Fuertes y débiles: valores para hacer Europa grande otra vez
En estos días de descalabro geopolítico, muchos expresan en el viejo continente el miedo a perder una forma de ver la vida que, curiosamente, recuerda mucho al evangelio.
21 DE FEBRERO DE 2025 · 18:00
.jpg)
Aunque había voces que lo predecían, nadie esperaba que este momento llegara de forma tan rápida y abrupta.
Donald Trump ha comenzado su presidencia estadounidense en 2025 con una serie de trallazos, soluciones “en 24h” a problemas complejos. Lo está haciendo saltándose las normas diplomáticas más fundamentales y generando un tsunami de consecuencias que se expande por todo el globo.
Europa (sus ciudadanos) hemos reaccionado primero con shock (¿era esto EEUU? nos preguntamos) y luego con una profunda introspección (¿y ahora qué?).
El termómetro más inmediato de nuestro sentir son las elecciones inminentes en Alemania, donde 80 millones de personas decidirán qué piensan sobre su propia alternativa ‘trumpista’.
Lamento y una autoestima renovada
Desde el observatorio privilegiado que es Evangelical Focus (el medio hermano de Protestante Digital en Europa), he podido seguir de cerca las reacciones de líderes cristianos evangélicos influyentes en países a nuestro alrededor.
Me ha llamado tremendamente la atención la unanimidad en las expresiones atropelladas de los últimos días. En una Europa tan dada a los debates y los matices, la respuesta al primer mes de Trump va desde el lamento en el más suave de los casos al enfado poco disimulado.
EEUU ha abandonado su compromiso con la democracia y la dignidad de las personas y los pueblos, se dice. EEUU ha malvendido sus valores cristianos a una ideología política anticristiana. EEUU ya no quiere ser “una ciudad en la colina” sino que baja al barro a competir con los autócratas.
Preguntas de fondo se convierten ahora en cuestiones urgentes. ¿Qué debería hacer Europa? ¿Qué está realmente en nuestras manos? Y, ¿cuál es nuestra brújula moral para las decisiones de calado que debemos tomar?
Desde fuera, Europa es descrita a menudo como un lugar de cínicos y pesimistas, pero estos días parece que surge una nueva e inesperada autoestima. Hay llamados a recuperar el orgullo de nuestra identidad y a desempolvar los valores que la han marcado.
Los valores fuertes y débiles de Europa
Rubén Amón lo describía esta semana en una columna de El Confidencial (20 de febrero) titulada: “Por qué estoy orgulloso de ser europeo”.
“La traición de Trump a la democracia y a la historia común provoca un estado de shock que requiere la respuesta de un continente anestesiado en el bienestar cuyos valores representan toda su fuerza y toda su debilidad”, escribe.
Luego amplía su argumento: “Europa no es débil porque haya abjurado de sus principios y de sus valores, sino precisamente porque los conserva y los defiende. Europa es débil porque aloja un modelo de sociedad abierto, transparente y tolerante, sensible a los derechos humanos y laborales, proclive a la causa de las minorías, consciente de la igualdad de género. Europa es débil porque ha renunciado a las fronteras interiores. Porque sus democracias permiten partidos antieuropeístas. Europa es débil porque existe la libertad de prensa y la separación de poderes. Y porque la cesión de soberanía de los países miembros ha repercutido en un modelo supranacional que nos previene de nuestro pasado fratricida. Europa es débil porque cree en la pluralidad y en la circulación de las ideas”.
Es curioso que lo que atrae a Amón y a tantos otros que están seguramente lejos de considerarse ‘creyentes’ en un sentido bíblico son los valores de una Europa cuyas columnas se colocaron sobre un fundamento cristiano.
Fortaleza vulnerable
El Génesis de la Biblia afirma que estamos hechos “a imagen de Dios”: en otras palabras, no hay nada más valioso que la vida humana.
Es de esta comprensión de la sociedad que fluye “el aire que respiramos”, que diría Glen Scrivener (los principios que damos por hechos en occidente). Entre ellos, el reconocimiento de la dignidad innata de cada persona, la compasión por el explotado, el servicio a otros aún contra el interés propio, los mecanismos comunitarios para contener la corrupción de los poderosos y el respeto por la libertad de individuo a expresar sus convicciones. Ha escrito ampliamente sobre ello el historiador Tom Holland en su bestseller Dominion.
Esos valores fuertes revestidos de vulnerabilidad que reivindica Rubén Amón son fruto de una cosmovisión cristiana. Como argumenta Andy Crouch en su libro Fuertes y débiles, el verdadero “florecimiento humano” (o el de una cultura como Europa, añado yo), se da justamente cuando tu ética es tan sólida que estás dispuesto a arriesgar tu seguridad con el fin de serle fiel.
El libro "Fuertes y débiles" de Andy Crouch (Andamio, 2016).
Crouch, hablando de Jesucristo (el que propuso ofrecer la otra mejilla al agresor), concluye que “vaciarse de manera dramática de la autoridad, deponer voluntariamente la capacidad para la acción significativa” y aún así conseguir “retornar de la muerte victorioso” es la mayor muestra de “autoridad que nunca hayamos visto o imaginado”.
En la Biblia, Filipenses 2 quizás sea la descripción más clara de ello. El Hijo, con toda la autoridad de un universo creado para Él, se hace vulnerable hasta la muerte y aún así (o justamente por ello) es levantado a lo más alto. No conquista desde su fortaleza sino desde su autoridad vulnerable.
Tiempo de alumbrar
Europa hoy día anhela esta historia “historia mejor” (como diría el psiquiatra cristiano Glynn Harrison). Pero ha olvidado donde encontrarla. Muchos en nuestro continente intuyen que los valores que construyeron nuestra cultura son dignos de conservar. Algunos incluso se dan cuenta de que la forma de luchar por ellos podría ser, paradójicamente, resistiendo la tentación de dominar o de conquistar.
Oro que Europa se anime a abrir la Biblia y descubra que existe una senda estrecha que se abre paso entre los dos monstruos políticos de nuestra era: el secularismo agresivo que trata de erradicar la fe, por un lado, y el autoritarismo que explota la fe para sus fines antievangélicos, por el otro.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”, dijo Jesús (Mateo 5:16).
Si el mensaje cristiano son buenas noticias, ahora es un buen momento para demostrarlo.
Joel Forster, director de Evangelical Focus.
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