Conversiones surrealistas en el Cuerno de África

Como somalí, convertirse en creyente en un lugar donde no hay una sola iglesia es asombroso. Jesús fue quien lo hizo.

07 DE JULIO DE 2018 · 10:00

Mezquita en Mandera, en la frontera de Kenia con Somalia. Foto representativa. / Puertas Abiertas,
Mezquita en Mandera, en la frontera de Kenia con Somalia. Foto representativa. / Puertas Abiertas

El próximo 15 de septiembre celebraremos en Madrid nuestro Encuentro Nacional 2018. El año pasado tuvimos una invitada de lujo: Hea Woo, superviviente cristiana a los campos de prisioneros de Corea del Norte. Este año, aunque el contexto es totalmente diferente, volvemos a tener un invitado de excepción: Eric (pseudónimo), un compañero del trabajo de campo de Puertas Abiertas en los países del Cuerno de África, un contexto extremadamente peligroso para los cristianos de trasfondo musulmán dado el profundo y estricto arraigo del islam en estos países. Puedo revelar muy poco sobre el trabajo y los viajes de Eric a la región, así que te animo a venir el próximo 15 de septiembre si quieres saber lo que Dios está haciendo en países como Somalia, Eritrea o Etiopía.

Recientemente, otros compañeros de Puertas Abiertas se desplazaron al Cuerno de África para conocer a algunos cristianos de ahí y contar historias como la de Musa, Matthew o Hussein (mi favorita). O como la de Hassan…

 

HASSAN Y EL MILAGRO DE SU PADRE ANALFABETO

El aire caliente y seco golpea nuestras caras mientras nuestro coche pasa por pequeños arbustos espinosos situados a ambos lados del camino. De vez en cuando el vasto y seco paisaje parece abrirse camino hacia pequeños grupos de chozas redondas de estilo somalí, ubicadas frente a los campos de cultivo. Salvo un pastor y su ganado con quien nos cruzamos, encontrar tráfico es difícil: el hombre, vestido con su colorido y brillante sarong, una camisa pálida y sandalias de plástico, parece exhausto mientras dirige a sus animales sedientos en medio de un calor sofocante.

 

Carretera en dirección a Garissa. Foto representativa. / Puertas Abiertas

Al acercarnos al pueblo, el tráfico empieza a aumentar y, ya en el centro de la ciudad, se producen retenciones. El lugar es bullicioso y lleno de actividad. Es día de mercado. Llegamos justo en el momento en que el minarete llama a los fieles musulmanes a la oración. Aunque la mayoría sigue con sus asuntos, nuestra llegada no pasa desapercibida.

Hemos viajado todo este camino para pasar un rato con Hassan, un cristiano somalí de veinticuatro años que vive todos los días a la sombra de esta mezquita. Su padre era ganadero, como el que nos hemos encontrado en nuestro camino. Con su taza de té negro, bien dulce y bien cargado, en la mano, Hassan nos cuenta: “Cuando era niño, nunca supe lo que era el cristianismo, pero mi padre empezó a ver visiones mientras pastoreaba. Cristo se le aparecía y le decía: ‘Soy yo, Isa (Jesús). No temas, porque estoy contigo’. Durante un tiempo, mi padre no supo realmente qué hacer. Cuando se lo contó a la gente, lo trataron como si estuviese poseído. Su familia llamó a los jeques para que rezaran e hicieran hechizos para que las visiones terminaran. Pero solo aumentaban cada vez más, hasta llevar a mi padre a la obediencia al llamado de Cristo”.

Y ese, cómo no, fue el inicio de una intensa persecución: “Mi madre se fue, llevándose a mi hermanita, aún bebé. Otros familiares se llevaron a mi hermano pequeño. Yo me quedé con mi padre, y fui testigo de toda la persecución por la que pasó por causa de su fe. Mi padre fue golpeado y acuchillado con un machete: su cuerpo está lleno de cicatrices. Buscó justicia contra aquellos que lo atacaron, pero nunca la consiguió por parte de las autoridades. Como los ataques no funcionaban, la comunidad le ofreció dinero para que regresara al islam. Nunca cedió a sus presiones. Entonces vino el rechazo de su familia y de la comunidad. Nadie quiso hablar con él, solo lo hacían para ofenderlo verbalmente. Y al final, acabamos siendo expulsados”.

Hassan era todavía un niño, pero la firmeza de su padre fue un ejemplo que nunca se borrará de su mente: “Aunque verlo me hizo sufrir, también fortaleció mi decisión de seguir con él, aun cuando algunos familiares querían llevarme con ellos y forzarme a ir a la madrassa (escuela musulmana)”. Después de la expulsión de su padre, Hassan fue apadrinado para ir a una buena escuela lejos de casa. Y ahí empezó su viaje con Cristo: “No me daba cuenta de que el Señor estaba usando a mi padre para llevarme hacia Él… Cuando terminé el octavo curso, en mi corazón había un deseo, y empecé a comparar el islam y el cristianismo. Y vi que el islam era todo reglas, qué hacer y qué no hacer, y el cristianismo era todo sobre una persona que vino y dio su vida para que yo pudiera tenerla”.

“Y luego estaba la fe de mi padre: un hombre analfabeto, al que nadie le había predicado el cristianismo ni le había convencido para hacerse cristiano. Como somalí, convertirse en creyente en un lugar donde no hay una sola iglesia es asombroso. Jesús fue quien lo hizo. Cuando comparo su vida con la de antes, yo sé que él realmente vio la Luz. Por este Dios renunció a su familia, a sus familiares y a su comunidad. Y fue este Dios el que capacitó a un pastor analfabeto para sostenerse y aferrarse a Él en medio de la persecución, sin importar las circunstancias difíciles de alrededor, ni el sentimiento de rechazo. Y esa era la vida que yo quería para mí, ese era el Dios en el que yo quería creer también, ese era el Dios que yo necesitaba”.

 

Hassan durante su conversación con Puertas Abiertas / Puertas Abiertas

Después de venir a Cristo, Hassan enfrentó persecución, pero sin llegar al grado de sufrimiento de su padre: “La gente me decía que era como mi padre. ‘¡Eres un kafir (infiel), no mereces estar entre nosotros!’ No tenía amigos, estaba muy solo, sin nadie con quien hablar. Fue difícil también adaptarme a otros cristianos, porque me veían como un extraño, dudaban de mi autenticidad como cristiano, y eso me hacía sentir mal, y preguntarme por qué no me aceptaban como parte de ellos. Todavía hoy sigo luchando con eso.”

“Quiero gritarle al mundo que soy cristiano; no lo hago porque temo por mi vida. Pero Dios hace posible que sobreviva a este aislamiento. Cuando Jesús murió por la humanidad, también murió por mí. Y por eso, cuando una puerta se cierra para mí, creo que otra se abrirá. Cuando pierdo algo, sé que ganaré algo más por otro lado (…) Aunque no tengo ninguna familia que me apoye en la escuela, Dios ha encontrado el modo de que yo pueda estar en una buena escuela. Trato de no pensar mucho en la pérdida de mi familia, porque sé que Dios cumplirá su propósito en mí. Y eso es algo que me mantiene fuerte.”

Hassan nos pide desesperadamente nuestra oración por los creyentes somalíes: “Por favor, orad por los creyentes somalíes para que permanezcan firmes en la fe y no sean conmovidos por las olas de la persecución, porque la presión en medio de la que viven es muy intensa. Orad para que los somalíes puedan conocer a Cristo. Muchos creen que el cristianismo es malo: orad para que puedan ver la bondad de Cristo”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - En Tierra Hostil - Conversiones surrealistas en el Cuerno de África