueden copiarse de pie en el último peldaño de la escalera, sin otro apoyo que el de sostener el cuerpo contra la roca con el brazo izquierdo, mientras la mano izquierda sujeta el cuaderno y la derecha el lápiz. En esta posición copié todas las inscripciones superiores, y el interés de la ocupación disipó por completo cualquier sensación de peligro.”

Al final, Rawlinson consiguió grabar las inscripciones elamitas y persas haciendo calcos de papel, lo que hizo colocando una larga escalera, en primer lugar, horizontalmente a través de la sima, y colocando después otra escalera, que descansaba sobre el puente, perpendicularmente contra la roca.

La técnica que empleó fue la siguiente: extendió el papel humedecido sobre la roca, y luego golpeó el papel marcando las hendiduras con un pincel robusto, añadiendo tantas capas de papel necesarias para dar consistencia al molde. Después dejaba secar el papel y, al retirarlo, el papel mostró una perfecta impresión invertida de la escritura.

Había un inconveniente grande: la inscripción principal babilónica había sido tallada en una roca saliente a la izquierda de las esculturas en relieve, encima de la inscripción elamita, lo cual hacía imposible llegar a ella, aparte de que la roca parecía estar muy erosionada. Este inconveniente se solucionaría con la ayuda de un muchacho kurdo que apareció un día diciendo que él podía copiar el resto de la inscripción. Rawlinson narra este evento con las siguientes palabras: “Lo primero que hizo el muchacho fue introducirse en una hendidura de la roca, a poca distancia a la izquierda de la proyección de la roca. Cuando hubo ascendido a cierta distancia por encima de ella, clavó firmemente una estaca de madera en la hendidura, ató a ella una cuerda y trató de balancearse hasta otra hendidura situada a cierta distancia en el otro lado; pero fracasó en el intento debido a la proyección de la roca. Sólo le quedaba entonces cruzar hasta la hendidura colgándose con los dedos de los pies y de las manos de las ligeras aberturas que había en la roca, y en esto tuvo éxito, atravesando una distancia de veinte pies de roca perpendicular casi lisa de manera que me pareció algo bastante milagroso. Cuando llegó a la segunda hendidura, las verdaderas dificultades habían terminado. Había traído consigo una cuerda atada a la primera clavija y ahora, clavando una segunda, pudo balancearse sobre la masa saliente de roca. Aquí, con una escalera más corta, formó un asiento oscilante, y, fijo en este asiento, tomó bajo mi dirección el molde de papel de la traducción babilónica del acta de Darío.”

Rawlinson trabajó primeramente en la inscripción persa, contando con la ayuda de los escritos de Grotefend, el vaso de Caylus y la inscripción de Behistún. Rawlinson pudo comprobar que las tesis de Grotefend estaban en lo correcto. La inscripción de Behistún comenzaba así: “Yo soy Darío, el gran rey, el rey de reyes, el rey de Persia, el rey de los países, el hijo de Histaspes, el nieto de Arsames, el aqueménida.” En otro apartado aparecía la mención de Ahura Mazda en la inscripción: “El rey Darío dice, por la gracia de Ahura Mazda soy rey; Ahura Mazda me ha otorgado el reino.”

La complejidad ahora radicaba en las otras dos lenguas que se apreciaban en la inscripción: elamita y babilónico. Estas dos lenguas implicaban una dificultad bastante grande. El elamita es una lengua aglutinante sin ningún parentesco con ninguna otra lengua conocida, en esto es parecido al euskera. En el caso del babilónico, Henry Layard (1817-1894) había sugerido que el babilónico era una lengua semítica, lo cual haría que estuviera emparentada con lenguas como el hebreo, arameo, siríaco y árabe. A pesar de que Layard no ofreció una explicación pormenorizada de la conclusión a la que había llegado, un pastor protestante de Irlanda del Norte daría la clave del desciframiento del cuneiforme babilónico, escribiendo ejemplos de cómo había llegado a las conclusiones del desciframiento. El nombre de este personaje que ahora entra en escena es Edward Hincks (1792-1866).

Edward Hincks nació en Cork, en la actual república de Irlanda. Su padre había sido pastor en una iglesia y después llegaría a ser profesor de hebreo en Belfast. Su hijo Edward fue educado en casa. Cursó sus estudios universitarios en el Trinity College de Dublín. Algo importante que podemos resaltar de Hincks es que era un polímata, lo cual se puede ver en las diversas áreas en donde destacó. Un ejemplo de ello es su interés por las matemáticas. En 1818 publicó un artículo sobre las ecuaciones diferenciales lineales. Consiguió un trabajo como bibliotecario de la universidad, lugar en donde pudo observar por primera vez papiros egipcios, lo cual despertaría su pasión por el estudio en profundidad de las lenguas del Próximo Oriente Antiguo.

En 1832, Hincks publicó una gramática de la lengua hebrea. Al año siguiente escribiría un artículo sobre The enchorial language of Egypt. El título del artículo proviene de una de las líneas del texto griego de la piedra de Rosetta.

La traducción es que el decreto de la piedra de Rosetta debía de escribirse en una estela en escritura sagrada (jeroglífico), nativa (enchorios) y en griego. La forma de enchorios, es lo que se denominaría como demótico, una forma de escritura cursiva del antiguo Egipto, escritura en la cual Hincks sería uno de los mayores expertos. En 1838 publicaría un artículo sobre el calendario y los ciclos de años de los antiguos egipcios. Fue tal el impacto en los diversos estudios que Hincks hizo sobre la lengua y formas de datación del antiguo Egipto, que en 1906 y por orden del egiptólogo Gastón Maspero (1846-1916) se develó un busto de mármol en honor a Edward Hincks en el museo egipcio de El Cairo.

Podemos ver que no solo Hincks dominaba el hebreo, lo cual puede verse en la gramática que escribió, sino también dominaba el árabe, lo cual puede verse en unas cartas que escribió a un profesor de Cambridge en 1845. Es en el año de 1846 cuando Hincks decide adentrarse en el desciframiento de la escritura cuneiforme, especialmente en la lengua babilónica.

Gran parte de las publicaciones que se hacían respecto a los descubrimientos arqueológicos y filológicos que se hacían en Persia y Mesopotamia se publicaban en artículos publicados por la Royal Asiatic Society. Hincks recibía los artículos de los descubrimientos, los estudiaba a fondo y después escribía su punto de vista respecto a lo que pensaba que era importante para el desciframiento.

Hincks demostraría como válida la tesis de Henry Layard, esto es, que la lengua reflejada en los escritos descubiertos en Asiria era semítica. Hincks lo definiría así: “Esta lengua pertenece claramente a la clase que se había denominado semítica. He observado la terminación femenina, diferentes maneras de formar el plural, una variedad de sufijos pronominales y tres preformaciones de verbos”.

Los conocimientos de lenguas semíticas y de los jeroglíficos egipcios dieron fruto en los escritos de Hincks, lo cual puede verse en lo siguiente. Hincks señaló que el sistema de escritura era a la vez fonético e ideográfico, y que en su parte fonética era totalmente silábico: los signos podían representar una sílaba o una palabra entera, y cada signo podía utilizarse de varias maneras. Sin embargo, el sistema silábico era más complejo de lo que cabría esperar, ya que Hincks pudo demostrar que habría diversos signos diferentes que podían leerse en las sílabas. 

Hincks sabía que las formas plurales de los sustantivos podían representarse de dos maneras: se podía repetir el signo (casa.casa significaría casas, igual que en español p puede significar página y pp. páginas), o se podía añadir un signo especial que indicara que la palabra estaba en plural. Esto puede entenderse como un determinativo, uno de esos indicadores gráficos que se asocian a las palabras y muestran a qué clase de palabras se refieren. Había muchos otros determinativos: un signo se anteponía a nombres de ciudades, otro a nombres de países, un tercero a nombres de personas. Lo verdaderamente complejo del sistema era que cualquier signo podía utilizarse en todas estas funciones, de modo que en un lugar funcionaba como valor silábico, en otro como ideograma y en un tercero como determinativo. Y aparentemente no había ninguna indicación en el propio texto que pudiera decir al lector cómo se utilizaban los signos individuales. La escritura es de naturaleza polifónica, lo que significa que cada carácter puede leerse de varias formas distintas cuando se utiliza como signo silábico.

Fueron tan importante los hallazgos filológicos que Hincks iba haciendo, lo que causó que Henry Layard intentara contactarlo. Layard había conocido personalmente a Rawlinson en Mesopotamia; sin embargo, Layard decidió pasar algunos de sus descubrimientos a Hincks pensando que este podía descifrar de forma más rápida la escritura cuneiforme en la cual se escribieron los textos descubiertos en Asiria. Layard decide pasar tres semanas con la familia del reverendo Hincks en Irlanda del Norte en octubre de 1852, con lo cual tendría acceso a más textos proporcionados por Layard. Hincks fue la persona que identificó al rey Jehú de Israel en el obelisco negro de Salmanasar que había sido descubierto por Layard.

La actitud de Layard despertó la envidia de Rawlinson, el cual pensaba que él debería de tener el honor de ser el descifrador de la escritura cuneiforme, no solo por los peligros y sacrificios que había hecho viviendo en Mesopotamia, sino también por las horas invertidas en intentar descifrar la escritura y la lengua babilónica. En una carta de 1849 escribió la frustración que había tenido al intentar descifrar el cuneiforme babilónico: “Considero a la egiptología una simple broma comparada con el rompecabezas del cuneiforme, y he estado tentando tantas veces de arrojar todos mis papeles en el fuego”.

Un descubrimiento importante que se obtuvo a causa de los descubrimientos realizados por Layard, y después por Hormuzd Rassam (1826-1910) fue la existencia de textos bilingües escritos en cuneiforme, textos escritos en cuneiforme babilónico y en cuneiforme sumerio. La civilización sumeria es la primera civilización de la cual se tiene noticia hasta el día de hoy. Fueron los sumerios los que inventaron el sistema de escritura cuneiforme, sistema que después sería empleado por las poblaciones semitas que habitaron al sur de Mesopotamia. Sumer es la tierra de Sinar (Génesis 10:10; 11:2). Fue Julius Oppert (1825-1905), que había excavado junto a los franceses en el sur de Mesopotamia, el primero en utilizar la palabra Sumer para referirse a esta civilización, esto debido al signo cuneiforme que aparecía en los textos babilónicos en donde la palabra Sumer aparecía como Shumeru.

No solo Rawlinson y Hincks decían que podían leer textos cuneiformes, ahora Oppert afirmaba lo mismo. Hormuzd Rassam decidió comprobar si esto era veraz. Rassam había encontrado el palacio del rey asirio Asurbanipal (669-631 a.C.). Este arqueológo había enviado varias tablillas a Rawlinson, quien afirmaba que el palacio pertenecía al rey asirio Asurbanipal. Oppert no sabía de esto y al visitar las excavaciones supervisadas por Rassam, este decidió darle unas tablillas a Oppert para que las leyera y el resultado fue el mismo: los textos cuneiformes babilónicos podían leerse.

En 1857, debido en parte a la insistencia de Henry Fox Talbot (1800-1877), inventor de la fotografía y apasionado de las lenguas antiguas, la Royal Asiatic Society decidió enviar por carta una copia del prisma de Tiglat Pilser I, el cual había sido encontrado por Rassam y no se había traducido. Las cartas en sobre cerrado fueron enviadas a Rawlinson, Hincks, Talbot y Oppert, los cuales tenían que traducir de forma independiente y sin contacto entre ellos la copia del prisma que habían recibido. El 29 de mayo de ese año un comité de lingüistas se reunió en las oficinas de la Royal Asiatic Society y comparó las traducciones, las cuales demostraron un alto nivel de similitud, motivo por el cual se aceptó oficialmente el desciframiento del cuneiforme babilónico.

El impacto en los estudios del Antiguo Testamento fue inmenso. No solamente se podía comprobar la veracidad de reyes asirios que aparecían en la Biblia como Sargón, Senaquerib, Esar-hadón, Salmanasar, sino que también en los registros asirios podían comprobarse historias de la Biblia como el sitio de Jersualén llevado a cabo por Senaquerib. Reyes de Israel y Judá, como Jehú y Ezequías, aparecían nombrados en los registros de Asiria.

Gracias al esfuerzo de personas como Henry Rawlinson y Edward Hincks, monumentos, relieves y documentos de toda clase empezaron a hablar, contándonos la historia fascinante de diversos pueblos que llevaban cerca de dos mil años en silencio.

 

 

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