“Echamos fuera todo espíritu de confusión”
El peligro de reuniones centradas en el diablo.
24 DE AGOSTO DE 2019 · 21:50

¿Qué hacemos con los demonios?
Por un lado, están los progresistas que niegan por completo la existencia personal de un ser llamado Satanás. Piensan que “lo demoniaco” alude a sistemas socio-políticos de corrupción e injusticia.
Por el otro, están los omnisatanistas que ven al diablo cada dos por tres. Día tras día atan a los espíritus inmundos, maldicen a las fuerzas de las tinieblas y echan fuera a los demonios.
En el mundo evangélico contemporáneo, la segunda postura es mucho más popular. Pero no deja de ser sumamente peligrosa.
La pequeña y desconocida epístola de Judas nos advierte acerca de la demonología.
El siervo del Señor –en Judas 1:8-10- escribe que los falsos maestros:
Blasfeman de las potestades superiores [los demonios]. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen.
Judas explica que los falsos profetas en la iglesia apostólica maldecían a los demonios públicamente para ganar cierta credibilidad entre los hermanos neófitos e inestables.
Se dieron a conocer como “grandes iluminados del Señor” pero en realidad todo era espuma.
De allí la alusión al arcángel Miguel, el cual –por cierto- fue usado por Dios para echar fuera al diablo y sus ángeles del cielo.
Si Miguel tenía más autoridad y poder angelical que el diablo y aun así no se atrevió a maldecirle, ¡cuánto menos debería un mero ser humano meterse con Lucifer!
Varios comentaristas creen que los falsos líderes de la iglesia primitiva insultaban a Satanás para ser considerados como especialmente “iluminados” y así alcanzar a más seguidores.
Aquellos líderes no se preocupaban por ser bíblicos sino exitosos.
Según las Escrituras, no encontramos a ningún siervo de Dios maldiciendo al enemigo.
Los apóstoles no iban buscando a Satanás. Sin embargo, cuando se topaban con gente poseída, no se ponían a lanzar acusaciones contra Satanás sino que entregaron la situación al Señor apelando a su santa autoridad.
Un buen ejemplo es Hechos 16:18, “Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella”.
Sucedió lo mismo en la vida del Salvador. Él no fue al desierto en busca de Satanás; fue el diablo quién se acercó al Señor (Mateo 4:3).
Pero Cristo se opuso al diablo con el poder de la Palabra. No lanzó ningún insulto. No montó un circo. Se sujetó a la autoridad de las Escrituras. Y Satanás salió corriendo.
APLICACIÓN
Todo esto significa que tenemos que tener mucho cuidado con ciertos movimientos contemporáneos que pasan más tiempo hablando del diablo -¡y algunos de ellos hasta dirigiéndose directamente a Satanás en oración!- que de la gloria de Dios y de Jesucristo.
Me imagino que todos habremos estado en reuniones donde algún pastor ha soltado una frase como “Echamos fuera todo espíritu de confusión” o “Proclamamos tu derrota, Satanás” o “Estás bajo nuestros pies, Lucifer”.
¿Quién se cree tal predicador? ¿Acaso se cree más fuerte y sabio que Miguel?
¡Cuidado! ¡Mucho cuidado!
Según Judas, es bastante probable que haya una actitud orgullosa detrás de semejantes expresiones.
Las reuniones públicas no son para darnos a conocer como gente súper ungida sino más bien para que Jesucristo sea proclamado como el Gran Ungido del Señor.
Así que, ¿qué hacemos con los demonios?
Respuesta: Los encomendamos al Señor como hizo el arcángel Miguel. ¡Así de sencillo!
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Brisa fresca - “Echamos fuera todo espíritu de confusión”