“Los jubilados son la mayor fuerza misionera que tendremos en los próximos decenios”

El proceso de envejecimiento demográfico en Europa obliga a replantear el papel de la llamada tercera edad en el desarrollo de la sociedad, y también de las iglesias. Según la OCDE, la media de edad de la población en España aumentará en seis años para 2050, de 44 a 50.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 19 DE SEPTIEMBRE DE 2019 · 07:30

En los países de la OCDE se espera un aumento del ratio de pensionistas para 2050 de 60 por cada 100 empleados. / Huy Phan, Unsplash CC,
En los países de la OCDE se espera un aumento del ratio de pensionistas para 2050 de 60 por cada 100 empleados. / Huy Phan, Unsplash CC

Si trabajas en España, es posible que para 2050 te hayas convertido en uno de los cerca de 90 jubilados por cada 100 trabajadores activos que se prevén en el país. Si lo haces en Polonia, seguramente serás uno más del centenar de retirados por cada 100 empleados a mediados de siglo. Pero si tu caso es el de Grecia o Italia, puedes contar con una tendencia que en tres décadas se traducirá en más de cien jubilaciones por cada centenar de profesionales trabajando. 

Son datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), recogidos en la publicación Working better with age, y que muestran las previsiones del envejecimiento demográfico a escala global y sus afectaciones en el ámbito laboral. “El envejecimiento de la población ha desplazado la media de edad de las personas por encima de los 40 años en muchos países de la OCDE. Consecuentemente, se espera que el ratio de dependencia de la vejez pase del 26% de 2018 al 43% en 2050”, puede leerse en el documento. 

El incremento de la media de edad en Occidente se hace notar especialmente en el ámbito laboral. Por ejemplo, en 2008, apenas un 10% de la fuerza de trabajo en España correspondía a personas de entre 55 y 64 años, y prácticamente no se contabilizaban trabajadores potenciales de entre 65 y 69 años. La tendencia ha cambiado significativamente en 2018, con un 60% de la fuerza laboral española correspondiente a personas del primer grupo de edad y un 10% al segundo. Una tendencia que choca de pleno con la de las jubilaciones. “Si los patrones de entrada y salida en la fuerza laboral por edad y género permanecen inamovibles, está proyectado un crecimiento en la cantidad media de jubilaciones o de población inactiva en los países de la OCDE de hasta los 60 pensionistas por cada 100 trabajadores activos en 2050, en comparación con los 42 de cada centenar que había en 2018”, se asegura en la publicación. ¿Son solo económicos los retos de unas sociedades cada vez más envejecidas?

 

JUBILACIÓN Y ANCIANIDAD, MUCHO MÁS QUE DINERO

Negar o desplazar la atención de la cuestión económica es, sin embargo, naíf. “El reto más obvio es el del pago de las pensiones de jubilación a una población más grande y durante más tiempo, añadido a un mayor gasto en el presupuesto de sanidad”, señala el asesor de los Grupos Bíblicos de Graduados (GBG), Jaume Llenas. “Ya se dijo que ‘la demografía es destino’ y eso implica que los niños que no nacieron no se pueden fabricar industrialmente”. Una situación que, según el también coordinador del Movimiento Lausana en España, genera “la necesidad de atraer a personas jóvenes nacidas en otros países que ayuden a pagar el gasto en pensiones y el mantenimiento del estado del bienestar”. “Es bastante curioso que lo que se percibe como el problema es la única solución real a una situación que no tiene vuelta atrás”, remarca al respecto de la relación entre la llegada de inmigrantes como garantía de un sistema de pensiones al que no acompaña la natalidad autóctona.

Pero no todo debería ser dinero y manutención cuando se piensa en una sociedad más envejecida y que comienza a descubrir que también hay aspectos en los que puede depender de su ancianidad. “El papel de la tercera edad es cada vez más activo. Plataformas como la PAH [de afectados por la hipoteca] y manifestaciones en contra de los recortes del estado del bienestar han visto el nuevo papel de las personas de la tercera edad en la sociedad”, reitera Llenas. 

En este escenario cobra fuerza la familia, que brinda una protección de los mayores a la que el Estado no puede llegar y que también se beneficia del tiempo y de la disponibilidad de sus jubilados en aquellas áreas donde cuesta encontrar más cobertura por parte de la Administración. “En momentos de crisis económica el sector de los jubilados ha prestado un servicio ingente a la familia y, por tanto, a la economía general”, afirma Charo Pablos, del Foro de Evangélicos por el Derecho. Por eso, insiste Llenas que también “las familias están cumpliendo un papel esencial en el cuidado de sus familiares mayores”. “Si nuestra estructura familiar sigue deteriorándose los miembros más mayores de las familias, que están aumentando en número, van a salir muy perjudicados”, apunta Llenas, que también recuerda que los recortes en los fondos destinados a la Ley de Dependencia han caído en saco roto. “La reforma de la Ley 23/2013 vino a reducir la cuantía de la pensión por la aplicación del factor de sostenibilidad, que busca ajustar la cuantía de las pensiones a la esperanza de vida. Estaba previsto que este sistema de cálculo entrase en vigor en el año 2019, pero se ha pospuesto para cuando lo determine la Comisión del Pacto de Toledo”, matiza Pablos.

 

En España, apenas un 60% de las personas entre 55 y 64 años tiene oportunidades laborales. / Eddy Klaus, Unsplash CC

VIDA DESPUÉS DEL TRABAJO

La publicación de la OCDE sugiere en algunos puntos la necesidad de mejor la capacitación y las condiciones laborales para fortalecer una franja de edad de entre 55 y 64 años cada vez más extensa en el mercado laboral. “Los esfuerzos para aumentar la participación de los mayores no serán suficientes en la mayoría de países para evitar que las cargas de dependencia sobre los trabajadores aumenten. Se necesita una estrategia exhaustiva para fortalecer el apego entre todas los grupos de edad y de población”, se lee en el documento. 

Pero no todos creen en una fórmula que permita trabajar con más edad. De hecho, según la misma publicación de la OCDE, en España poco más de la mitad de las personas entre 55 y 64 años está trabajando, tiene oportunidades o incentivos. Lo que deja a casi la otra mitad del sector de población en el limbo de las jubilaciones anticipadas, las prestaciones reducidas y las clases de baile y las partidas de cartas de los hogares del anciano. “Ante el crecimiento del número de personas mayores se requiere generar nuevos espacios, como centros de ocio con ofertas culturales y centros geriátricos donde la calidad de vida no se vea deteriorada en los momentos que sea necesaria esa prestación”, subraya la jurista Pablos. 

“Es necesario que se abran cauces integradores de convivencia para que los jubilados sigan formando parte activa de la sociedad”, añade, y tampoco pierde de vista los derechos básicos cuyo cumplimiento todavía hay que reivindicar. “Uno de los mecanismos de protección tiene que ver directamente con la pensión de jubilación, y qué vamos a decir de su suficiencia. Por otro lado, la protección del bienestar se extiende al sistema sanitario, aquí hay que romper una lanza a favor de nuestro sistema”, defiende.

El tejido asociativo ha ofrecido hasta ahora un alivio a la situación, ofreciendo a muchos mayores la posibilidad de desarrollar actividades relevantes para su entorno social sin convertirse en una extensión de la vida laboral. Es el caso de Alberto Crespo, que después de prejubilarse comenzó a colaborar como voluntario en una organización de cooperación y desarrollo de proyectos sociales. “He trabajado como directivo de una gran empresa y he realizado muchos cursos a lo largo de mi actividad laboral, lo cual ha servido, sin saberlo, para poder llegar a aportar esa formación al final de mi vida laboral en esta organización que se dedica a los demás”, explica. 

 

Parte del papel de que la tercera edad puede desempeñar en la iglesia, como en la sociedad, tiene que ver con la cosmovisión relacionada con el trabajo y el propósito. / John Tyson, Unsplash CC

¿QUÉ HAY DE LAS IGLESIAS Y SU RELACIÓN CON LA TERCERA EDAD?

Tal como señala Llenas, también en las iglesias se refleja esa tendencia demográfica de aumento de la edad media, lo cual las situaría como un lugar óptimo para revertir ciertas perspectivas actuales sobre la ancianidad. “La Biblia trabaja poco la confrontación generacional, porque cree más en la cooperación intergeneracional. La iglesia es de los pocos lugares de la sociedad en la que hay personas de todas las edades con un objetivo común y en una actividad común, la misión de Dios. Tenemos que poner más énfasis en la iglesia dispersa que en la iglesia reunida. Cuando todos están sometidos a esa experiencia en los límites que es la misión de Dios, todos los grupos de edad de la iglesia necesitan el apoyo y la participación del otro, sin distancias generacionales”, apunta.

Sin embargo, lamenta Llenas “que las iglesias aún no han comenzado a explotar el potencial de la tercera edad en la misión”. “Hemos de abandonar definitivamente la mentalidad de que los miembros mayores de la Iglesia son un sector que pide servicios y al que hay que mantener tranquilo hasta que el Señor los lleve con Él. Abandonemos la mentalidad de hacerles homenajes y de tenerles como un objeto antiguo que se mantiene allí por nostalgia de lo que un día fueron. En el futuro ya no pueden ser más la señora Rosa y el señor Agustín. Mirando este colectivo desde la perspectiva de la misión, ellos son la mayor fuerza misionera que tendremos a disposición en los próximos decenios. La iglesia debe despertar el llamamiento misional que el Señor les hizo. Son mucho más que miembros de Iglesia, son misioneros que disponen de tiempo y recursos económicos, a los que hay que recordar el llamamiento de Dios, capacitar y enviar tanto al lado de casa como a lo último de la tierra. En el futuro hemos de ver conferencias de capacitación misionera dirigidas de una forma especial a esta generación que tiene un montón de dones, capacidades técnicas sobresalientes y conocimiento bíblico por encima del promedio de la iglesia”, manifiesta el asesor de GBG. 

Parte de la reflexión que Llenas demanda a las iglesia tiene qué ver con la comprensión que se tiene del trabajo. “Desde la visión bíblica del trabajo, la jubilación no cambia nada. El trabajo en la Biblia no es solo el trabajo remunerado. El hecho de que te paguen o no por él no añade ni modifica nada. El llamamiento de Dios a cooperar con Él a través del trabajo no tiene ninguna variación”, señala. 

En este sentido, insiste en la necesidad de dotar de mayor trascendencia al trabajo que un simple contrato, el nombre de una compañía o, incluso, una edad estipulada en la legislación. “Si el trabajo es un acto de adoración y de cooperación a los propósitos de Dios, el fin de la vida laboral en una empresa es solo un cambio de destino, pero no es el final de nada. Si uno era un empleado de la misión de Dios solo quiere decir que ahora la ejercerá en otro sitio”, advierte. Una idea en la que ya no hay lugar para utilitarismos ni fechas de caducidad en cuanto al servicio con un sentido colectivo. 

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