Para saber cómo es Dios y cómo es el ser humano hay que mirar a Jesús

Felix Ortiz

Félix Ortiz Fernández

22 DE ENERO DE 2015 · 21:43

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LA CENTRALIDAD DE CRISTO

Jesús, el Mesías, es el centro, la columna vertebral de toda la Biblia y con toda razón pues Él es el auténtico Dios y el auténtico ser humano. Cuando lo miramos y contemplamos vemos a Dios tal y como es y al ser humano tal y como debería ser.

Pablo escribiendo a los Corintios, en su primera carta, en el capítulo primero y versículo veintitrés habla de que predicamos a Cristo y a este crucificado. El mensaje central de las Escrituras es Jesús, el Mesías y, por tanto, este debe ser también nuestro mensaje para un mundo roto y en necesidad.

Tiene todo el sentido del mundo porque, así lo creemos sus seguidores, en Jesús convergen dos naturalezas, la divina y la humana. Es decir, que Jesús es cien por cien Dios y, al mismo tiempo, cien por cien ser humano.

 

Esta doble naturaleza de Jesús es un misterio. El misterio es definido como una dosis excesiva de realidad que el cerebro no tiene la capacidad de procesar. Demasiada realidad para tan poco cerebro. Es, por tratar de ilustrarlo, como si a una vieja computadora 286 tratáramos de cargarle el último sistema operativo de Microsoft, el procesador se fundiría, sería incapaz de poder manejar y procesar semejantes cantidades de información.

Existen tres tipos de verdades. Las racionales, aquellas que el cerebro entiende, acepta y procesa como consistentes y coherentes. Las irracionales, aquellas que, contrariamente a las otras, el cerebro rechaza por inconsistentes y, finalmente, las suprarracionales, aquellas que nuestro cerebro, simplemente, no tienen la capacidad de analizar y procesar porque van más allá de su alcance. En esta categoría está el misterio y está la doble naturaleza de Jesús.

 

JESÚS NOS MUESTRA AL AUTÉNTICO DIOS

Dios es como Jesús y no al contrario. Parece un juego de palabras pero no lo es. Cuando miras a Jesús ves a Dios tal y como es.

La Biblia afirma que Jesús es la imagen visible de Dios invisible (Colosenses 1:15). El mismo Pablo, escribiendo a los cristianos que se reunían en la ciudad de Filipos indica que Jesús no estimo el ser igual a Dios como cosa a la que aferrarse (Filipenses 2:6) y el propio apóstol Juan en el prólogo a su evangelio nos dice que a Dios nunca nadie lo ha visto, sin embargo, Jesús, nos lo ha dado a conocer (Juan 1:18)

En más de una ocasión el propio Jesús afirmó que el Padre y Él eran uno y esto fue causa de enormes problemas para Jesús hasta el punto que sus enemigos y detractores lo acusaban de blasfemo, afirmando que siendo simplemente un hombre se hacía igual a Dios (Juan 5:18) Esta acusación significaba que habían entendido con total y absoluta claridad sus pretensiones y afirmaciones de ser Dios.

En ese mismo evangelio, en un diálogo con Tomás, este le dice a Jesús que les muestre al Padre y ello será suficiente. A lo cual el Maestro responde, ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido? (Juan 14:9) Finalmente, el anónimo escritor de Hebreos afirma acerca de Jesús, es la imagen perfecta de Dios (Hebreos 1:3)

 

LAS IMPLICACIONES

Que Dios es como Jesús y no al contrario tiene muchas implicaciones que vale la pena considerar.

La primera, es que Jesús nos fuerza a llevar a cabo una reinterpretación de Dios porque Él mismo, quien es Dios, hace una nueva interpretación del Creador en la magistral parábola del padre que ama y perdona, mal conocida como la parábola del hijo pródigo.

En esta parábola vemos a un Dios que expresa gracia, aceptación y amor incondicional por encima y sobre todo. Vemos a un Dios que no le importa perder su dignidad delante de principados y potestades por amor a nosotros. Vemos a un Dios que tiene que enfrentar la reprensión de los seres humanos –representados en la figura del hermano mayor- por el trato escandaloso que le otorga al hermano menor.

La segunda, es que debemos leer, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos desde la perspectiva de Jesús y no al contrario. Jesús da su auténtico significado a las palabras del viejo pacto y las enseñanzas de Pablo y el resto de los escritores del nuevo pacto.

No podemos, ni debemos mirar a Jesús desde el Antiguo Testamento ni desde los ojos de Pablo. El proceso es el contrario, Jesús interpreta a Pablo y al Dios del Antiguo Testamento.

La tercera y última, Las aparentes contradicciones de Dios se resuelven en Cristo. Siendo Jesús Dios mismo, se convierte en el tribunal final de apelación acerca de cómo es Dios. En el pasado, recordando de nuevo al escritor de Hebreos, Dios habló de muchas maneras, ahora ha hablado de forma definitiva por medio de Jesús. Punto final acerca de cómo es Dios. Cualquier duda acerca de cómo es Dios, qué siente y piensa hacia nosotros queda resuelta en Jesús, el Dios hecho ser humano.

 

JESÚS NOS MUESTRA AL AUTÉNTICO SER HUMANO

Romanos capítulo cinco nos habla de Jesús como el nuevo Adán, el prototipo, el primero, el modelo de una nueva humanidad. Hubo una humanidad que no pudo ser, que fue inviable, que fracasó a causa de nuestro pecado, es decir, de nuestro deseo de vivir de forma independiente y al margen de Dios.

Nosotros, como seres humanos, no somos aquello que Dios pensó y tuvo en mente cuando nos creó. Somos, antes al contrario, el resultado del pecado. Somos, por mucho que nos duela admitirlo un proyecto fallido y abortado, por eso fue preciso una nueva humanidad, una que respondiera al modelo original que Dios tuvo en mente desde el principio.

Jesús, el Dios hecho ser humano, es el primero de esa nueva humanidad y se convierte, por tanto, en el modelo que todos podemos y debemos seguir. Jesús es el auténtico y genuino ser humano o, como lo define la Escritura, el hombre nuevo.

Al mirar a Jesús podemos experimentar dos emociones encontradas y enfrentadas. Por un lado tristeza, porque la observación del Maestro nos hace ver todo lo que hubiéramos podido ser si el pecado no nos hubiera convertido en el desecho que somos. Por otro lado, esperanza, porque al contemplar a Jesús veo todo aquello que puedo llegar a ser si permito su trabajo constante, continuado en mi vida.

Por eso, porque Él es el auténtico ser humano, seguir a Jesús nos vuelve auténtica y genuinamente humanos. Cuanto más nos adentramos en su seguimiento más humano nos volvemos y cuanto más nos alejamos de Él menos humanos nos volvemos.

Los seguidores de Jesús vivimos en una tensión saludable. Por un lado aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, como dice el apóstol Juan en el capítulo tres de su primera epístola. Un día, afirma, seres semejantes a Él, es decir, auténtica y plenamente humanos.

Mientras tanto, olvidamos lo que queda atrás, como dice Pablo en Filipenses 3 y proseguimos hacia delante, hacia el proceso de que Cristo sea formado en nosotros (Gálatas 4:19), hasta que seamos plenamente humanos como Él lo es (Efesios 4:11-13)

Jesús, llamado el Cristo, el Mesías, es central porque nos enseña cómo auténticamente es Dios y cómo auténticamente es un ser humano.

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